Fuente: Pirineos en Guerra
El 23 de noviembre de 1957, el Ejército de Liberación penetraba en territorio de Ifni con el objetivo de expulsar a la potencia colonial:
España. El régimen de Franco decidió conservar aquel "pedazo de arena,
piedras y lagartijas" -como lo definió el humorista Gila- en un
conflicto que a lo largo de medio año se cobró cerca de 300 muertos del
lado español. Con todo, aquella guerra quedó rápidamente cubierta por un
velo de silencio. Medio siglo después, los soldados de reemplazo que se
vieron involucrados en la última contienda colonial reclaman un lugar
en los libros de historia.
Más conocida como "la guerra silenciada", "la guerra olvidada" o hasta
"la guerra chica" -así era como ser referia a ella el almirante Carrero
Blanco, delfín de Franco- la de Ifni fue una guerra nunca declarada
oficialmente que se dio por terminada la medianoche del 30 de junio de
1958.El alto el fuego fue una de las consecuencias de los acuerdos de
Sintra del 1 de abril de aquel mismo año, un sucedáneo de tratado de paz
con el que Franco se ahorró la humillación de la derrota. Pero el
dictador no pudo evitar pillarse los dedos: conservaba Sidi Ifni, la
capital de la colonia, pero renunciaba tácitamente al resto del
territorio y rendía al Marruecos de Mohamed V el denominado Protectorado
Sur. Es decir, la zona al norte del Sáhara español comprendida entre el
paralelo 27º 40' y el río Dra, con capital en Tarfaya. Salvar el honor
le había costado a Franco cerca de 300 bajas, la mayor parte de las
cuales soldados de reemplazo destinados en la colonia o procedentes de
los regimientos que fueron enviados precipitadamente desde la Península
para combatir la insurrección.
Vista de Sidi Ifni, la capital de la colonia.
Ifni era una franja de terreno de unos 30 kilómetros por 70, una cuña
desconectada del Sáhara que penetraba en territorio marroquí; la
presencia española se remontaba a 1934, con el desembarco del coronel
Capaz; en los años 50 estaba habitado por entre 8.000 y 12.000
baamranis, tribu nativa de origen bereber. En la capital se concentraba
una guarnición de 2.700 soldados. (Fotografia: Archivo Contijoch)
Cuestión de honor
Mohamed V se mostró más astuto que el Generalísimo, porque el nuevo
statu quo con el que Franco pretendía blindar lo que quedaba de la
denominada África Occidental Española -o AOE, qu englobaba las colonias
de Ifni, el Protectorado Sur y el Sáhara español- duró poco más de otro
decenio. El 30 de junio de 1969, y en cumplimiento esta vez de los
acuerdos de Fez, se consumaba la llamada "retrocesión", barroca fórmula
diplomática que se tradujo en la definitiva cesión de Sidi Ifni a
Marruecos. Seis años después, España abandonaba el Sáhara por la puerta
de atrás, dejando el territorio y su no muy promarroquí población en
manos de Mohamed V.
Tras el intento de invasión del 23 de noviembre de 1957, el ejército rodeó la ciudad de Sidi Ifni de un perímetro defensivo que incluía alambre de espino, trincheras, búnkeres y barricadas (Fotografía: Archivo Contijoch)
Hasta la retrocesión, Sidi Ifni -o "Ciudad de las flores", en el idioma
local- había sobrevivido en un inquietante "alto el fuego en estado de
alerta permanente", como destaca el presidente de la Asociación Catalana
de Veteranos de Sidi Ifni, Miquel Querol: "Por eso para los miles de
soldados de reemplazo que prestamos servicio en la colonia la condición
de excombatientes, y que el tiempo de servicio militar compute como
cotizado en la Seguridad Social". Querol, que fue destinado al
territorio en 1962, sirvió quince meses en el cuerpo sanitario. Como él,
calcula que entre 1957 y 1969 debieron desfilar por Sidi Ifni cerca de
20.000 reclutas, "una quinta parte de los cuales fueron catalanes",
matiza. La entidad, creada en 1988, aglutina a 430 de estos veteranos, y
además de los beneficios de que disfrutan los militares destinados en
misiones de paz en el exterior, reclaman la recuperación pública de este
capítulo hoy olvidado de nuestra historia reciente.
