Fuente: El Faro de Ceuta
Cuando se han cumplido más de seis décadas desde la finalización de
la Guerra de Ifni (1957-1958) y cincuenta años en la negociación de la
retrocesión (1969) de dicho territorio a Marruecos, o lo que es igual,
el abandono de estas colonias consideradas jurídica e históricamente
españolas, aún existen numerosos vacíos en el alcance de esta página de
la Historia contemporánea de España.
Con esta tesitura, los
testigos de esta efeméride, en su mayor parte militares e historiadores,
han procurado resolver estas carencias examinando con rigurosidad las
numerosas fuentes aprovechables, ya fueran evidencias orales, documentos
de todo tipo, gráficos descriptivos o la recolección más resaltante de
alguna publicación, en la denominada retrocesión del enclave ifneño.
Ello ha sido en gran parte, primero, por la manipulación informativa que
los medios de comunicación padecieron en su debido momento a la hora de
dar cuenta sobre estas circunstancias; segundo, por la falta de
claridad administrativa existente; y, tercero, por la vaguedad en el
acceso a documentos oficiales, que con el paso del tiempo los analistas
han debido de mediar.
La retrocesión de Ifni: el punto y final de una gran obra civilizadora en la Historia de España.
Por aquel entonces, la provincia de Ifni
ponía un punto y final a una lucha que había desembocado en una guerra
entre la facción española y el autodenominado Ejército de Liberación
Nacional (ELN), que contaba con el complot de algunos círculos de
cabecillas marroquíes, cuando ocupó de facto la mayor parte de este
territorio, menos la capital Sidi Ifni y sus inmediaciones.
La
colonia de Ifni, un pequeño sector emplazado en la costa occidental
africana bajo el antiguo protectorado marroquí, estuvo bajo custodia
española de manera indiscutible. Si bien, salvo en instantes
históricamente explícitos, este territorio apenas fue conocido por la
ciudadanía desde la distancia, de ahí la indiferencia en el que
posiblemente ha podido permanecer hasta nuestros días.
Pronto,
con el establecimiento de Ifni se consiguió junto al Sáhara Occidental,
el status de provincia durante el transcurso de la guerra que se
extendió dentro de toda una operación de legitimación histórica de
presencia colonial española.
Anticipándome a lo que a
posteriori referiré, Ifni es una superficie de exiguas dimensiones, con
una extensión de mil quinientos dos kilómetros cuadrados y ciento
treinta kilómetros de frontera que le separa del Reino de Marruecos.
Habiendo sido ocupada de forma pacífica en nombre de España, el día 6 de
abril de 1934 por el coronel don Fernando Capaz Montes (1894-1936).
Unos campos, apenas sin cultivar y construcciones diseminadas de adobe,
con lo que poco más o menos, haría saltar a la vista un nivel de vida y
cultura al margen de la más imperceptible evolución.
En
resumidas cuentas, lo que en principio representó una alcazaba
prácticamente semiderruida, gradualmente resultó ser una urbe totalmente
restaurada y conocida como Sidi Ifni, que desde entonces quedó citada
al auge y la prosperidad. Era para menos, una labor vigorosa que con el
paso del tiempo obtuvo sus verdaderos frutos, viéndose plasmado en las
mejoras higiénicas, técnicas y administrativas, que, como no podía ser
de otra forma, serían valoradas y reconocidas favorablemente por la
tribu bereber de los baamaranis y combatida por los clanes adyacentes.
No
obstante, para distinguir el atractivo que propició el Ifni español,
así como los factores que incidieron en su evolución, es imprescindible
encajar algunas de las piezas que conforme se avanza en su evolución
histórica, fundamenta las claras intenciones por rescatarla en épocas
posteriores.
Al hilo conductor de los acontecimientos,
inicialmente tras la ocupación de las Islas Canarias por la Corona de
Castilla, se originaron varias irrupciones que acuciosamente
determinaron la disposición de un establecimiento fijo.
Ya en
el año 1476 o 1478, el hidalgo y conquistador castellano don Diego
García de Herrera y Ayala (1417-1485), estableció un asentamiento en el
litoral occidental de África hasta da por instaurada Santa Cruz de la
Mar Pequeña. Empleándose como centro temporal de marineros y pescadores,
donde se realizaban todo tipo de trueques comerciales y el tránsito de
esclavos con Portugal. Era la vez primera, que la Corona se instalaba en
un territorio de este continente.
