Fuente: El Faro de Ceuta
Para quien no conozca el nombre de Tabelcut, se trata de un puesto
que guarnecía la frontera de Ifni con Marruecos, defendido por una
reducida guarnición de un teniente de la Policía de Ifni, un cabo 1º del
mismo cuerpo y unos pocos soldados de policía europeos, así como unos
pocos musulmanes y un cabo 1º de la Guardia Civil, Juan Rubio Martos, y
su esposa María Luisa Díaz Alcoba y sus dos hijos menores. Contaban con
armamento anticuado y unas pocas granadas de mano, por lo que los medios
de defensa eran anticuados y nada prácticos para un caso de defensa.
Un círculo señala a Alfonso Alsua el día de la liberación en el Palacio de Rabat. En primer plano el rey Mohamed V.
Alfonso
Carlos Alsua Iruruzun lo que menos pensaba era que una vez alistado en
la Caja de Reclutas su destino iba a ser a más de 2.000 km de su Navarra
querida. Y así sucedió tras el sorteo y posterior destino a Ifni, de
los vagones de ferrocarril a Cádiz y del puerto gaditano a Sidi Ifni.
Una vez en Ifni ya les comunicaron que el destino iba a ser el Grupo de
Policía de Ifni nº 1.
El
alojamiento fue desconcertante, en tiendas de campaña y con una
preparación muy dura por parte de un cabo paracaidista, Manuel Tuero
Madiedo. En algún momento estos policías llegaron a odiar a este cabo
instructor, pero pasado el tiempo se lo llegaron a agradecer porque los
había preparado para lo que iban a enfrentarse, “una guerra”.
Alfonso,
una vez juró bandera fue destinado al puesto de Tag Agra, donde iba a
conocer lo que serian los ataques y no con piedras, por el contrario con
disparos de fusilería y ametralladora, como así sucedió cuando el
enemigo cortó el tendido telefónico, para lo cual salieron dos soldados
de transmisiones y 21 soldados, de ellos ocho policías europeos y dos
soldados musulmanes. Una vez reparada la línea telefónica, al regreso al
cuartel de Tag Agra fueron tiroteados por el enemigo y durante dos
horas de combate pudieron regresar con un herido.
Sin
embargo, lo más chocante es que vieron a una camioneta con varios
soldados de policía y un oficial. Al verlos, Alfonso y sus compañeros
lanzaron varias ráfagas de fusilería para que vieran donde se
encontraban. El oficial y los soldados, creyendo que eran enemigos, se
dieron la vuelta y los dejaron abandonados. Más tarde, la misma
camioneta con un teniente y varios soldados se aproximaron a ellos, pero
creyendo que eran rebeldes al oír los disparos de advertencia, dieron
la vuelta y los dejaron abandonados.
Finalmente, tras dos
horas de un largo camino pudieron llegar hasta Tag Agra, pero eso sí,
advertidos por dicho oficial de no contar lo antes sucedido salvo si
querían sufrir un arresto.
Año y medio prisioneros de Marruecos
El
23 de noviembre de 1957, de improviso, el puesto de Tabelcut era
atacado por varios grupos del Ejército de Liberación Marroquí, donde la
exigua fuerza española, al mando del teniente Felipe Sotos Fernández, se
organizó la defensa con la precariedad del armamento como fusiles,
alguna ametralladora y granadas de mano. A pesar de los ataques, la
guarnición de Tabelcut mantuvo a raya al enemigo sin llegar a alcanzar a
tomar el puesto, pero la situación se volvió dramática en una
habitación con la esposa y los dos hijos del cabo 1º de la Guardia
Civil, que llorando lo que hacían era más dramática la situación.
Pasados
dos días del ataque apareció un vehículo procedente Mirleff con una
bandera blanca, en el cual iba el caíd de Mirleff, expresando que quería
dialogar con el teniente-jefe del puesto, el cual le dijo al teniente
que para evitar sufrimiento a la guarnición, y en especial a la mujer y
los dos hijos, se comprometía a llevarles hasta Mirleff y una vez allí,
donde con su armamento, se les devolvería así con la bandera de España
para entregarles a las autoridades españolas del Consulado de Agadir y
ser devueltos a España.
