Fuente: Pirineos en Guerra
"Todo el reconocimiento que obtuvimos fue una medalla de latón"
Primera parte de una entrevista inédita con Josep Maria Contijoch mantenida en 2007
Josep María Contijoch vistiendo el uniforme de la Policía Territorial durante su servicio militar en Ifni.
Sirvió en Ifni entre junio de 1957 y noviembre de 1958, así que se chupó
toda la guerra (y más). Destinado primero en la unidad de policía de la
colonia, Josep Maria Contijoch (Montblanc, Tarragona, 1935), ingresó a
los tres meses como mecanógrafo en el estado mayor del gobernador del
África Occidental Española, el general Gómez de Zamalloa. Era el
encargado de escribir a las familias para comunicarles la baja en
combate de su hijo recluta. Como policía cobraba una soldada de 720
pesetas al mes; en la península, los reclutas como él recibían una
(digamos) paga de 30 pesetas. Ha recogido sus memorias de guerra en Sidi Ifni '57. Impresiones de un movilizado (Cossetània, 2002)
-¿Nadie se esperaba una operación enemiga?
-Algo nos olíamos, porque teníamos noticia de concentraciones tanto en
Agadir como en Bulimin, pero no se nos advirtió que el ataque era
inmimente. Tanto fue así que los fortines del interior quedaron
rodeados; entre elos, el de Sidi Inno, donde sólo había un cabo español:
los auxiliares, todos moros, se lo cargaron.
-Y el alto mando, ¿tampoco?
-Lo mismo: si sabían algo, nadie lo exteriorizó, y de hecho no había
ninguna inquietud. Y lo sé porque yo mismo servía en esos momentos en el
estado mayor.
-Pero en los meses precedentes los incidentes habían sido continuos, casi diarios.
-Por eso mismo no pensábamos que fuera posible una invasión con todas
las de la ley. Algaradas y golpes de mano, sí, pero una invasión
coordinada, estilo japonés, si declaración previa de guerra ni nada,
nadie la vio venir, del comandante hacia abajo.
-¿Dónde le pilla a usted, exactamente, a invasión del 23 de noviembre?
-Durmiendo. Cuando se dio la alarma, cada uno se dirigió a su puesto; el mío era la oficina del estado mayor.
-¿Siempre sirvió en el estado mayor?
-No. Llegué a Ifni como soldado de reemplazo. Resultó que alguien
decidió que había que reforzar el cuerpo de Policía de Ifni, que estaba
dejado de la mano de Dios; parecía el ejército de Pancho Villa. En fin,
no sé qué criterio debieron seguir, pero el caso es que nos cogieron a
ochenta de mi quinta y nos destinaron al cuerpo de Policía. Para la
instrucción nos encuadraron en una bandera paracaidista: menos saltar
del avión, lo hicimos todo. Tras la jura de bandera, serví unos tres
meses como policía: controles de carretera, batidas por el barrio
moro... Enseguida presenté la solicitud para ingresar en el estado
mayor, y aquí es donde me pilló la invasión.
-¿Cómo vivió, la noche de la invasión?
-Supongo que el caos habitual en estos casos, con los oficiales dando
órdenes contradictorias y sin mucho tino. Y nosotros, claro, no sabíamos
qué hacer. La alarma saltó primero en la circunvalación de la ciudad y
después se extendió al campo de aviación.
Josep Maria Contijoch (Montblanc, Tarragona, 1935), sirvió como recluta
en Ifni entre junio de 1957 y noviembre de 1958; la invasión le pilló
como mecanógrafo en el estado mayor del general Gómez de Zamalloa,
gobernador del África Occidental Española; en la imagen superior, con el
uniforme de policía en 1957; en las dos inferiores, en su residencia de
Montblanc, en 2007, mostrando el mismo uniforme y la medalla de latón
con que el gobierno franquista condecoró a los veteranos de la guerra de Ifni. Fotografía: Archivo J. M. Contijoch / Máximus.
-La línea defensiva ya existía, ¿o se construyó después?
-Es posterior. Sidi Ifni era entonces una ciudad abierta. Las tropas de
élite, Legión y paracaidistas, se desplegaron enseguida por los puntos
más vulnerables, pero no existían posiciones defensivas, ni búnkers ni
parapetos ni nada. Unos y otros tenían el campamento fuera de la ciudad,
en aquel monte donde todavía se puede ver el escudo gigante que
tallaron.
-¿Hubo en algún momento sensación de pánico, de desbandada?
