Fuente: El Faro de Ceuta
Resulta incomprensible, y yo diría que hasta vergonzoso, que un
soldado que cumple sus deberes con la Patria, en acto de servicio y no
jugando al futbol, sufra una explosión de una mina enemiga en las
trincheras de Ifni, la cual le dejó una lesión en una pierna con
inutilidad de por vida, y el Estado le pague la irrisoria cantidad de 30
euros mensuales. Considero que está muy bien que los diputados o
senadores perciban una pensión según establece la Ley, con pensiones más
que dignas, pero estimo que un soldado que fue a cumplir sus deber a
las trincheras de Ifni como soldado de reemplazo merece percibir más que
esa ridícula pensión.
Soldados del Batallón Argel 27 en una posición de Ifni.
En la 3ª Compañía del Batallón "Argel 27"
Con
la puesta en práctica de la Operación Cerrojo en junio de 1958,
alrededor de Sidi Ifni y en un perímetro de varios kilómetros, se cerró
con alambradas delimitando el territorio que había sido de España y que
en adelante ocupaba Marruecos, lo que quedaba como frontera entre España
y Marruecos.
Para
guarnecer dicho perímetro, el Estado Mayor de las Fuerzas Militares del
África Occidental Española estableció unos puestos, tipo compañía,
sección, pelotón y mando de batallón. Para proteger dicha línea
fronteriza se colocaban minas, las cuales la mayor parte de las veces
explosionaban por la entrada de chacales, jabalíes, conejos y hasta
incluso algún burro que lo único que buscaban era algo de comer.
Antonio
Galán Salado era uno de aquellos jóvenes soldados de reemplazo de 1957,
que en la caja de reclutas le había correspondido en el sorteo el
Regimiento de Infantería “Argel” 27. De guarnición en Cáceres, su tierra
natal, tras jurar bandera ni por asomo iba a pensar que su destino
seria como muchos de sus compañeros a Sidi Ifni.
El 21 de
junio de 1958 se formaba el Batallón Expedicionario “Argel” 27. Cuando
se pertrecharon de su armamento y munición al completo, ya oficialmente
sabían que el destino era Ifni. Tras embarcar en Cádiz en el buque ‘Palo
de Hornos’, el 24 de junio arribaban frente a las costas de Sidi Ifni, y
con agua hasta las rodillas tras bajar de los ‘cárabos’ pisaban la
tierra de Ifni.
Antonio Galán Salado iba encuadrado en la
3ª Compañía del Batallón “Argel” y hoy, más de medio siglo después,
recuerda con cariño el buen trato tanto de su capitán, como de su
teniente y de los sargentos que tanto a él como a sus compañeros les
trataron siempre con humanidad. Este trato era el que les ayudaba a
soportar la dura vida en las posiciones, lo que conllevaba estar en las
trincheras siempre alerta ante el posible ataque del enemigo, aunque
afortunadamente, salvo algún tiroteo y escaramuzas, no hubo que lamentar
bajas por acción de guerra. Aunque la tensión era palpable, no se sabía
ni cuándo ni a qué hora podía surgir cualquier escaramuza, por lo que
todos los puestos estaban en alerta y con las armas preparadas para
cualquier contingencia.
Según iban pasando los meses, la
situación se iba estabilizando, llegado el caso que las Fuerzas Reales
de Marruecos pedían pasar a territorio español con algún soldado
enfermo, ya que ellos no tenían médicos ni enfermeros y en las
posiciones españolas que lo había se les atendía.
El soldado Antonio Galán Salado en una convalecencia en un hospital militar.
Una mina y de hospital en hospital
La
delimitación del territorio de España y Marruecos en Ifni se trataba de
una línea de alambradas. Próximo a dichas líneas había unas minas, las
cuales lo mismo las colocaba España como Marruecos con el objeto de
impedir que nadie entrase en su territorio. Tras las líneas de
alambradas estaban los llamados ‘CR’, centros de resistencia, los cuales
estaban guarnecidos por secciones o pelotones.
A partir de
junio de 1958 llegaban las unidades de la Península para relevar a los
Batallones Expedicionarios “Soria 9” y “Pavía 19”, las Compañías de
Infantería “Tenerife 49” y “Canarias 50”. Estos batallones que llegaron a
relevar a los anteriores eran el “Argel 27”, “Tetuán 14”, “Simancas 4”,
y un ‘Tabor’ de regulares de Ceuta.
El entonces soldado
Antonio Galán Salado cubría con su compañía los puestos avanzados de la
denominada Operación Cerrojo. En aquellos días de soledad, el soldado
Antonio Galán recuerda que en las trincheras se le hacía más llevadero
por el trato tan humano, tanto de su capitán como de los tenientes, los
cuales los animaban a sobrellevar las durezas e incomodidades y la
tensión de estar en las trincheras, careciendo de muchas comodidades,
como era el agua racionada y la comida escasa y con pocas calorías.
El
fatídico 27 de enero de 1959 jamás se le borrará de la mente. Eran las
11 de la mañana de dicho día cuando, reconociendo la línea de
resistencia, pisó una mina camuflada próxima a la alambrada, la cual
explosionó, sufriendo este heridas de extrema gravedad en una pierna.
Tras los primeros auxilios en estado crítico, fue trasladado al hospital
de Sidi Ifni, y ante la gravedad de dichas heridas fue evacuado al
Hospital Militar de Las Palmas de Gran Canaria, y de aquí a los
hospitales de Cáceres y Badajoz, y finalmente al Hospital Militar Gómez
Ulla.
En dicho centro hospitalario pasó tribunal médico, el
cual, con arreglo a sus heridas, le reconoció la misera pensión en
aquellas fechas de 5.000 pesetas mensuales.
El entonces soldado Antonio Galán Salado cubría con su compañía los puestos avanzados de la denominada Operación Cerrojo
Es
triste y vergonzoso que un soldado que sirve a su Patria, como es el
caso de Antonio Galán Salado, reciba esa misera pensión, dejando atrás
sufrimientos que no fueron realizando gimnasia, fueron en una zona de
operaciones con unas secuelas que arrastra después de 60 años, y que le
impiden llevar una vida normal con lo que podría calificarse no de
pensión, más bien de limosna.
Para ello, los gobernantes, o
a quien corresponda, que se den una vuelta por nuestros vecinos de
Francia, Alemania o Inglaterra, por no citar a EE.UU., para que vean
como tratan a sus soldados en caso de heridas o fallecimientos.
Sin
duda alguna, para un soldado el más severo cumplimiento de sus deberes
no tiene límite, ni reclamaciones, porque el honor está por encima de
pequeñas mezquindades, pero la Patria no debería olvidar al soldado
Antonio Galán Salado, que entregó a la Patria las heridas que sufrió en
cumplimiento del deber.
Al soldado Antonio Galán Salado,
creo que los gobernantes deberían reflexionar sobre esta realidad: “el
mundo recompensa con mayor frecuencia las apariencias de mérito, que el
mérito mismo” (François de La Rochefoucauld).
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