Dando un salto en el
camino, el año 1524 recogería entre sus memorias altercados y agresiones
de tribus locales, que, de grado en grado, echarían por tierra la
presencia de marineros y pescadores que trabajaban en sus inmediaciones y
que gradualmente ante la cadena de escepticismo derivada, optaron por
apartarse de esta zona.
Siglos después, en 1767, España
solicitó la posesión de Santa Cruz de la Mar Pequeña, mediante contactos
y negociaciones con sultanes marroquíes. Tales, como la firma del
Tratado de Paz y Comercio. Toda vez, que estos empeños diplomáticos
fueron inoperantes y España hubo de estar a la expectativa hasta rebasar
el siglo XIX, en el que rescataría de nuevo este dominio.
En
las postrimerías de la Guerra de África (1859-1860) y la consiguiente
rúbrica del Tratado de Wad-Ras en la ciudad de Tetuán el 26 de abril de
1860, el sultán Muhammad ibn Abd al-Rahman, confirió a España este
emplazamiento como históricamente en tiempos pasados se había poseído.
Sin
embargo, sabedor de los grandes esfuerzos y tentativas acumulados por
parte de España para hacerse con Ifni, además, de los tratados de
Francia que avalaba estos mismos derechos en suelo africano, no sería
hasta el año 1934 cuando se propició la ocupación efectiva del
territorio ifneño.
En 1946, con la finalización de la Segunda
Guerra Mundial (1939-1945) y el arranque del aislamiento internacional,
España no tuvo más remedio que incrementar su representación. Para ello
constituyó el África Occidental española que incluía Ifni, Cabo Juby o
Tarfaya y el Sáhara Español o Río de Oro. Como era de suponer, Marruecos
tras obtener la Independencia en 1956, dio por iniciada una campaña de
reivindicaciones incesantes sobre estos mismos territorios.
Ya
inmersos en 1957, saltó la Guerra de Ifni-Sáhara (1957-1958) que, con
la voluntad de controlar las colonias de Ifni, el Protectorado Sur y el
Sáhara español, hizo enfrentar a las fuerzas hispanas contra las
marroquíes. El Ejército de Liberación o Yeicht Tahair, con el aguante y
apoyo tácito de Marruecos, acometió sin fisuras sobre las tropas
españolas que confirmaron su flaqueza en la preservación de esta región.
La
resultante de esta contienda radicó que el territorio de Ifni,
ciertamente en posesión de España, quedó aminorado a un semicírculo de
tan solo ocho kilómetros con centro en la capital de Sidi Ifni. El resto
de la colonia fue tomado por Marruecos.
Con la consumación de
esta pugna, se hizo entrega de Cabo Juby o Tarfaya y tomando el mismo
ejemplo del Estado Nuevo o Nuevo Estado, llamado también, Segunda
República o República Corporativa de Portugal en sus territorios
coloniales, el día 10 de enero de 1958 fue establecida la provincia de
Ifni, mediante un decreto de la Presidencia del Gobierno que, junto con
la demarcación de El Sáhara, formaban el África Occidental española.
Lo
cierto es, que la Independencia de Marruecos haría acrecentar las voces
en el tono de las reivindicaciones diplomáticas. Certeza que sostienen
numerosos expertos de la materia, porque en la década de los sesenta
España ya barajaba la viabilidad en la retrocesión de Ifni. Pero, lo que
nadie iba a sospechar, que en plena efervescencia de la política de
descolonización de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), esta
sería quién abriría la puerta a este proceso.
Alcanzado el año
1960, la Resolución 1.514 de la ONU confirmó el derecho de los pueblos a
su libre determinación, exponiéndose la necesidad de aprobar las
medidas oportunas para que los territorios no autónomos conviniesen a su
independencia. Indudablemente, en la lista de demarcaciones a las que
se ceñía esta declaración, se hallaban las colonias hispanas de Fernando
Poo, conocida como Guinea española, Río Muni, el Sáhara y
evidentemente, Ifni.
