Fuente: 24Kilates
Durante mi servicio militar en Ifni (casi año y medio entre 1961 y 1962)
nunca estuve enfermo; la juventud, la buena salud y la suerte me
evitaron pasar por el Hospital; no obstante; no obstante, en el mes de
Septiembre de 1961, aquejado de un fuerte dolor de muelas, el sargento
de la oficina (Antonio Fortes) me acompañó al gabinete odontológico
vacante del facultativo titular (había sido expulsado del Territorio por
intentar casarse con una nativa musulmana) a cuyo frente se hallaba un
brigada de Sanidad (Manrique de apellido, según mis notas) que sin
demasiados miramientos me extrajo una pieza dentaria; me dolió tanto
que, desde entonces, me horroriza ir al dentista. Esa es mi experiencia
personal.
Edificio del Hospital de Sidi Ifni.
Por si alguien tiene dudas sobre si los reclutas y después soldados del
ejército de Ifni eran bien atendidos sanitariamente, debo afirmar
rotundamente que en ese aspecto (aunque no los utilicé personalmente)
siempre estuvimos amparados. Al reconocimiento previo en el Hospital de
Málaga (antes de embarcar) siguió otro reconocimiento en el Dispensario
de Sidi Ifni, un par de días después de nuestra llegada; en el
Campamento todas las mañanas acudía un médico militar que reconocía a
aquellos reclutas que se habían apuntado a reconocimiento (en esas
listas no estuvo nunca mi nombre), y en las tres ocasiones en que fui al
Hospital para visitar a compañeros enfermos, me llamó la atención las
modernas instalaciones y el trato tan afable de las monjitas que
atendían a los pacientes y a nosotros, los visitantes. Era una colisión
entre la rudeza del ambiente militar en que te desenvolvías frente a la
limpieza, paz, sonrisas, excelente alimentación (según comentaban los
amigos) y el humanitario trato de médicos, sanitarios y monjas. El
testimonio escrito de dos soldados que estuvieron largo tiempo
hospitalizados (uno en 1959 y otro en 1960) son totalmente
corroboradores de lo que nosotros pudimos observar personalmente, que
honran a la verdad y destruye algunas críticas sin fundamento sobre la
sanidad en Ifni.
Cuando hace algo más de diez años, con mi inmediata jubilación
profesional en ciernes me dio por desempolvar papeles y recuerdos del
servicio militar en Ifni, llegaron a mis manos los testimonios de otros
compañeros que, en parte, incorporé a HISTORIAS SECRETAS DE IFNI (HABLAN
LOS SOLDADOS); otros están encerrados (no enterrados) en los cajones de
mi mesa de despacho a la espera de que alguien (yo mismo) los ponga en
circulación.
Al buscar “material” para estos folios sobre el Hospital de Sidi Ifni y
los servicios sanitarios de la provincia encuentro un curioso “Diario”,
diario de verdad pues está escrito día a día durante toda su mili, de un
castellonense (PASCUAL GUILLAMÓN) del Regimiento Tetuán 10 de
guarnición en Castellón de la Plana, que incorporado al servicio activo
en Marzo de 1958 se vio desplazado con el Batallón Expedicionario a
Ifni, sustituyendo a otros batallones que habían participado en la
guerra (Soria 9, Pavía, etc.) a partir de Julio de aquel año 1958.
Destinado Pascual a la Plana Mayor del Batallón, en calidad de
enlace-escribiente, en las oficinas que se les facilitó en el
Ayuntamiento, y deambulando desde la ciudad al cuartel del Grupo de
Tiradores diariamente, desayunando, comiendo o cenando en el Cuartel de
la Policía y pernoctando en un barracón de madera que se les habilitó a
los treinta componentes de los destinos de la Plana ubicado en el
descampado existente entre el océano y el campo de aviación, junto al
matadero municipal (lugar en el que se instalaría el campamento del
Grupo de Policía tres años después) del que recuerda sus bellas vistas
al mar y los millones de pulgas que les hacían la vida imposible (pulgas
que sobrevivieron, pues en el Campamento que tuvimos nosotros, allí
estaban, dando por saco día y noche), narra sus visitas al Hospital
(como enlace) para llevar a sus compañeros ingresados el correo, los
giros postales y paquetes recibidos para ellos; el buen ambiente,
exquisito trato, buena comida (un par de veces las monjitas le hicieron
compartir los manjares de los enfermos).
Barracón de madera y soldado comiendo
(Foto archivo propio)
Este “Diario” escrito con sencillez y sinceridad, cuyo manuscrito fue
puesto en limpio por un compañero de Pascual bajo el título de “DIARIO
DE PASCUAL GUILLAMÓN GUILLAMÓN (EL BARRACÓN QUE MIRA AL MAR) es tan
minucioso que nos permite saber día a día la temperatura, las nieblas,
los precios de los artículos que se vendían en el Zoco, las películas
que se exhibían en el Avenida, los menús de Tiradores, Paracaidistas y
Policía, de los que participaba él; las mariscadas… En fin: Son doce
meses minuciosos de una lectura agradable y nostálgica para los que
estuvimos allí y vimos como el calendario discurría lenta pero
inexorablemente.
