Fuente: El Faro de Ceuta
Algún iluso cargado de resentimiento al anterior régimen ha mentido
miserablemente, afirmando que España trató en el Protectorado de
Marruecos igual que en Ifni y Sahara dejando solo pobreza y abandono.
Los hechos están tanto en las hemerotecas, como en las obras que allí
dejó España y los millares de millones de las antiguas pesetas en
hospitales, aeropuertos, escuelas, carreteras, viviendas, luz, agua y
otras infraestructuras para recibir lo más triste, la ingratitud. De los
primeros ya los identificó un celebre emperador: “El honor tiene una
ventaja muy grande sobre el hombre de ingenio, ‘siempre está contento de
sí mismo” (Napoleón Bonaparte).
Mapa del Sahara.
El duro desierto sahariano
Mi
buen amigo, el fallecido teniente general Gerardo Mariñas Romero,
perfecto conocedor del desierto sahariano por los años que estuvo al
mando del IV Tercio “Alejandro Farnesio” en Villa Cisneros. Este
prestigioso soldado en sus memorias desenmascara a los ignorantes sobre
este territorio, y así dice: “mucho se ha escrito sobre el Sahara,
algunos autores lo han hecho magistralmente, otros con mucho acierto y
muy pocos con una osadía sin límites se han atrevido a opinar sobre el
Sahara, sus habitantes y la acción española con total desconocimiento
absoluto, sacando conclusiones falsas y hasta demoledoras en contra de
la labor que allí España realizó”.
Y
es que para conocerlo hay que haberlo pisado de un extremo a otro,
aguantar temperaturas de hasta 60 grados, pasar sed y sufrir los
terribles efectos del ‘irifi’, y quizás aún mejor lo dejó escrito este
ilustre personaje: “Al Sahara hay que conocerlo para amarlo, porque
amándolo no se olvidará jamás” (Saint-Exupéry, literato y famoso aviador
francés).
Aquellos soldados españoles en los territorios de
Ifni y Sahara se encontraban con dos enemigos: el primero, la dureza del
desierto con temperaturas extremas y asfixiantes durante el día y de
noche frío y el segundo enemigo eran las bandas rebeldes del Ejército de
Liberación Marroquí que, aunque mal alimentadas, estaban perfectamente
equipadas con uniformes de campaña y con armamento del ejército francés,
fusiles españoles y ametralladoras que habían sido entregadas al
Ejército Real. Incluso poseían metralletas “Thompson” de fabricación
americana.
La intervención extranjera en la Campaña de Ifni y
Sahara está demostrada como así consta en un informe del Gobierno del
África Occidental Española, donde consta que las bandas disponían de 50
camiones “GMC” nuevos de fabricación americana, así como víveres de
procedencia también americana.
Mil nativos al borde de la muerte
Manuel Mulero Clemente, Coronel delegado gubernativo del Sahara.
Según narra
mi buen amigo fallecido, el general Rafael Casas de la Vega en su libro
“La última Guerra de África”, el verano de 1957 fue de una sequía
extrema tal que los escasos pozos existentes en la región centro de agua
dulce estaban secos casi todos.
La dureza del desierto no hay
que temerla, pero si respetarla. El fallecido teniente general Gerardo
Mariñas Romero, que estuvo seis años como coronel-jefe del IV Tercio en
Villa Cisneros, explicaba la manera de sobrevivir: “el peligro
psicológico en el desierto se respeta. Ante cualquier situación, por
difícil que sea, aunque nos veamos perdidos, desorientados y sin amparo
en medio del desierto, no nos dejemos desanimar por el pánico, confiemos
en la calma y multipliquemos por cien nuestra paciencia”. Magistral
lección para el que pisa el desierto sahariano.
En la ‘guelta’
enclavada en los montes de Zemmur existía un pequeño pozo donde los
nativos nómadas encontraban ese rico tesoro llamado agua. Allí se fueron
reuniendo saharauis de varias tribus con sus rebaños en busca del agua,
pero la sequía se había tragado ese rico tesoro. Tan solo quedaba un
pequeño pozo con muy poca agua, y la que había no llegaba ni a una
tercera parte de los nativos.
El ganado iba sucumbiendo. Los
camellos y las cabras morían y con los cadáveres de los animales al
calor, las hienas y chacales encontraban un festín. Los cerca de 1.000
nativos, entre hombres, mujeres y niños, veían la muerte cerca de ellos.
Lo más grave es que los nativos habían pedido ayuda a las bandas
rebeldes, y la respuesta de un gerifalte llamado Shala fue: “la tribu de
Erguibat es muy numerosa, no importa que mueran cientos de ellos”. Los
nativos decían que “si eso era el Ejército de Liberación, que no los van
a salvar, mejor era seguir con España”.
Ante esta tragedia,
un grupo de varios delegados de las tribus fueron a Smara a pedir
socorro, comunicando por radio a El Aaiún lo que sucedía. El entonces
Delegado Gubernativo, el coronel Manuel Mulero Clemente, conocedor del
Sahara y muy humano, ordenó inmediatamente que saliese un convoy con
agua, alimentos y personal sanitario. A las 9 de la mañana del 1 de
agosto de 1957 llegó el primer convoy con agua, alimentos y
medicamentos. En primer lugar, se suministró agua a los niños y a las
mujeres y, posteriormente, llegó otro convoy con varios camiones y
cisternas y con ello se logró salvar al millar de nativos. Con esto
queda claro que esta fue una de las muchas acciones humanitarias lleva
das a cabo por España en el Sahara.
Aunque se han escrito
infinidad de falsedades sobre la acción de España en Ifni y el Sahara,
reconforta recordar lo que tan acertadamente escribió un intelectual:
“hacer bien y que hablen mal de uno es propio de reyes”.
|