-Pánico, no; fue más bien la sorpresa del momento; en los dos, tres y
cuatro días siguientes los zapadores tendieron alambres de espino; a los
que servíamos en las oficinas nos dieron fusiles y nos destinaron a las
azoteas -porque en Sidi Ifni los techos son planos- así que cada noche
dejábamos las máquinas de escribir y nos íbamos de guardia. Porque
después del susto inicial no estábamos todo el día con el fusil en las
manos ni se combatía casa por casa o por las calles; no había una línea
de frente ni tiroteos constantes, sino más bien esporádicos.
-A los nativos, ¿les llamaban moros?
-Sí, así es como les llamábamos.
-Las "bandas", el Ejército de Liberación, era una formación regular, en su opinión, o mas bien una guerrilla?
-Una guerrilla: ni se trataba de compañías regulares ni vestían con
uniformidad: unos iban de civil, otros que cogimos prisioneros vestían
uniformes norteamericanos, quién sabe de dónde los sacaron. Quizás se
los facilitaron los mismos yanquis.
-¿Usted cree?
-Oficialmente nunca lo admitieron, pero los EEUU siempre jugaban a dos
barajas: según se dijo, parece que en Agadir los rebeldes habían
asaltado una base norteamericana y habían tomado armamento y uniformes.
Pero dudo de que la capacidad organizativa de esta gente les diera para
asaltar con éxito una base americana. Lo dudo muchísimo.
-En sus memorias afirma abiertamente que la invasión estaba instigada y organizada por Marruecos.
-Nunca lo han reconocido, pero se sabe. Situémonos en 1957: hacía 35
años de Annual, y 20 de la Guerra Civil. Al gobierno de la época lo
último que le interesaba era un lío monumental como el que parecía que
podía estallar en Ifni. A nosotros nos soprendía enormemente que los
periódicos españoles que leíamos no dedicaran ni una sola línea a Ifni. Y
así ha sido desde entonces: por eso levantamos la asociación de
veteranos, para que se nos reconozca lo que hicimos...
-¿Y qué hicieron?
-Al fin y al cabo, fuimos los últimos que defendimos lo que quedaba del
imperio español. Pero miento: sí que se nos reconoció el esfuerzo, con
una medalla de latón. Lo que me sorprende no es que la Dictadura nos
ignorara, al fin y al cabo qué podíamos esperar de aquella gentuza. Se
entiende que no quisieran revivir el fantasma de las guerras de África.
Lo que nos solivianta es que con la democracia, y después de 50 años de
aquello, no se reconozca que en Ifni hubo una guerra, todo lo corta que
se quiera, pero una guerra con todas las de la ley -y con tres
centenares de españoles muertos.
-¿Qué es lo que reclaman, ustedes, exactamente?
-Reconocimiento. Primero, con una labor de divulgación. Después, con la
extensión a los veteranos de Ifni de los derechos que hoy amparan a los
veteranos de las misiones en Kosovo y Afganistan. Ni más ni menos. Lo
que no es justo es el olvido actual.
-Es indiscutible que hoy Ifni a la mayor parte de la población le suena a cosa marciana. Bien pocos podrían situarlo en el mapa.
-Lo cierto es que Ifni los militares profesionales vivían la mar de
bien, con sus salarios doblados y sin hacer gran cosa. Pero es que
aquello era un puro abandono: la única riqueza era la pesquera. Se podía
haber explotado montando fábricas conserveras. ¿Por qué no se hizo?
Durante la primera semana de la guerra el alimento principal de la tropa
fueron las sardinas de un banco que había ido a parar a la costa. Pero
claro, primero habría habido que construir un puente de verdad. Cuando
volví a Ifni en el 2000, una empresa valenciana había abierto unas
instalaciones para elaborar conservas: ¡en unos antiguos edificios de
intendencia del ejército español que alquilaba al gobierno marroquí por
18 dirhams al mes! Unas conservas destinadas en su mayor parte al
mercado español. O sea, que no que no se hizo cuando era una colonia
española se hace ahora que es marroquí.
-Tampoco da la impresión, leyendo sus memorias, que aquello fuera un caos, ni un nido de mandos ineptos.
-Es que no lo eran. Lo que faltaba en Ifni eran civiles, hombres de
negocios, empresarios. Los militares cumplían con su deber... y hacían
lo que podían. El armamento daba miedo de lo viejo que era, pero esto no
era culpa de los oficiales destinados en Ifni, sino del gobierno. Yo
mismo hice la instrucción... ¡con un fusil que todavía llevaba estampado
el sello de la Generalidad republicana! Por lo menos tenía 30 años.
-¿No vieron un solo Cetme?
-Los soldados de reemplazo, no; la Legión y los paracaidistas, sí.