Llegado el viernes festivo día uno de Mayo de 1959, cuando el final de
la mili se veía tan próximo, Pascual le confiesa a su “amigo Diario” que
está enfermo; la comida ha consistido en garbanzos y un nuevo duro con
ensalada y de postre flan, pero que no ha tenido ganas de salir del
barracón pasando la tarde escribiendo cartas
El sábado 2, pese a encontrarse mal, ha tenido que ir a la oficina para
despachar el trabajo allí acumulado; el domingo día 3, pese a los
molestos dolores por todo el cuerpo, realiza su particular zafarrancho
de limpieza personal y lavado de ropa, acude a la misa de 11,30 tras el
que ha presenciado el desfile militara en el que intervino la Legión,
Ceuta 54 y Argel 27 y por la tarde (a las 7) fue al Avenida a ver la
película “El jugador”.
Sigue con su rutina diaria (deja constancia de que esos días son
esplendidos y soleados); que el miércoles 6 les han dado ropa nueva o de
recambio a todos los de su Batallón (dos pañuelos, una toalla, dos
pares de calcetines y un par de calzoncillos).
Es consciente Pascual de que conforme pasa el tiempo su salud empeora
pero no hasta el punto de no permitirle continuar efectuando sus
obligaciones militares; sus limitaciones son más “personales”: No sale
de paseo, no tiene el buen apetito de costumbre, está algo deprimido
(según le confiesa a su “Diario”), añora las atenciones que sin duda le
estaría prodigando su madre allá en el domicilio familiar de Castellón…
Piensa que puede tener gripe (otros compañeros la han pasado). Sigue así
hasta que el domingo día 10, aprovechando la festividad se queda en la
cama; no tiene ánimos para levantarse y cree tener fiebre.
Veamos lo que consigna en su Diario, de forma detallada, sobre la
enfermedad que sin duda padece, su ingreso en el Hospital, las
atenciones recibidas y su valoración personal de los servicios
sanitarios de Ifni.
Día 11, lunes
Incluso con fiebre he ido al médico. Me ha reconocido y me ha dado unas cuantas pastillas.
Día 12, martes
Me han puesto una inyección de penicilina y la vacuna contra el tifus.
Día 13, miércoles
Continúo igual, casi peor… La fiebre no baja y me han vuelto a poner
otra inyección de penicilina. Como no tengo ganas de comer (¿te lo
imaginas, “Diario”?) he tenido que comprarme leche condensada, un bote
de melocotón en almíbar y un paquete de galletas, para ver si así, con
estas cosas que siempre apetecen a todo el mundo, me decido a comer
algo.
Día l4, jueves
La fiebre no desaparece y sigo sin comer nada.
He hablado con el maestro armero, que es una buena persona que me
aprecia mucho, para que venga a verme el médico y, si es necesario, me
lleven al Hospital, pues no estoy nada bien, y aquí, en el barracón, no
creo que pueda recuperarme del todo. El buen hombre se ha ido sin más
espera en busca del capitán Ayudante del Batallón, que con frecuencia se
encuentra en la Comandancia, y, nada más explicarle a éste mi
situación, los dos se han marchado en busca del médico del Argel 27 (el
nuestro está en el puesto de socorro del Batallón, en primera línea), y
como no aparecía por ninguna parte, se han encaminado directamente al
Hospital del pueblo, a fin de que un médico de allí viniera a verme lo
antes posible, pues no puedo moverme de la cama por culpa de la fiebre.
Al llegar el oficial médico al dormitorio me ha tomado la temperatura y
tenía treinta y nueve grados. El maestro armero -que lo ha acompañado
durante todo el tiempo del reconocimiento- llevaba en su mano derecha mi
baja de Hospital para que el facultativo la firmara y pudiera así
ingresar en este establecimiento sanitario.
Por la tarde, ya acostado en mi cama del Hospital de Ifni, me han tomado
de nuevo la temperatura y tenía treinta y nueve grados y medio.
Día 15, viernes
Sigo con fiebre, pero hoy me ha bajado a treinta y ocho grados. Me han puesto una inyección por la mañana y otra por la tarde.
Aunque no tengo ganas de comer, las hermanas (que son como unas
verdaderas madres para los enfermos) me traen la comida y no dejan de
animarme para que coma, y eso es lo que procuro hacer, si bien con no
pocos escrúpulos (¿sigues sin creértelo, verdad?). De todas formas, sé
que no debo hacer el tonto y que he de comer como antes, para
reponerme... ¡Quién me iba a decir a mí que yo despreciaría los buenos
filetes de carne, los huevos, la leche y los estupendos postres, tanto a
mediodía como por la noche!...
Día 16, sábado
Hoy me encuentro mejor, pero, cosa extraña, he llegado hasta los
cuarenta grados de fiebre y sudaba mucho. Me han vuelto a poner una
inyección por la mañana y otra por la tarde, hace unos minuto
He comido algo más que durante los últimos días, aunque todavía poca
cosa. La cena de esta noche ya la he tragado con menos problemas.
No sé qué me da verme aquí en el Hospital como enfermo, tantas veces
como yo he venido a este lugar para ver a los compañeros ingresados y
estar un rato con ellos, sin pensar nunca que también a mí me tocaría
pasar por semejante situación, nada agradable, te lo juro.