El ejército español utilizó en Ifni a los venerables Junkers (en la foto) y Heinkel alemanes, veteranos de la II Guerra Mundial (Fotografía: Archivo Contijoch)
Es cierto que, a diferencia por ejemplo del Sáhara español, sobre Ifni
cayó enseguida un velo de silencio, probablemente fruto de la mala
conciencia. La memoria colectiva sólo ha conservado -y aun gracias- la
imagen de una pletórica Carmen Sevilla rodeada de paracaidistas, en las
Navidades de 1957, cuando aterrizó en a colonia en compañía del
humorista Miguel Gila y una docena de artistas más para elevar la moral
de la tropa. Los lectores más veteranos quizás recuerden también los
nombres de la dos víctimas ilustres de la guerra: el teniente Ortiz de
Zárate y el alférez Francisco Rojas Navarrete, las únicas víctimas con
nombre y apellidos de una lista de más de 300 bajas entre los cuales
seguramente figuren unos sesenta catalanes, añade Josep Maria Contijoch,
veterano de la guerra fantasma y él mismo autor de Sidi Ifni'57. Impresiones de un movilizado.
Soldados de segunda
El mismo Contijoch consigna otro aspecto sangrante de aquella contienda:
cerca de un centenar y medio de soldados nativos que servíen en 1957 en
el ejército español cobraban todavía en el 2001 pensiones de 70.000
pesetas mensuales. Un trato que no han merecido los reclutas que, como
él y Querol, fueron destinados a una colonia en "estado de alerta
permanente". Pero, ¿qué era, Ifni? La población de aquel territorio de
1.500 kilómetros cuadrados a duras penas ascendía en 1958 a unas 50.000
almas, mayoritariamente de la etnia de los ait ba amrani. Los
europeos, nos 5.000, eran sobre todo militares -y sus familias- y se
concentraban en la capital, Sidi Ifni, y en los destacamentos del
interior, fortines custodiados por pequeñas guarniciones de tropa
española e indígena. La ocupación efectiva del territorio arranca
en 1934, con el desembarco del coronel Fernando Capaz. La nueva colonia
comenzaría enseguida a tener un papel destacado en los asuntos de la metrópolis:
se calcula que aproximadamente 9.000 baamaranis sirvieron en el bando
franquista durante la Guerra Civil, enrolados en el Grupo de Tiradores
de Ifni que el mismo Capaz había creado en 1934.
Barricada levantada por la guarnición del destacamento de Telata, uno de los cuatro que resistió hasta la evacuación, junto con los puestos de Tiluin, Tennin y Tiugsa (Fotografia: Archivo Contijoch)
La efervescencia que se respiraba en el territorio en 1957 hay que
atribuirla a la entonces recentísima independencia de Marruecos, que el
sultán Mohamed V había proclamado en junio del año anterior. Pero
Mohamed V no se contentaba con el fin del protectorado hispanofrancés y
pretendía construir el Gran Marruecos, que incluía Ifni, el Sáhara
español y parte de Mauritania y del Senegal, entonces bajo protección francesa.
El instrumento del expansionismo marroquí era el llamado Ejército de
Liberación, las "bandas armadas" según la terminología franquista,
sospechosos a ojos de los españoles de actuar a las órdenes de la
familia real marroquí. Las "bandas" se habían dirigido inicialmente
contra la Mauritania francesa amparándose en la actitud contemporizadora
de las autoridades españolas del AOE, que permitieron a los insurrectos
plantar sus bases en un Sáhara en teoría bajo control español. Franco
esperaa que dándoles algo de coba conjuraba el riesgo de que las
reivindicaciones nacionalistas se giraran sobre sus posesiones. Pero una
vez más se equivocaba.
La insurrección estalló en Ifni en enero de 1956, cuando tres nativos
murieron en la localidad de Sidi Inno abatidos por una patrulla de la
policía que intentaba retirar una bandera marroquí izada en a mezquita
de la localidad. En abril, el cabo Ángel Sánchez Jiménez se convertía en
el primer muerto español de la etapa prebélica. Pero el atentado más
sonado tuvo lugar el 12 de junio de 1957, con el asesinato en pleno zoco
viejo de Sidi Ifni de Mohamed ben Lahsen, el capitán Musa, oficial de
la policía nómada y por lo visto un auténtico personaje local...
demasiado afecto a los españoles. La revuelta se había extendido a la
capital. El balance tras dos años de enfrentamientos larvados se
elevaba, la vigilia de la insurrección general, a ocho muertos.
