Fuente: El Faro de Ceuta
A raíz de los ataques a los territorios de Ifni y Sáhara, las
guarniciones de dichos territorios eran escasas en número de efectivos,
especialmente para hacer frente a los atacantes, que, por otra parte,
una de las peores guerras es la de guerrillas, ya que sabes que te van a
atacar, pero cuando los vas a repeler, de repente han desaparecido y la
mayor parte de las veces suelen atacar por la espalda.
Para
hacer frente a dichos ataques, el Ministerio del Ejército, envió
unidades a Ifni y al Sáhara. Concretamente en este caso salió con
destino a Villa Cisneros el Batallón de Infantería Castilla 16, de
guarnición en Badajoz y siendo todos los componentes soldados de
reemplazo.
Un grupo de soldados del Batallón Castilla 16 paseando por una calle de Villa Cisneros.
En el buque Ciudad de Oviedo
El
Batallón Expedicionario Castilla 16 se formó en el Acuartelamiento de
Badajoz, y estaba compuesto por mando y plana mayor, tres compañías de
fusiles y una de armas pesadas. La 4ª Compañía era la plana mayor de
dicho batallón, cuyo jefe era el comandante José Carapeto Delgado. La 1ª
Compañía estaba al mando del capitán José Saiz Alonso, en la 2ª
Compañía el capitán Tarsicio Fernández López, en la 3ª el capitán
Casimiro Branca Fernández-Nespral, en la Compañía de Armas Pesadas el
capitán José Sánchez Más y en la plana mayor el capitán Ramón Ayuso
Casco.
Los 800 componentes del Batallón Castilla 16, en los
meses que permanecieron en el Sáhara demostraron con creces su heroísmo
frente al enemigo, aunque desgraciadamente pagaron el alto precio de
varios muertos y heridos, los cuales se batieron ante el enemigo con un
heroísmo digno del mayor elogio.
Arribaron a Las Palmas de
Gran Canaria, donde permanecieron una semana alojados en el
Acuartelamiento de La Isleta, en el Regimiento de Artillería 94, y hasta
que partieron para el Sáhara, según ellos comentaban, paseaban por Las
Palmas con los bolsillos vacíos, ya que al partir de Badajoz no les
informaron el destino al que iban, por lo que la mayor parte iba tan
solo con lo puesto y poco más. Los que llevaban alguna peseta eran los
afortunados de poder degustar algo en algún bar y, por supuesto,
adquirir algunos plátanos.
A su llegada a Villa Cisneros el
alojamiento no iba a ser como en un lujoso hotel. Como Dios les
encomendó el Batallón Castilla 16, fueron alojados en lugares próximos a
depósitos de combustible y de munición, con el consiguiente peligro por
las altas temperaturas o como en caso de cualquier ataque enemigo, ya
que lo primero que atacaban eran los depósitos de combustible y los
polvorines, que son los puntos más sensibles.
Un caro tributo de sangre
Los
primeros días de estancia en Villa Cisneros era para echarse a llorar,
como lo atestigua el informe del capitán de Estado Mayor José Pettenghi y
así dice en su informe: “faltan tabardos, falta dotar a los hombres de
prendas frescas como puede ser pantalón corto. Si hubieran visto
desfilar al batallón con traje de paño y botas el día que vino el
general te hubieras puesto a llorar. Faltan medios. Se pidió que al
menos dos aviones por semana llevaran frutas y verduras porque la comida
da pena y vergüenza”.
El 3 de enero de 1958 iba a ser un día
triste para el Batallón Castilla 16. Con motivo de un ataque enemigo al
puesto de Argub, la 2º Compañía fue aerotransportada hasta dicho puesto
iniciándose la persecución en vehículos de ruedas, siguiendo la huella
de los camellos de los atacantes. Desplegados en cuña de pronto son
sorprendidos por disparos del enemigo, los cuales trataban de envolver a
los del Castilla, pero lo triste es que los soldados del Castilla
combatían con la única protección de Dios y el escudo de la suerte. El
primero en caer fue el sargento de complemento Juan Serrano Leite. Al
ver caer al sargento, el soldado Fidel del Río Menacho se fue corriendo a
socorrer a su sargento cuando, a pecho descubierto, era alcanzado por
disparos del enemigo cayendo muerto junto a su sargento.
La sangría de bajas iba en aumento. El Cabo 1º Jesús González
González era alcanzado por disparos del enemigo, recibiendo un tiro en
la frente y falleciendo instantáneamente, cayendo junto al soldado Fidel
del Río Menacho.
Soldado Leandro Márquez Rosa, quedó ciego por los disparos del enemigo.
El combate contra el enemigo duró seis
horas, pero aún iban a caer más bajas. El soldado Leandro Márquez Rosa
había sido alcanzado por disparos del enemigo quedando inerte en el
suelo. Cuando sus compañeros iban a recogerlo se dieron cuenta que movía
uno de los pies. Un todoterreno con varios compañeros lo trasladaron al
puesto de socorro, pero, desgraciadamente, las heridas le dejaron de
por vida sin vista.
En dicho combate se distinguió con un
gesto de heroísmo el soldado Braulio Pérez Villalta que, de pie en pleno
combate, para cubrir a sus compañeros en un todoterreno no cesó de
hacer fuego con su fusil contra el enemigo que logró mantener a raya.
Para
hacerse una idea de la magnitud de este combate, se consumieron 13.000
cartuchos de 7,92, 4.000, de 9 mm y 20 granadas de mano. Los heridos
fueron el sargento Rafael Sebas Momó, el cabo José Ortiz Díaz y los
soldados Lareco Lozano Mojado, José Rodríguez Gabano y Ramón Salazar
Vázquez.
Del heroísmo de los componentes de este batallón lo
avala que 39 cabos 1º, 13 cabos y 30 soldados fueron condecorados con la
Cruz Roja al Mérito Militar y el soldado Leandro Márquez Rosa fue
condecorado con la Medalla de Sufrimientos por la Patria.
El
noble pueblo que sabe agradecer a sus soldados su entrega a la patria,
en este caso en combate contra el enemigo, voluntariamente realizaron
una colecta con cuyo dinero encargaron a una tienda de efectos militares
en Madrid las condecoraciones y en un magno y brillante acto les fueron
impuestas a sus valientes soldados.
Se puede afirmar que el
comportamiento de estos soldados fue el fiel reflejo de lo que tan
acertadamente escribió este militar y escritor: “los españoles que aman
más la honra que la vida temen más la muerte que la infamia” (Sancho de
Londoño).
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