Fuente: El Faro de Ceuta
La Guerra de Ifni-Sáhara 1957/58. Fue un
batallón “real y muy efectivo, partió de la idea de mi buen amigo
Francisco Mena Díaz, en aquellas fechas comandante-jefe del Grupo de
Policía”
Al lector quizás le suene algo extraño el título del presente
artículo de Batallón de las Gabardinas, pero fue real y muy efectivo.
Ello partió de la idea de mi buen amigo (q. e. p. d.) Francisco Mena
Díaz, en aquellas fechas comandante-jefe del Grupo de Policía y delegado
gubernativo de Ifni.
En sus memorias él narra que ante la
incapacidad de mantener el orden y la seguridad en la ciudad de Ifni, le
sugirió al entonces general-gobernador Mariano Gómez-Zamalloa crear con
personal civil asesorado por oficiales del Grupo de Policía de Ifni, al
igual que el somatén, realizar lo mismo donde podían verse, a jueces,
banqueros, empleados, maestros, albañiles y hasta el propio delegado de
Iberia.
Francisco Mena Díaz, comandante del Grupo de Policía de Ifni.
Desde el anochecer hasta el amanecer
Mi
buen amigo Francisco Javier López Fernández en 1957 era funcionario del
Banco Exterior de España y el mismo recuerda que al llegar destinado a
Sidi Ifni, nada más bajar del avión fue acompañado al despacho del jefe
del Grupo de Policía de Ifni y allí mismo le fue entregado un fusil
“Mauser” 7.92, cartucheras y 150 cartuchos.
Sidi Ifni se había
convertido en 1957 en una ciudad militarizada. En el acuartelamiento
del Grupo de Policía se reunieron alrededor de 400 hombres de las más
variadas profesiones. Hombres, todos civiles, donde se les daban las
instrucciones y con las misiones a desarrollar. A partir de las 10 de la
noche y a cargo de un teniente del Grupo de Policía de Ifni salían
grupos de este personal civil patrullando por las calles y tambien
estacionándose en azoteas para mantener el orden público, sin faltar en
los macutos el termo de café y la botella de coñac para mitigar el frío
sahariano.
El nombre del Batallón de las Gabardinas procedía
que para abrigarse del frío y la humedad, al ser civiles no tenían
prendas (capote), por lo que la prenda de abrigo era la “gabardina” y
algunos una chilaba, aunque no era recomendable esta última prenda para
que no se confundieran con los moros. Para distinguirlos, en uno de los
brazos portaban un brazalete con la bandera de España. Lo mismo en una
patrulla había un fiscal o un albañil, así como abogados, funcionarios
de banco, médicos, maestros u otros de las más variadas profesiones.
Las
instrucciones que se les impartían eran claras. Al no haber luz en las
calles, si observaban algún bulto había que pedir el “¡santo y seña!”.
Si no respondían, había que dar el “¡alto!”. Estas medidas venían de las
fechas anteriores al verano de 1957, el que hubo varios atentados que
costaron algunos muertos.
Se opine lo que se quiera, la
realidad es que aquellos abnegados ciudadanos civiles del Batallón de
las Gabardinas realizaron una más que muy meritoria labor, la cual el
propio general-gobernador reconoció entregándoles a cada uno de ellos el
certificado y medalla de la Campaña de Ifni.
Francisco Javier López Fernández, funcionario del Banco Exterior de España y miembro del somatén en Ifni.
El enemigo era un burro
Francisco Javier López
Fernández, funcionario del Banco Exterior de España en Sidi Ifni y
componente del Batallón de las Gabardinas, presume de su amor a las
Fuerzas Armadas y su entusiasta labor en Ifni donde promovió el deporte
siendo nombrado Delegado de Deportes en Ifni, impulsando diversas
competiciones deportivas incluso una vuelta ciclista.
El gran
mérito de aquellos somatenes era que a partir de las 10 de la noche
realizaban sus rondas de servicio, la cual finalizaba a las 7 de la
mañana, donde cada uno de ellos se incorporaba a su puesto de trabajo. A
la gran mayoría no le hizo falta instrucción en el manejo de las armas
porque casi todos ellos habían hecho el servicio militar y alguno había
sido oficial de complemento en la Milicia Universitaria.
Un
periodista así narraba una noche con el Batallón de las Gabardinas: “El
teniente de policía Silviano es de Garachico (Tenerife). Nos lleva al
retén, donde se les reúne a los somatenes y salimos de servicio. Como
hace frío, algunos se tapan la cabeza con la capucha. El Teniente
Silviano les advierte llevar la cabeza descubierta porque el peligro es
que te confundan con un moro y los soldados no se andan con chiquitas”.
(Heraldo de Aragón, 10 de enero de 1958, Rufo Gamazo Rico).
Una
de las noches que Francisco Javier López Fernández prestaba su servicio
con el Batallón de las Gabardinas, en horas de la madrugada observó
desde una azotea, lugar donde estaba apostado, un bulto. Como quiera que
le dio el “¡alto!”, y tampoco respondió al “¡santo y seña!”, apuntó el
“Mauser” y disparó a dicho bulto, comprobando por la mañana que el
enemigo que no contestaba no era otra cosa que un burro, con la certera
puntería que el burro quedó tieso. Al día siguiente el propio
general-gobernador felicitó a este somatenista.
De la
brillante actuación del Batallón de las Gabardinas, destacó unas
estrofas de la letra de Felipe Briones: “defendamos con ilusión/el
serrucho y el cepillo/fragua y el martillo/para cumplir una misión. Una
misión es tu deber/un deber que es el honor/un honor que como
español/todos sabemos tener”.
El anterior periodista en una de
sus crónicas así relataba lo que él vivió: “en mi memoria Ángel Palve
maestro nacional y antiguo alférez provisional, que fue guía en las
columnas que rompieron el cerco de los puestos del interior, Gregorio
Pozo que después sería alcalde de El Aaiún, que habiendo sido destinado a
Madrid se quedó en Ifni formando parte del somaten, a Vinue, delegado
de Iberia en Sidi Ifni, un hombre valiente que quitó la bandera marroquí
que había sido colocada en lo alto de una torre”. (Arriba, 9 de enero
de 1958, Rufo Gamazo Rico).
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