La estancia en uno de los lugares del cautiverio fue algo horrible,
dormían en un zulo sin ver la luz solar y con una comida que era pura
bazofia y el trato era inhumano, torturas, amenazados con un fusil
apuntando a la cabeza simulando un fusilamiento, y en más de una ocasión
les pedían que los matasen.
Cierto día, Alfonso oyó unos
ruidos de una habitación, como queriendo llamar la atención. Ante ello,
Alfonso hizo por verse con el autor de dichos ruidos, que resultó ser un
brigada del ejército francés, tambien prisionero. Tras ese encuentro
entabló amistad y hablaron varias veces afirmando este brigada a Alfonso
que si algún día lo liberaban, lo primero que haría al llegar a Francia
era comunicarlo a las autoridades francesas para hacerlo llegar a las
autoridades españolas.
Y así fue como España se enteró que
en Marruecos había 40 prisioneros españoles. Este cautiverio lo
compartieron tambien con otra mujer, esposa de uno de los fareros de
Cabo Bojador.
El resto de los 40 prisioneros eran todos
militares de tiradores y del Grupo de Policía de Ifni. La entrega de
estos españoles fue en el Palacio Real de Rabat ante el rey Mohamed V,
su hijo, el entonces príncipe Hassan, y el embajador de España en
Marruecos, en un acto deplorable tras haber permitido que estos
españoles estuviesen prisioneros y con un trato humillante sin tener en
cuenta que allí había mujeres y niños que no eran para nada
combatientes.
Años después, al menos el gobierno español
reconocía este cautiverio a María Luisa Díaz Alcoba y sus dos hijos, y
el Ministerio del Ejército les concedía a ambos la “Medalla de
Sufrimientos por la Patria”, en el destino que su esposo, el cabo 1º
Juan Rubio Martos tenía en Las Palmas de Gran Canaria. El olvido a estos
excombatientes de la Campaña de Ifni por parte de los políticos les
viene bien esta cita: “el más elevado tipo de hombre es el que obra
antes de hablar y profesa lo que practica” (Confucio).
Alfonso Carlos Alsua Iruruzun.
En un acto de cobardía y traición,
por el contrario, fueron entregados a las bandas del Ejército de
Liberación Marroquí, donde hasta su liberación sufrirían un cautiverio
de año y medio en varias localidades de Marruecos.
La estancia en uno de los lugares del cautiverio fue algo horrible,
dormían en un zulo sin ver la luz solar y con una comida que era pura
bazofia y el trato era inhumano, torturas, amenazados con un fusil
apuntando a la cabeza simulando un fusilamiento, y en más de una ocasión
les pedían que los matasen.
Cierto día, Alfonso oyó unos
ruidos de una habitación, como queriendo llamar la atención. Ante ello,
Alfonso hizo por verse con el autor de dichos ruidos, que resultó ser un
brigada del ejército francés, tambien prisionero. Tras ese encuentro
entabló amistad y hablaron varias veces afirmando este brigada a Alfonso
que si algún día lo liberaban, lo primero que haría al llegar a Francia
era comunicarlo a las autoridades francesas para hacerlo llegar a las
autoridades españolas.
Y así fue como España se enteró que
en Marruecos había 40 prisioneros españoles. Este cautiverio lo
compartieron tambien con otra mujer, esposa de uno de los fareros de
Cabo Bojador.
El resto de los 40 prisioneros eran todos
militares de tiradores y del Grupo de Policía de Ifni. La entrega de
estos españoles fue en el Palacio Real de Rabat ante el rey Mohamed V,
su hijo, el entonces príncipe Hassan, y el embajador de España en
Marruecos, en un acto deplorable tras haber permitido que estos
españoles estuviesen prisioneros y con un trato humillante sin tener en
cuenta que allí había mujeres y niños que no eran para nada
combatientes.
Años después, al menos el gobierno español
reconocía este cautiverio a María Luisa Díaz Alcoba y sus dos hijos, y
el Ministerio del Ejército les concedía a ambos la “Medalla de
Sufrimientos por la Patria”, en el destino que su esposo, el cabo 1º
Juan Rubio Martos tenía en Las Palmas de Gran Canaria. El olvido a estos
excombatientes de la Campaña de Ifni por parte de los políticos les
viene bien esta cita: “el más elevado tipo de hombre es el que obra
antes de hablar y profesa lo que practica” (Confucio).
Alfonso Alsua en la moto conducida por el cabo 1º Serapio en un puesto de Ifni.
|