Salida de las columnas que iban a liberrar los fuertes del interior de la colonia, asediados por el Ejército de Liberacion (Fotografia: Archivo Contijoch)
La invasión propiamente dicha empezó la madrugada del 23 de noviembre. A
Contijoch, la alarma general le sorprendió en la cama: "Aquello era un
auténtico caos. Nadie sabía qué hacer. Nos ordenaron dirigirnos a
nuestras posiciones. La mía era la oficina del estado mayor del
gobernador de Ifni, el general Mariano Gómez de Zamalloa.
Afortunadamente, el fregado fue en la circunvalación y en el aeropuerto,
y legionarios y paracaidistas enseguida se desplazaron a los puntos
calientes para hacer frente a los moros. Hay que tener en cuenta que
Sidi Ifni era entonces una ciudad abierta, vulnerable: no había
posiciones defensivas, ni trincheras, ni búnkers. Todo esto vino
después: en 1957 no había nada de nada". La operación, para los
atacantes, consistía en ocupar el aeropuerto y destruir los polvorines
de la ciudad. Además, los rebeldes contaban con que los soldados nativos
que servían en el ejército español eliminarían a los oficiales. Pero a
pesar del efecto sorpresa, las "bandas" no consiguieron ninguno de sus
objetivos iniciales, y los baamaranis de Sidi Ifni se mostraron
sorprendentemente leales a España. Contijoch recuerda unos pocos días de
auténtico miedo: "No había una línea de frente ni combatíamos contra un
ejército regular. Se trataba más bien de una guerrilla urbana, con
mucha tensión contenida y tiros esporádicos que con frecuencia eran más
fruto de nuestro nerviosismo que de un ataque enemigo". A pesar del
pasmo inicial, la llegada de refuerzos masivos a partir del día
siguiente de la invasión dejó meridianamente claro a las dos partes que
Sidi Idni no iba a caer en manos de los rebeldes. Otra cosa era el resto
de la colonia.
La auténtica guerra se libró en el interior del territorio, en aquella
cuña que penetraba entre 30 y 40 kilómetros en tierra marroquí y que
trazaba una frontera de unos 130 kilómetros de frente. De los doce
destacamentos españoles en el interior de la colonia, sólo resistieron
cuatro: Tiugsa, Tenin, Telata y Tiuluin. Los ocho restantes fueron
tomados y sus guarniciones, aniquiladas o hechas prisioneras. Pero lejos
del caos que con frecuencia se ha adjudicado al mando español,
Contijoch recuerda una reacción ordenada y contundente. Durante la
semana siguiente se organizó un puente aéreo con medio millar de
operaciones de aterrizaje y de despegue desde el minúsculo aeródromo de
Sidi Ifni. Un puente aéreo que permitió el refuerzo de la guarnición
local con cuatro batallones de reemplazo procedentes de la Península así
como la VI bandera de la Legión, tropas que se añadían a los tres
tabores de tiradores con base en el territorio de Ifni y a las dos
banderas paracaidistas que habían sido destinadas a la colonia meses
antes en previsión de posibles incidentes. Inmediatamente se organizaron
las operaciones de rescate -bautizadas con nombres muy del momento:
Netol y Gento- que culminaron el 8 de diciembre con el regreso a la
capital de los convoys con los supervivientes de los últimos fortines
liberados.
Demolición del fuerte de Telata por las fuerzas españolas en retirada. José Luis Martínez de Abellanosa sugiere que se trata en realidad del bombardeo del puesto de Tiluin previo al lanzamiento de los paracaidistas (Fotografía: Archivo Contijoch)
Fue durante esta fase de la contienda que legionarios y paracaidistas
estrenaron los primeros subfusiles Cetme, entonces de última generación.
También se enviaron a Ifni cañones sin retroceso, ametralladoras Alfa y
morteros de 120 milímetros, pistolas Astra y los veteranos pero
eficacísimos naranjeros de la Guerra Civil. Las corbetas Atrevida y
Descubierta, por su parte -las unidades más modernas de la Marina-
patrullaron las costas de Ifni y del Sáhara, y una flota liderada por el
crucero Canarias apareció un buen día ante Agadir y apuntó sus baterías
contra la ciudad, en un claro gesto intimidatorio que emulaba la
periclitada diplomacia de las cañoneras.