¿Sabes, amigo?, hoy no he podido evitar sentirme un poco "depre". ¡Mira
que ser mi santo y cumpleaños y estar fuera de la familia por primera
vez en mi vida, y metido en un pequeño Hospital africano con treinta y
nueve grados y medio de fiebre! (¡que sigue sin bajar!). ¡Dita sea!...
De nuevo me han puesto una inyección por la mañana y otra por la tarde. ¡Vaya santo y cumpleaños!
Día 18, lunes
A partir de hoy, y además de los pinchazos, me dan cuatro pastillas de
terramicina, dos por la mañana y dos por la noche (vienen las hermanas
de guardia y me despiertan para que me las tome).
Hoy sólo he tenido treinta y ocho grados de temperatura.
Día l9, martes
Sigo con el mismo tratamiento y la temperatura se encuentra estabilizada en los treinta y ocho grados.
Día 20, miércoles
Hoy, ¡por fin!, ya no he tenido fiebre y he podido levantarme para comer.
El tratamiento sigue siendo el mismo.
Día 21, jueves
Me han retirado las inyecciones de penicilina y ahora tomo solamente las cuatro pastillas de terramicina.
Día 22, viernes
Mis medicinas han quedado reducidas a sólo dos pastillas de terramicina cada día.
Por cierto, ¡hay que ver lo bien que se está aquí, en el Hospital! Se
come en abundancia, te cuidan de maravilla y todo es de "categoría".
Para que veas un ejemplo, te diré que hoy nos han dado de primer plato
fideos, pero ¡qué fideos! (a estos fideos me apunto yo todos los días de
la semana); de segundo, dos huevos fritos, y de postre: una naranja, un
flan, un vaso de leche y un paquete de galletas. Además, ¡duermes en
una cama que parece que estás en el mismísimo cielo, y no te falta
ningún detalle!
Por todo esto, ¡y mientras pueda!, ¡no salgo de aquí hasta que me echen a patadas! ¡Puedes creértelo!
En el Hospital de Sidi Ifni en octubre de 1965.
Día 23, sábado
En el reconocimiento médico de esta mañana me han quitado las pastillas.
Como me encuentro débil, el médico me ha mandado unas inyecciones de
vitaminas.
Dado que tengo muchas más ganas de comer (¡este sí que soy yo!) “trago”
todo lo que quiero, igual en el desayuno que en la comida y en la cena,
especialmente leche, flanes y galletas; pues esto es verdadera salud,
¿no te parece? También duermo bastante.
Día 24, domingo
Al ser domingo, hoy no he tenido reconocimiento médico y me han dejado
salir a pasear por el pueblo unas horas, de una a cinco de la tarde.
Día 25, lunes
Le he dicho al capitán médico que sigo algo debilucho y enclenque, y él,
después de explorarme detenidamente, siempre sonriendo, me ha hablado
así:
-Estás bien; ya no tienes nada...
¡Y es que se come y se duerme tan bien aquí...! ¡Mejor que en casa!
Día 26, martes
Ahora ya me encuentro sano y fuerte como una roca, pero el médico no me ha dado todavía el alta.
Estoy algo avergonzado porque lo único que hago en estos momentos es
comer y dormir. Bueno, también rezo el rosario por las tardes y me voy a
arreglar un poco las flores del jardín.
Día 27, miércoles
He asistido a una nueva consulta médica esta mañana y el capitán no me
ha dado el alta. ¡Casi pego un salto de alegría al ver que aún tendré
que continuar un poco más en el Hospital!
Como de costumbre, no me han faltado mi flan, mi vaso de leche y mis
galletas, ¡nutrientes que no se ven todos los días por estos infiernos
del demonio!
Esta tarde hemos estado un buen rato de broma. Un legionario que también
se encuentra hospitalizado y yo nos hemos disfrazado con las mantas y
las sábanas de las camas de la sala. Él, el "legía", ha hecho de moro y
yo de mora. De velo me he puesto una de las servilletas que hay en el
trinchante, y así hemos estado brujuleando de un lado para otro,
haciendo las delicias de muchos de los compañeros enfermos. Desde luego
que si nos llegan a pillar las hermanas ¡nos matan! ¡Mira que somos
retorcidos a veces los soldados!
Día 28, jueves
Tampoco hoy me ha dado el médico el alta. Yo me he dicho para mis adentros: "¡De maravilla, Pascual; un día más de paraíso!"
Día 29, viernes
Lo mismo que ayer.
Sigo poniéndome las inyecciones de vitaminas, que realmente ya no creo necesitar de lo bien alimentado que estoy.
Día 30, sábado
Esta mañana hemos estado unos cuantos enfermos (bueno, yo ya no me
considero enfermo) en la azotea del Hospital presenciando el ensayo de
la Jura de Bandera de los reclutas destinados a Ifni.
Por la tarde -sí que lo siento- ha ocurrido una desgracia. Resulta que a
un sargento le ha caído un poste en la cabeza y lo han traído al
Hospital en muy mal estado, falleciendo poco después. Según los
comentarios que he escuchado por la sala, ha dejado esposa y una niña
pequeña (la señora está embarazada). Una verdadera tragedia...