-Se ha convertido en tópico referirse a la de Ifni como la "guerra
secreta" o la "guerra silenciada". Pero viendo las fotografías de Carmen
Sevilla y Gila desembarcando en Sidi Ifni, y que en las Navidades de
1957 el diputado por Barcelona organizó una colecta para hacer llegar un
lote a las tropas, parece que sí que tuvo cierta repercusión en la
prensa.
-Para escribir mis memorias tiré mucho de hemeroteca, y puedo dar fe de
lo que decían, sí, y sobre todo de lo que callaban los diarios de la
época. La Vanguardia, por ejemplo, habla tan solo en dos tres ocasiones
de Ifni... entre el 27 de noviembre y el 15 de diciembre: lo más crudo
de la guerra. Y todavía, informaciones interiores: nada de portada ni de
grandes despliegues. Curiosamente, el único medio que hizo un
seguimiento relativamente extenso de la guerra fue Arriba, el diario
oficial del Movimiento, pero siempre desde una perspectiva digamos
imperial, que si héroes por aquí, patria y sacrificio por allá. Y a
partir de enero, silencio absoluto. Ifni desaparece de los diarios.
-Los desastres, las posiciones interiores que iban cayendo, ¿también se silenciaron?
-La muerte de Ortiz de Zárate, primer paracaidista caído en combate, no
se podía ocultar, así que lo convirtieron en un héroe: hasta el punto
que la 3a bandera paracaidista lleva hoy su nombre. Pero lo cierto es
que de unos hechos así hoy habría un seguimiento exhaustivo. Y lo
repito: a partir de enero, silencio. Estoy seguro que hubo consignas
superiores en este sentido.
-Pero en Ifni se desplegaron miles de soldados: no se podía ocultar, una movilización como ésa.
-Repartidos por toda España. De mi comarca, la Conca de Barberá, que
tendría unos 20.000 habitantes, yo fui el único quinto que estuvo en la
guerra.
-Cuando volvió, ¿sabían algo de lo ocurrido en Ifni, sus amigos y conocidos?
-Les sonaba que había habido follón, pero ni por asomo sabían que en
Ifni se habían producido 700 bajas, entre muertos y heridos. Incluso
esto se ha sabido después, cuando el general García de la Vega escribió
su libro sobre la guerra. A él le dieron todas las facilidades que yo no
tuve para consultar las listas de bajas en el Archivo Militar. En fin,
que como mucho sabían de Ortiz de Zárate y de algún otro ilustre caído.
Lo que no pudieron ocultar fue la liberación de los soldados capturados
por los moros, Cinco o seis de los 80 hombres de mi compañía que estaban
en las guarniciones de los fortines fueron capturados. Tuvieron suerte,
porque aparte del cabo de Sidi Inno mataron a otros cinco. Debieron ser
sobre el medio centenar, y cuando los liberaron lo vendieron como
propaganda: los buenos oficios del franquismo y todo eso.
-También ustedes debieron hacer prisioneros entre los soldados del Ejército de Liberación.
-Por supuesto. No sé qué fue de ellos; sé que los enviaban a las
Canarias y me imagino que al final también los liberarían. De hecho, yo
mismo asistí a algunos interrogatorios, y por lo menos en estos no hubo
la menor violencia.
-Lo que me sorprende es que, excepto los más pequeños, los fortines resistieran el ataque de cientos, quizás miles de rebeldes.
-Nuestra suerte era que no disponían ni de morteros ni de artillería.
Los fortines eran baluartes; resistieron los mejor defendidos, como el
de Talata, con una guarnición de una veintena de hombres más los moros. A
éstos los debían desarmar al día siguiente, como ocurrió en la ciudad.
Aunque hay que reconocer que no cumplieron las consignas que les habían
dado: cada ordenanza tenía que liquidar a su oficial. Ninguno lo hizo.
Claro que con los españoles vivían muy bien, con unos sueldos que podían
llegar a las 3.000 pesetas. Eso, en la época y todavía más en Ifni, era
mucho. Y muchos de ellos todavía cobran la pensión como veteranos del
ejército.
-Teniendo en cuenta esta lealtad que los baamaranis mostraron hacia España, ¿cómo se explica la insurrección?
-Porque fue algo instigado desde el exterior. Vino de Marruecos; en Ifni
no había un sentimiento antiespañol; al contrario, los baamaranis
admiraban a Franco, eran más franquistas que la mayoría de los españoles
destinados a Ifni. Tenía narices, la cosa.
-Los sorteos de quintas, ¿eran limpios?
-Lluís Noguer dice en su libro, Almogàvers a la força, que en
1943 enviaron a Ifni a un grupo de catalanes y vascos en represalia no
se sabe exactamente por qué, quizás por catalanes y por vascos. Si fue
por esto, en la época de la guerra ya no existía, esta discriminación.