En campaña
Fue en el transcurso de las operaciones de liberación de las posiciones
del interior asediadas cuando tuvieron lugar las acciones más sonadas de
la guerra: el 29 de noviembre, cinco aviones Junkers JU.52 lanzaron
sobre Tiluin una compañía entera de 75 paracaidistas. La guarnición y
este refuerzo llegado por vía aérea fueron finalmente evacuados el 3 de
diciembre, en una de las escasas acciones airosas de aquella guerra. La
liberación de las otras tres posiciones fue más dramática: la columna de
Ortiz de Zárate, que había salido de Sidi Ifni y se dirigía por
carretera a socorrer el puesto de Telata, fue víctima de una emboscada y
resistió ocho jornadas a campo abierto hasta ser a su vez liberadoa, el
mismo 3 de diciembre. Zárate, sin embargo, murió en combate. Era el
primera paracaidista caído en acción de guerra, y fue inmediatamente
promovido a la condición de héroe del régimen. También o fue el alférez
Rojas Navarrete, caído junto con otros 18 reclutas que protegían la
carretera de Tiugsa a Sidi Ifni. La evacuación de Tiugsa, por cierto, se
cobró otras cuatro víctimas, y la de Tenin, cuatro más.
Fuertes de Telata de Isbuia y de Tiliuin. Dos de los doce fuertes distribuidos por el interior de la colonia en los que se desplegaron pequeñas guarniciones que fueron presa fácil del Ejército de Liberación (Fotografia: Archivo Contijoch)
Pero el 8 de diciembre todas las guarniciones se encontraban a salvo en
la capital, convertida en plaza fuerte y rodeada de alambre de espinos,
barricadas y búnkers, y defendida por cerca de 9.000 efectivos. Un
bastión inexpugnable para la guerrilla. Pero el balance tras dos semanas
de guerra semiabierta era demoledor: 34 muertos, 41 heridos y seis
desaparecidos, más 21 prisioneros en manos de las bandas que no serían
repatriados hasta mayo de 1959. Lo peor de todo era que la carnicería no
había servido para nada, porque una vez liberadas y evacuadas, las
posiciones interiores fueron dinamitadas y España abandonó de hecho la
mayor parte del territorio.
A partir de aquel 8 de septiembre, Ifni sólo existiría en los mapas: los
más de 1.500 kilómetros cuadrados de la colonia se habían visto
reducidos al centenar escaso que formaba el perímetro defensivo
levantado al rededor de la ciudad. Sin duda, las deficiencias del
ejército español por lo que respecta a artillería, carros blindados e
incluso de un puerto como dios manda desde done poder abastecer y
pertrechar a las tropas fueron elementos que ayudan a comprender el
desenlace. Por otra parte, ¿qué hubiera ocurrido si Franco se hubiera
enfrentado a un ejército de verdad, y no a unos enemigos con carabinas y
fusiles de cerrojo por todo armamento? Pero la guerra todavía no había
concluido. De hecho, no concluiría hasta la retirada española de la
ciudad, once años después. En enero de 1958, una vez fracasada la
invasión -fracaso a medias, porque los guerrilleros quedaron como los
amos de todo el territorio, excepto de Sidi Ifni- el Ejército de
Liberación se revolvió, ahora sí, hacia el sur, hacia el país Tekna y
Alaiún, el norte del Sáhara.
El principio del fin
En este nuevo escenario se produjo el mayor revés español de la guerra:
el 13 de enero de 1958 una incursión en territorio controlado por la
guerrilla terminó con 47 legionarios muertos, 64 heridos y un
desaparecido. Es el desastre de Edchera, a la vez punto de inflexión de
la contienda. En febrero, España había desplegado en el conjunto de la
AOE cerca de 11.000 soldados, y ahora ya con la colaboración francesa
procedió a liquidar los últimos reductos de resistencia en el Sáhara.
Pero esta aparente victoria no ocultaba la realidad: España conservaba
el Sáhara, sí, pero Ifni había quedado reducida a una ciudad
virtualmente asediada: las "bandas armadas" fueron inmediatamente
sustituidas por soldados del Ejército real marroquí que ocuparon
posiciones al rededor de la capital. Ya no las abandonarían jamás y
España no volvería a poner el pie más allá del perímetro defensivo de
Sidi Ifni.