Día 31, domingo
Después de comer, y por ser domingo, nos han dado permiso para salir al
pueblo hasta las cinco y media de la tarde (naturalmente sólo a los
ingresados que ya estamos muy recuperados). He aprovechado entonces para
ir al barracón a ver a los compañeros, y a las tres he pasado por casa
del sargento de la oficina, quien me ha recibido junto a su señora e
hijos. He estado unos minutos con ellos y el suboficial me ha dicho que
mi preocupación de estos momentos ha de ser la de ponerme bien del todo;
que coma y me fortalezca lo más posible y que no me preocupe del
trabajo de la oficina, que ahora no es mucho el que tienen.
Lugares que frecuentaba Guillermo Guillamón. Cuartel de La Legión. (Fotos archivo propio)
Lugares que frecuentaba Guillermo Guillamón. Plaza de España (Fotos archivo propio)
MES DE JUNIO (ADIÓS A IFNI)
Día 1, lunes
Casi empiezo a extrañarme de que tampoco hoy me haya dado el alta el
médico. Me he dicho, sin embargo: “!A seguir alimentándome y a
descansar!”
Día 2, martes
No te había comentado antes que han venido a verme al Hospital mi
capitán y el maestro armero. Los dos me han dicho que no tenga ninguna
prisa en salir de aquí, que lo primero es mi salud.
Día 3, miércoles
Continúo ingresado.
He pedido permiso a la hermana para poder ausentarme del Hospital
durante unas horas y me lo ha concedido (quiero hacer unas compras en el
zoco). A las cinco de la tarde ya estaba de regreso en la sala.
El Zoco Nuevo (fachada y puerta de entrada) (Foto de Internet)
Día 4, jueves
Hoy tampoco me han dado el alta.
He escrito a Palomares, a la "madrina", a Fernando y a Vicente.
Sobre las once, el Capitán General de Canarias, dentro de su nuevo viaje
por estas tierras africanas, ha realizado una visita de inspección por
las dependencias del Hospital, acompañado por el mando militar de Ifni y
otras autoridades locales.
Esta tarde he hablado con un compañero del Grupo de Tiradores que es de
Lugo y me ha comentado que los gallegos y los canarios de los Tabores ya
han "entregado", así que ahora está claro que la licencia la tenemos
encima, si bien no me fío mucho de que también a nosotros, los del
Tetuán 14, nos llegue ese feliz momento.
He recibido carta de casa.
Día 5, viernes
A las once me han pasado reconocimiento médico y le he dicho al capitán
que me encontraba muy bien, a lo que éste me ha respondido que mañana se
lo recuerde; lo que quiere decir que, si no sucede nada raro que lo
impida, mañana saldré del Hospital. Eso espero.
Hoy hemos tenido para comer paella, dos huevos "estrellados" con patatas
fritas y vino; de postre nos han dado membrillo, flan, leche, galletas y
un poquito de anís dulce. ¡Qué poco me queda ya de estar en este
paraíso!...
Día 6, sábado
Me han puesto la inyección de vitaminas de todos los días. A las once ha venido el capitán médico y me ha preguntado:
– Qué, ¿cómo estás hoy,Guillamón?
– Bien, mi capitán; estoy bien -le he respondido.
Y como no quería dejar de cumplir con su encargo del día anterior, he continuado:
– Ayer me dijo usted que le recordara esta mañana lo bien que está mi salud.
A lo que me ha contestado:
– ¿Tú sabes por qué te dije yo esas palabras, verdad?
He sonreído algo socarrón y, haciéndome un poco el tonto (creo que más bien el listo), le he dicho:
– Pues no sé, mi capitán...
Me ha preguntado otra vez:
– ¿Tú quieres o no que te dé el alta?
Y yo le he contestado:
– Mire, mi capitán, lo cierto es que aquí..., ¿sabe?, me encuentro tan bien que...
– ¿Cuándo baja tu Batallón de las montañas?
Me he quedado dudando unos segundos, para decir luego:
– No lo sé...
– Entonces parece ser que yo estoy mejor informado que tú. Baja el próximo
miércoles día diez; así es que el miércoles, cuando tu Batallón haya
sido relevado de las posiciones defensivas, me lo recuerdas y te daremos
el alta, ¿vale?...
Desde luego hay que ver lo buena persona que es este capitán médico y lo
bien que atiende a sus enfermos. ¡Tres días más de alimentarse bien y
de dormir en buena cama!
Hoy hemos comido macarrones, huevos fritos, pasas, flan, leche y un paquete de galletas.
He escrito a casa.
Personal sanitario del Hospital de Sidi Ifni.
Día 7, domingo
Nada más desayunar me he aseado un poco para asistir a misa de ocho.
Luego, hasta la hora de la comida, hemos estado paseando por el interior
del Hospital.
Hoy nos han dado de primer plato paella y a continuación huevos
“estrellados”, una naranja, flan, leche y galletas. He echado una
siestecilla hasta las tres de la tarde y seguidamente me he arreglado un
poco para salir a dar un paseo por el pueblo (siempre con el uniforme
militar puesto, claro).
De nuevo he visitado al sargento de la oficina en su casa, quien me ha
aconsejado una vez más que siga en el Hospital y que coma y descanse
todo lo que pueda, sin preocupaciones. De la tarea de la dependencia
únicamente me ha comentado que ahora hay poco papeleo y que igual sale
el trabajo sin estar yo. Su señora, muy amable, me ha invitado a un café
con leche.