Como era de esperar, en 1965, la ONU
requirió que se asumiesen de manera urgente las pautas precisas para la
liberación del dominio colonial del Sáhara español e Ifni. Nuevamente,
un año más tarde, esta organización hubo de reincidir sobre este asunto
con la Resolución 2.229.
Pese a que en estas fechas el
Gobierno de España había ultimado su parecer en lo relativo a la
renuncia de Ifni, no concurrieron discursos de calado estratégico,
militar o económico que justificase la continuación en este territorio.
Además, en este entramado mediador se procuró esquivar cualquier intento
de agresividad contra Marruecos.
De la misma manera, a pesar
de la aceptación en las resoluciones descolonizadoras de la ONU, se
prosiguió con la maniobra del ministro de Asuntos Exteriores don
Fernando María Castiella y Maíz (1907-1976), ante el requerimiento de
Gibraltar frente al Reino Unido.
Una prueba de las intensas
negociaciones habidas con Marruecos en 1967, por momentos infructuosas,
lo corrobora que en octubre de este mismo año el ministro marroquí don
Admed Laraki, anunció en la Asamblea General que se había llegado a un
acuerdo sobre el territorio ifneño.
Con la puesta en escena de
la Resolución 2.354, la ONU una vez más, volvió a reiterarse en esta
causa sobre el oportunismo de la descolonización de Ifni. De hecho, don
Jaime de Piniés (1917-2003) como comisionado español en las
negociaciones del Peñón, respaldó la premura que se demandada en la
devolución del territorio.
Con estas premisas, los hechos se
precipitaron cuando en octubre de 1968 ante la Asamblea General de la
ONU, Castiella comunicó la pronta conformidad con Marruecos, aun
sabiendo que España poseía todos los derechos sobre esta región.
La retrocesión de Ifni: el punto y final de una gran obra civilizadora en la Historia de España
El 18 de diciembre las Naciones Unidas se ratificó con la Resolución
2.428, instando a dar por ultimadas las conversaciones y finiquitar
propiamente el acuerdo de libre determinación en el futuro de Ifni.
Definitivamente,
el Tratado de Retrocesión se refrendó en la ciudad de Fez el día 4 de
enero de 1969, con el que se cristalizó la entrega formal y sin
rectificación alguna en una ceremonia presidida por el general don José
Miguel Vega Rodríguez (1913-1992).
Paralelamente, en
contraprestación con este capítulo de la historia, se pactó un convenio
hispano-marroquí sobre captura de pesca, determinándose unas aguas
territoriales marroquíes de doce millas y con una validez de
implementación de diez años.
En apariencia, este convenio
trató de enmascarar las mermas motivadas sobre los derechos pesqueros de
las costas de Ifni, impulsando a las empresas mixtas para estos fines y
sus derivados. Lo que, en la suma redundaría de manera propicia para
los intereses propios de España.
Años después, el 3 de marzo
de 1973, Marruecos ensanchó unilateralmente sus competencias
jurisdiccionales hasta setenta millas y emprendió una escalada de
capturas de barcos españoles que faenaban dentro de ellas. Infringiendo
en repetidas ocasiones las negociaciones convenidas.
El 30 de
junio de 1969, una fecha para no olvidar, en Sidi Ifni se arriaba por
última vez la bandera de España, porque administrativamente se había
renunciado a una zona jurídica y políticamente sagrada, cuya protección
había costado la vida aproximadamente a un centenar de militares en la
guerra.
Entre las muchas cuestiones que afloraron desde aquel
momento, cabría preguntarse: ¿Qué repercusión adquirió la retrocesión de
Ifni en las mentes y corazones de los españoles? En principio, el
choque social de este tratado fue inapreciable. Más allá de alguna
comparativa sobre la proporción de votos contrarios en las Cortes
Generales, los medios de comunicación no quisieron exponer el plano
realista de las reacciones públicas en la cesión de la colonia.
Como
era de presumir, la descolonización se declaró en los medios de
comunicación como un paradigma de comportamiento íntegro, ante el
inconveniente del sistema social y económico por el que un estado domina
y explota una colonia, o lo que es igual, el colonialismo, frente al
modelo vehemente del Reino Unido con el argumento gibraltareño.
En
términos convencionales, la firma del tratado con Marruecos se exhibió
como un modelo a seguir en el desempeño de los compromisos
internacionales, pero, también, como un indicativo de benevolencia
hispana y como precedente para el resto de actores colonizadores.