Cuando a uno le tocaba África, ya no había nada que hacer: tenía que
pisar África. En cierta ocasión apareció por el cuartel general un chico
de quien se dijo que era baloncestista de élite; anduvo tres o cuatro
días por allí y al siguiente desapareció: había regresado a la
Península. Los enchufes funcionaban de esta manera, pero primero tuvo
que ir a Ifni
-¿Cuáles eran los peores destinos en Ifni?
-Las guardias en la frontera, los fortines... A los fortines
habitualmente iba la policía. De hecho, me podía haber tocado a mí.
Sánchez de León, el que fue ministro de Sanidad con la UCD, estuvo
destinado en Telata. Como había estudiado Derecho, enseguida
congeniamos. En cierta ocasión le propuse escribir sobre este episodio,
pero dice que lo ha olvidado todo...
-¿Qué tiene de especial Telata?
-Es donde se produjeron más bajas. El plan de operaciones establecía que
las columnas enviadas desde Sidi Ifni tenían que liberar los fortines
sitiados y devolver a las guarniciones a la capital. Fue de camino a
Telata donde la sección de Ortiz de Zárate cayó en una emboscada,
tuvieron que refugiarse en una cresta y esperar a que Tiradores y
legionarios los liberaran... ¡A ellos, que iban a liberar Telata! En en
fin, la guarnición de Telata resistió como las demás, seis, siete, ocho
días antes de la llegada de refuerzos. Creo que los últimos en ser
liberados fueron los de Tiluin, donde tuvo lugar el primer salto de
combate del paracaidismo español. Muy bien armados, por cierto, con
Cetmes y ametralladoras.
-¿Hubo muchas bajas?
-En Telata, dos: un cabo apellidado Castillo y un brigada, gran tipo. Le
pegaron un tiro porque, esto si que hay que reconocerlo, los moros
-bien o mal armados- eran grandes tiradores. Tienen mucha paciencia y
eran capaces de pasarse las horas que fueran necesarias esperando su
presa.
-Antes de la guerra, las relaciones con los moros eran -dice- relativamente cordiales.
-En la ciudad, sí; en el interior las cosas eran más... vacilantes,
nadaban entre dos aguas, así que cuando veían que del otro bando era
más, pues cambiaban de bando.
-Cuando los desarman, ¿se establece entre ustedes y ellos un clima de desconfianza?
-Cuando estalló la guerra los militares se dieron cuenta -e hicieron
bien- de que mantener aquel pedazo de tierra lleno de cactus y de
lagartijas era una pérdida de tiempo, con los fortines en mal estado y
la guerrilla al acecho. Oficialmente el territorio se había conservado,
pero en realidad lo que se hizo fue envolver Sidi Ifni, la capital, con
una triple barrera de alambre de espino, un perímetro de 6 o 7
kilómetros, reforzado con ametralladoras y pozos de tiradores. No hubo
demasiados follones, aunque en mi opinión todas las quintas que fueron a
Ifni después de la mía, aunque la colonia no estuviera oficialmente en
guerra, merecen el mismo tratamiento de veteranos de guerra, porque la
realidad es que en Ifni estuvieron en pie de guerra hasta la retrocesión
de 1969.
-La guerra acaba en junio de 1958, pero no se firmó oficialmente la paz. ¿Hasta cuándo duró, la presión de las bandas armadas?
-En Navidad todo había terminado: los fortines habían sido liberados y en febrero ya los habían dinamitado.
-Le preguntaba por las relaciones con los moros: usted mismo dice que
dejó de llevarle la ropa a la señora que le hacía la colada después de
la insurrección.
-Había tensión, desconfianza y miedo. Temíamos que les hubieran cambiado
el chip y nos fueran a poner una bomba. No pasó nada de esto, pero lo
cierto es que eran dos formas de pensar diferentes: no sabíamos como iba
a reaccionar, aquella gente, así que los desarmaron y les dijeron:
"Sentáos aquí y a final de mes cobraréis la muna". Incluso llegaron a retirar al personal moro que servía en el casino de oficiales.
-A los nativos que se mantuvieron leales a España, ¿los represaliaron, en 1969, con la incorporación a Marruecos?
-Que sepamos, no. En los años 50 habría unos 3.000 habitantes; hoy deben
de ser sobre los 10.000. Todo continúa igual: las viviendas de
oficiales, la pagaduría, incluso el águila franquista sigue en su sitio,
y el campo de aviación... aunque lleno de cabras. La plaza de España,
hoy de Hasán II; el monolito a Capaz, que ocupó Ifni en 1935 -aunque sin
el busto.
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