He estado más tarde en la oficina del Batallón (la pequeña
representación que deja el Tetuán en el campamento cuando sube a las
trincheras), y los brigadas de las Compañías me han tratado muy bien.
Hoy he recibido carta de mi hermano Pepe y, ¡fíjate que casualidad!, él
también está en el Hospital, y lo más chocante de todo es que ingresó el
mismo día que yo, el catorce de mayo. Qué cosas pasan ¿eh?
Día 8, lunes
Los enfermos del Hospital hemos recibido la visita de las Damas de María
Inmaculada, quienes nos han obsequiado con dos sobres para cartas,
papel, sellos, un periódico y un tebeo. A continuación ha pasado otra
señora de esta misma asociación con un pequeño cesto lleno de papeletas
para un sorteo, pero, como siempre -¡para lo bueno!- no me ha tocado
nada. En un sorteo posterior, y al haberme regalado esta buena mujer
todas las papeletas sobrantes, entonces sí, entonces sí que he
conseguido el premio (casi haciendo trampas, se puede decir), pero,
¿sabes qué me ha tocado?: ¡una correa de niño!... ¡Narices!
Día 9, martes
Al pasar el doctor reconocimiento médico esta mañana, y después de ver
que estoy perfectamente bien, ha preguntado a las hermanas cómo estaban
de camas las salas, y al responder éstas que había varias disponibles,
no me ha dado el alta. Veremos qué pasa mañana, pues es posible que ya
me tenga que marchar. ¿O es que verdaderamente no estoy bien de salud?
Día 10, miércoles
Hoy ya no me han puesto la inyección de vitaminas.
A las once ha venido el médico y le he dicho que había bajado de las
posiciones el Lepanto 2, pero que el Tetuán l4 seguía todavía en las
trincheras, y me ha dicho: "Cuando baje tu Batallón me avisas".
Esta tarde ha llegado a Ifni un barco con tropas expedicionarias, y otro
más que hay anclado desde ayer cerca de la playa, del cual aún no ha
podido desembarcar nadie por lo picado que está el mar.
Día 11, jueves
Subiendo desde el anfibio al barco que los llevará a casa.
Hemos visto cómo embarcaba el Ceuta 54 y también parte del Argel 27.
Casi me he puesto a llorar al ver la enorme alegría que llevaban encima
muchos compañeros de estos Batallones, así como la emoción con la que
todos ellos bajaban de los camiones y subían a los anfibios. Hasta ha
habido quien ha tropezado y caído al suelo de tan nervioso como estaba.
¡Qué suerte!
No te puedes imaginar, amigo mío, lo que he sentido hoy en mi corazón,
pensando que dentro de pocos días yo también voy a pasar por ese trance.
¿Pero es verdad que va a llegar ese día?...
He recibido carta de Palomares.
Día l2, viernes
¿Sabes?, esta noche he soñado que embarcábamos los del Tetuán. ¡Ha sido estupendo!..., ¡pero sólo un sueño!
A las seis de la mañana han empezado a moverse de nuevo los anfibios y
han estado transportando a todos los del Lepanto de forma ininterrumpida
hasta su barco. Yo me he acercado a la playa a la una de la tarde para
ver cómo se desarrollaban todas estas operaciones, regresando poco
después al Hospital.
Día 13, sábado
Te confieso que llevo unos días nervioso y casi desesperado, viendo cómo
embarcan en los anfibios los otros Batallones, ya relevados de sus
obligaciones defensivas por otras Unidades de refresco, y pensando que
pronto estaré yo igual que ellos. ¡Qué felicidad! ¡Casi no lo puedo
creer!
Como el mismo barco que transporta a los del Lepanto es el que nos ha de
llevar a nosotros a casa (eso dicen), no puedo evitar emocionarme
cuando lo veo apaciblemente anclado frente a estas costas, que es
continuamente. Me gustaría que el mar se convirtiera en una tranquila
balsa de aceite para que los anfibios pudieran deslizarse rápidamente
por sus aguas y realizar el transporte de las tropas y los materiales en
pocos minutos.
He pasado por el barracón para saludar a los compañeros.
El médico sólo me ha preguntado hoy que cómo me encontraba y le he respondido que muy bien. La verdad.
Día 14, domingo
Me he levantado a las siete de la mañana, a pesar de ser domingo, para
poder asistir a misa en el Hospital, y luego, después de desayunar, he
ido a ver a Enrique, para regresar de nuevo a mi "hogar” a las diez de
la mañana.
A las doce, la hermana ha entrado en la sala para invitarnos a unas
galletas y a una copita de anís, y también nos ha regalado un paquete de
tabaco de parte de la señora del coronel de Tiradores (Tiradores de
Ifni es como un Regimiento cuyos Batallones se llaman Tabores, y todo lo
manda un coronel).
Por la tarde he salido un rato con Enrique, volviendo al Hospital cerca de las cinco.