Del
mismo modo, se pretendió hacer destacar la buena sintonía de amistad
hispano-marroquí. Enfatizándose la omisión de la guerra en los diversos
canales de comunicación o en los discursos del régimen, que años atrás
habían enfrentado a ambos países durante el transcurso posterior al
proceso de retrocesión.
En Ifni, las intensas rondas de
negociación materializadas con Marruecos, fueron vistas en la cúpula
castrense con cautela y prudencia. Buena prueba de ello lo acredita el
militar, escritor e historiador don Gabriel Cardona Escarnero
(1938-2011), que en palabras textuales expuso, que “nadie movió una
pestaña ante la entrega del territorio”.
Igualmente, la
revista militar Reconquista (1959-1989) de tirada mensual en Madrid y
reflejo incontrastable del espíritu de cuerpo, mostró la añoranza, el
sinsabor y cierta indiferencia implícita ante la postura generosa de
España.
Véase como muestra, la edición de un artículo
perteneciente al coronel don Luis Sáez de Govantes, en calidad de
redactor jefe, deduciendo que frente al “sentimiento y unanimidad que
incitaron a las hostilidades del año 1957 en defensa del honor patrio”,
ahora de manera generalizada, la cesión de Ifni había dejado absoluta
frialdad.
Una vez más, es justo y necesario otorgar especial
distinción a los miembros de las Fuerzas Armadas, porque en el devenir
de este preciso instante de la Historia compleja, exhibieron el respeto y
acatamiento comedido y estuvieron al margen de cualquier accionar
político integral y coordinado.
La concesión de Ifni había
sido más que admirable, porque los militares concibieron mejor que nadie
este territorio como una parte de su propia carne.
Recuérdese
al respecto, que en el año 1969 esta superficie sólo estaba poblada por
unos diez mil ciudadanos españoles, de los cuales, cerca del 90% eran
integrantes de la milicia acompañados de sus respectivos núcleos
familiares.
Era más que innegable, el traspaso de Ifni
simbolizó el cierre de uno de los mayores pórticos que habían hecho muy
grande la Historia de España.
Ahora, no quedaba otra, que
dejar al margen los ideales de asentamiento como los configurados en
tiempos pasados en este territorio africano y colaborar en pro de la paz
mundial, inspirando la armonía entre las naciones y apuntalando el
desarrollo económico y social como los que contemplaba la ONU.
En
conclusión, la reinterpretación histórica del colonialismo desde los
tiempos de los Reyes Católicos, provocó al régimen español la hechura de
toda una obra legitimadora de la soberanía, que varió en función de las
circunstancias y en un área dispuesta a miles de kilómetros de la
Península Ibérica.
La inoculación internacional de
descolonización retratada en estas líneas e indiscutiblemente la
interposición de la ONU y la pretensión anexionista marroquí, apremiaron
al automatismo de la palabra retrocesión, un vocablo ingeniosamente
elegido por la dictadura para encubrir la entrega de Ifni.
Posterior
al conflicto bélico, los movimientos afines al régimen de Franco
intentaron convertir la historia en un conjunto de hitos y proezas con
un razonamiento adulterado: “Desde el siglo XV, los españoles estaban
consagrados a habitar estos territorios”.
Por ende, se produjo
un juego de palabras en la realidad de Santa Cruz de la Mar Pequeña y
se enaltecieron etapas memorables, como la que hicieron enfrentar a
España y al sultanato de Marruecos.
Como se ha expuesto en
este pasaje, el gravoso sostenimiento de una franja improductiva a miles
de kilómetros de España, así como el entorno descolonizador
internacional que estaba al acecho, indujeron a un cambio de dirección
en el régimen franquista, hasta inclinarse concluyentemente por la
retrocesión del territorio de Marruecos.
Asimilar el pasado
para deducir mejor el futuro, se hizo más que visible en el escenario de
Ifni, con el que se une lo que de humano en todo ello continúa
palpitando, porque, a pesar de los años transcurridos, no se ha
desvanecido el duro precio de sangre tributado por quiénes se ofrendaron
a inmortalizar a esa figura sublime del soldado español, que
encomiablemente supo engrandecer la Historia en tierras africanas.
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