Antes, a mediodía, hemos organizado una pequeña fiesta en la sala para
celebrar nuestra marcha hacia España, bailando el amigo Amaya -¡y yo
también!-, todo cuanto se nos ha ocurrido (por cierto que ha sido
imperdonable por mi parte el no haberte informado en su momento de cómo
había quedado mi compañero tras su desgraciado accidente de coche. Como
ves, está vivo, coleando... ¡y muy bailón!).
Día 15, lunes
Ya nada me ha preguntado hoy el médico en la consulta.
A primera hora de la tarde he salido un rato a ver a Enrique y a las cinco de nuevo me encontraba en el Hospital.
El personal del Hospital poco antes de ser evacuado (Foto de Internet)
Día 16, martes
Anoche llegó otro barco de transporte, y esta mañana, a primera hora, ya había movimiento de anfibios.
Aproximadamente a las cuatro de la tarde me he acercado a la playa para
presenciar el embarque de las Unidades que se marchan, entre cuyos
componentes había varios buenos amigos que he hecho en Ifni, que siempre
recordaré con verdadera amistad y afecto.
Día 17, miércoles
A las diez de la mañana ha salido un barco lleno de tropas rumbo a
Tenerife. En sus bodegas viajan el Grupo de Artillería 94 y parte del
personal que se licencia de Tiradores de Ifni y de la Policía
Territorial. El viernes ya estará de regreso, totalmente vacío.
Al pasarnos hoy consulta el capitán médico, le he entregado, en
representación de todos los ingresados en el Hospital que vamos a
abandonar Ifni, una foto dedicada, diciéndole:
Mi capitán, en nombre de los enfermos que nos vamos del territorio, queremos que acepte esta fotografía nuestra.
El capitán ha cogido la foto y, estrechándome la mano por su propia iniciativa, me ha dado las gracias.
Día 18, jueves
Reina gran emoción en el Hospital porque se dice que mañana, a primera
hora, tenemos que estar todos los del Tetuán 14 en la playa. ¡Ay, ahora
sí que es verdad eso de que nos vamos!, si Dios quiere. Desde luego casi
nadie se lo cree. A mi lado está en estos momentos que te escribo mi
amigo Amaya y me dice que tiene los nervios destrozados; que en el barco
hay que preparar una orquesta a lo grande para que el viaje se nos haga
más corto, y celebrar de paso la licencia con unos buenos ¡cha, cha,
cha...! Yo, como es natural, (¡ya me conoces de sobra!), no pienso
faltar a la cita. ¡Faltaría más!...
Al terminar de pasarnos la consulta el capitán médico, nos ha dicho: "Mañana os daré el alta a todos los del Tetuán".
He pedido permiso para salir a realizar diversas gestiones por el
pueblo, una de ellas en el Banco, y me lo han dado. A las doce he
regresado al Hospital para comer.
La tarde la hemos pasado Enrique y yo empaquetando y guardando todas
nuestras cosas hasta las siete, hora en la que hemos hecho entrega de
los equipos a la Compañía.
Armas Pesadas ya se encuentra en la playa, donde pasará la noche en
espera de iniciar el embarque a primeras horas de la mañana. También las
Unidades de fusileros van a ir llegando a la orilla del mar, poco a
poco, durante la próxima madrugada.
No he querido irme de Ifni sin despedirme del sargento de la oficina,
así que he pasado por su casa para decirle hasta siempre, tanto a él
como a su familia. De allí me he marchado al barracón que mira al mar
para coger mi saco petate y traérmelo al Hospital, a fin de poder ir
directamente a la playa desde aquí.
Ahora son las diez y media de la noche y te digo hasta mañana.
Perdona si te escribo de forma tan liosa y con tantos nervios, pero tú ya te haces cargo de mi estado de ánimo, ¿verdad?
Día 19, viernes
A las doce del mediodía ha venido el médico y nos ha dado el alta a
todos los del Tetuán. A mí me ha dicho, tendiéndome un papel:
Toma, Guillamón, un mes de convalecencia.
Lo que me ha parecido estupendo para estar más tranquilo en el barco (¿tranquilo en el barco, digo?...).
La comida -¡la última comida en el Hospital y en Ifni!- la hemos llevado
a cabo a las doce y cuarto del mediodía, y nos han dado: paella, dos
huevos “estrellados”, flan y un vaso de leche.
Playa de embarque de Sidi Ifni (Foto de Internet)
A la una he bajado a la playa y me he ido todo emocionado y casi
temblando en busca de mi Compañía, que ya sabes es la Segunda, y a las
dos cuarenta y cinco, junto a Enrique y otros compañeros, he subido,
¡por fin!, al anfibio, haciendo trasbordo a mitad de camino para subir a
las barcazas, y de éstas, poco después, al “Virgen de África”. Yo he
sido el primero n colgarme de las redes y he dado la mano a mi amigo
Enrique para ayudarle.
Con todos nuestros bultos a cuestas nos hemos dirigido, cumpliendo con
las órdenes que constantemente nos iban dando los mandos de la Compañía,
al segundo piso del buque, y aquí estamos desde hace un rato, esperando
que finalice el embarque del Batallón, momento que estoy aprovechando
para comunicártelo (ya sabes que muchas veces te llevo a mano para
decirte lo que sucede a mi alrededor, cuando el hecho es importante y
puedo escribirlo en ese preciso instante), porque luego podría no
acordarme de hacerlo.
Son ahora las ocho de la tarde y te cojo de nuevo para decirte que ha
terminado de embarcar todo el Tetuán y que aquí estamos como sardinas.
Enrique y yo nos encontramos sentados y merendando en un rincón de lo
que llaman estribor. El buque no sabemos si saldrá hoy o mañana. Los
embarcados, además de nuestro Batallón, son gente licenciada de Ifni que
pertenecía a Zapadores, Artillería, Tiradores, etc...
Te abro otra vez para escribirte que son las nueve de la noche y el barco ya se mueve. ¡¡Nos vamooos!!...
Finalizado el relato de los apuntes del Diario de Guillermo Guillamón
cuya extensión total es de 180 folios y que cubre desde el día de su
incorporación a filas hasta su desembarco en Algeciras, vamos a ver lo
que otro soldado (este de Tiradores de Ifni) dijo del Hospital de Sidi
Ifni (y del de Las Palmas) en su libro “MEMORIA D’IFNI”, Nos referimos a
Pius Pujades del que hace unos días escribimos otro artículo.
Traduciremos del catalán al castellano:
“Una sudada; un cambio de temperatura, vete a saber. El caso es que
enfermé. No es que me encontrara mal; simplemente me dormía. Debía tener
fiebre (nunca lo sabré). Estábamos en la Cota 415, al sur del
territorio. Me encontraba en el bunker desarrollando la labor
administrativa de siempre, cuando me dormía sin darme cuenta. tanto si
estaba escribiendo como leyendo o cuando fuera, me quedaba mirando la
inmensidad del océano o la puesta de sol. Durante algunos días no hice
demasiado caso. En aquellos días había empezado a escribir en papel de
copias una especie de memorias, algo poéticas, que reflejaban añoranza y
dulce tristeza. Escribía a mano con una pluma de cuervo a la que le
había añadido una plumilla metálica…”
“Un día el capitán Torres vino a la oficina y me dormí mientras escribía
a máquina una carta que me pidió. Se debió dar cuenta de que algo no
iba bien y me ordenó ir a que me viera el médico”.
“En aquellos momentos teníamos en el Tabor un médico que era soldado,
como yo; obviamente era un casi recién licenciado en medicina y sus
funciones eran poco más que la de un enfermero ya que enfermeros
titulados no los teníamos. Me auscultó y se interesó con verdadero celo
pero no me encontró nada anormal. No obstante decidió (sabia decisión)
enviarme al Hospital para un examen más exhaustivo”.
“Al día siguiente bajo de la posición en el camión de suministros con
dirección a Sidi Ifni, pasando en primer lugar por la enfermería del
Grupo donde un médico militar volvió a efectuarme otro examen, diciendo
que no encontraba nada anormal. No obstante, como el soldado médico
había aconsejado que me ingresaran en el Hospital, me envió al mismo”.
“El Hospital de Sidi Ifni era una institución civil, que servía también a
los militares. El administrador era militar, cosa normal en Ifni. Tengo
que decir que era moderno y muy bien instalado. Tenía Rayos X, aunque
no radiografías. Además, todos los médicos que allí trabajaban eran
buenos y eficientes”.
“Nada mas quitarme la camisa y mirarme el médico me dijo que tenía una
pleura. Me hizo pasar por la pantalla y lo comprobó. Era una pleura que
me afectaba a todo un pulmón, el derecho, y casi la mitad del otro. Me
lo mostró en un dibujo que hizo sobre una tarjeta en la que con un
tampón de goma estampó el dibujo de los pulmones t a mano, mirando
directamente a la pantalla de Rayos X, fue señalando la parte afectada”.
Sí, tenía una pleura. El médico lo intuyó porqué (según dijo) cuando me
ponía derecho, de pie, mi cuerpo se inclinaba hacia un lado”.
“Hecho el diagnóstico ordenó mi ingreso. Me despojaron de toda la ropa
que llevaba, pasé por una cucha caliente y me vestí con un pijama nuevo
de color blanco y pasé a una cama. Según me dijeron los compañeros de
habitación (éramos cuatro) estuve durmiendo sin parar durante tres días.
Ignoro si me desertaban para comer o para inyectarme los antibióticos;
aunque comiera, fueron tres días seguidos durmiendo. Se ve que lo
necesitaba. Me dijeron que la monja estaba preocupada viendo que no me
despertaba”
Tras aquella larga dormida y cuatro meses de intenso tratamiento médico
difícil de explicar; sí que recuerdo que me clavaban unas inyecciones
que debían ser de aceite de hígado de bacalao, un líquido espeso, que me
dejaban dolorido toda la tarde; pero curarse de una pleura es cosa de
mimo. Bien alimentado, bien tratado, sin nada que hacer excepto hablar
con los nuevos compañeros… El médico quería que engordara y ordenaba me
dieran sobre alimentación, que me venía muy bien. Pero no engordé… Al
cabo de cuatro meses ya me podía dar por totalmente recuperado”.
“Y fue entonces cuando solicité que me enviasen a Canarias. El médico
(no recuerdo su nombre) fue muy amable conmigo. Es posible que tuviera
en cuenta que me había visitado el comandante ayudante de Tiradores
(comandante Rico), que se había interesado por mi y posiblemente
recomendado que me tratasen bien. Además, hacía poco que el doctor había
celebrado su santo, y en colaboración con otros enfermos le regalé un
librito de versos (cuartetas humorísticas) en los que se hablaba de
todos y cada uno de los enfermos de la sala y de su relación con el
médico”.
“Solo recuerdo una cuarteta dedicada a un compañero que tenía unos ojos espectaculares y que padecía asma:
Al ojos de muñequita
Con asma en el 32
Si el doctor no se la quita
No se la quita ni Dios”
“Le debió hacer gracia. El caso es que cuando me dijo que iba a darme el
alta le sugerí si podía evacuarme. Quedó callado un momento. Al día
siguiente, al pasar por mi cama le dijo a la monja ¡A este lo enviaremos
de viaje! y procedió a extender y firmar los documentos precisos”.
“Legalmente se tenía que evacuar a los enfermos que no podían ser
tratados en el Hospital de Sidi Ifni. Obviamente no era mi caso, pues ya
estaba curado. Creo que la misma ley tenía previsto que un soldado
tenía derecho a un permiso del doble de tiempo que había estado
hospitalizado y yo llevaba cuatro meses internado. Si me lo hubieses
concedido ya no hubiera vuelto al territorio. Así que una salida
prudente era enviarme a Canarias”.
“Para evacuar a los enfermos se utilizaba el avión estafeta. Calculé que
si utilizaba la vía aérea en pocos días me iban a enviar de vuelta
puesto que era lógico pensar que me darían de alta nada más llegar a la
Isla. Por lo tanto solicité que me enviasen por barco a lo que
accedieron, tal vez porque era más barato. Las cuentas que hice, que
resultaron ser reales, es que tardaría unos quince días hasta el
embarque (con permanencia en el Hospital) y otros tantos para la vuelta.
El caso es que embarqué pronto, con la mar picada, en el Capitán
Mayoral que enfiló su proa hacia Las Palmas”
“El barco iba vacío. Tenía abierta la bodega entre los dos palos y
quedaba un estrecho pasillo a cada lado que comunicaban la proa, que
estaba cubierta, con la popa, donde se hallaba la cabina del capitán,
con un espacio cubierto al lado donde se acumulaban cinco o seis
barriles de combustible. Los viajeros fuimos acomodados en la proa.
Parecía que a la ida aquel espacio había sido ocupado por una piara de
cerdos pues el olor era insoportable”.
“Cuando ingresé en el Hospital Militar de Las Palmas me di cuenta
enseguida de la suerte que tuve de ser asistido en el de Sidi-Ifni: Las
instalaciones y el personal me parecieron deficientes, muy militares, y
al cabo de pocos días el médico decidió que ya se me podía dar de alta,
aunque no me la dio en ese momento, pues como eran fechas cercabas a
Navidad el Hospital tenía cerrada su contabilidad; el alta me la dieron
después del Año Nuevo (1961). Fueron diez días de reclusión, con un
mondo por descubrir al otro lado de la puerta”.
“No me resigné fácilmente. La noche de Navidad me uní a un grupo que
parecían ser conocedores del país y nos escapamos por una ventana. Poca
cosa que explicar. Pasamos la noche en un pueblo llamado Ingenio donde
uno de los compañeros de fuga tenía una familia amiga… Polvorones, vino y
algunas canciones. Estuvimos dudando sobre ir o no a la Misa de Gallo
aunque al final nos quedamos en la casa. Una vez amanecido volvimos al
Hospital, saltamos por la ventana y a la cama. Pese a haber sido
discretos alguien nos debió ver pues cuando la noche última del año
quisimos repetir la aventura, la ventana estaba clavada. El día 2 de
Enero, alta médica y a la calle”
En un último intento desesperado para conseguir un permiso de
convaleciente, lo solicité al médico. Pareció bien dispuesto a que se me
concediera, pero al preguntarme de donde era y contestar que de Gerona,
lo encontró demasiado lejos y me dijo: Tardarías un mes en ir y otro en
volver… Y no me firmó el permiso”.
El antiguo Hospital Militar de Las Palmas de Gran Canaria (Foto de Internet)
Al salir del Hospital tenía que presentarme en la Delegación de
Tiradores de Las Palmas, que era desde donde atendían todo tipo de
suministros para el Grupo. A los soldados que estaban allí esperando a
embarcar de regreso al Territorio los empleaban para cargar los camiones
de suministros… Me la jugué y me fui a una plensión. Al día siguiente,
vestido de paisano, me presenté al teniente (también vestía de paisano)
que me recriminó no hubiera ido allí a dormir; me inventé unos parientes
en la ciudad y pasé diez o doce días de entera libertad vagando a mi
antojo. El viaje de vuelta fue plácido, con el mar en calma y el
“Capitán Mayoral” cargado hasta los topes, tenía la estabilidad de la
que careció (vacío) en el viaje de ida. A finales de Enero (1961) volvía
a pisar tierra de Sidi Ifni, pero ya no me incorporé a mi antiguo
puesto: El comandante Rico dispuso que me quedara en la oficina de mi
Compañía. Si me hubieran consultado, mi elección hubiera sido una
posición de montaña donde se vivía mucho más tranquilo.
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