El primer salto en combate de los paracaidistas del ejército español tuvo lugar en Ifni; en la fotografía, un salto de entrenamiento sobre la posición de Tiluin, semanas antes del comienzo de las hostilidades (Fotografía: Archivo Contijoch)
Pero, ¿fue realmente una guerra "silenciada"? Como recuerda Pius
Pujadas, destacado a la colonia justo después de la guerra, "en la
Península sabíamos que había habido tiros y algunos muertos. Pero no que
las bajas se elevaban a centenares de hombres y que la solución había
consistido en abandonar el interior de la colonia y concentrarse en la
capital". Y eso que en enero de 1958, superada la fase crítica de la
guerra, las Cortes franquistas lanzaron un órdago y elevaron Ifni y el
Sáhara a la categoría de provincias españolas. Se trataba de una
supuesta jugada maestra con la que el régimen pretendía dar carta de
naturaleza a una ficción administrativa: considerar que aquellas dos
colonias africanas formaban parte intrínseca de España como cualquier
otra provincia metropolitana y que, por lo tanto, no les afectaban las
resoluciones de la ONU que instaban a la descolonización de los dos
territorios. El mismo Contijoch, al regresar a casa en junio de 1958, se
topó con la cruda realidad del desconocimiento general por parte de la
población de lo que había ocurrido en Ifni: "Los diarios lo cubrieron
las primeras semanas, cuando el régimen no pudo ocultar las muertes de
Zárate y de Rojas, ni tampoco el desastre de Edchera, pero dándole un
tono inevitablemente épico, triunfalista, como si nos estuviéramos
paseando ante unas bandas de desharrapados. La visita de Camen Sevilla
también tuvo mucha repercusión. Pero si consultamos la prensa e la época
comprobaremos ocn estupor que a partir de enero de 1958 las referencias
a Ifni son cada vez más escasas, hasta que acaban despareciendo. Un
apagón en el que tomó parte incluso el diario Arriba, que a pesar de ser
el diario de Falange había hecho hasta entonces el seguimiento más
completo de la guerra."
El balance final varía según las fuentes. Como no se dispone de datos
oficiales, existe un consenso tácito entre los escasos historiadores que
han investigado la contienda en reconocer unos 300 muertos por parte
española, más medio millar más de heridos, para un contingente que pasó
de 3.614 a 5.200 hombres e quince días, y a cerca de 11.000 en enero de
1958. Dos tercios de las bajas mortales se registraron en Ifni. Y no se
dispone de datos para las bajas del Ejército de Liberación, al que los
servicios de información españoles atribuían unos efectivos totales que
oscilaban entre los 4.000 y los 5.000 guerrilleros. Por lo que respecta
al resultado estratégico de la guerra, el acuerdo de Sintra firmado el 1
de abril de 1958 por España y Marruecos sancionaba el statu quo
de Ifni -los españoles conservaban la capital pero abandonaban el resto
de la colonia- establecía la cesión del Protectorado Sur, con capital
en Tarfaya. Franco aceptaba la mutilación del AOE con la esperanza de
satisfacer así las ambiciones territoriales de Marruecos. Un tremendo
error de cálculo que sólo tardaría un decenio más en aflorar, pero que
se zampó los años de juventud de los reclutas que fueron destinados a la
colonia para cumplir con su servicio militar.
La vida cotidiana en Sidi Ifni
En 1957, Sidi Ifni era una ciudad de cerca de 8.000 habitantes dividida
en dos barrios: el europeo y el baamani, y las dos comuniades mantenían
unas relaciones correctas. El tedio era el principal enemigo de los
reclutas destinados en "El Territorio", el nombre con que se conocía a
la colonia. Los reclutas podían pasarse sus 15 meses de servicio sin
salir de Ifni. En los buenos tiempos de antes de la guerra, las
autoridades ofrecían anualmente un avión para que los nativos cumplieran
con el precepto de visitar la Meca por lo menos una vez en la vida. Las
únicas opciones e ocio en Sidi Ifni eran las sesiones triples en el
cine Avenida. El casino de oficiales estaba vetado a la tropa, como
también cualquier contacto femenino: las únicas mujeres que veía un
recluta eran o bien las esposas y las hijas de los oficiales -fuera por
lo tanto de sus posibilidades- o bien las Fátimas, como los
soldados llamaban a las mujeres nativas. Por no haber, no había ni
prostitutas: el partido Istqlal prohibió a las prostitutas moras que
ejerciesen en los burdeles de la ciudad. Y en 1960 ya no quedaba ni una
sola de entre las profesionales que fueron llegando desde las Canarias
paa sustituirlas. Lo que sí que abundaba en Sidi Ifni era el quifi, la
marihuana. Pero el gran acontecimiento de la guerra fe sin duda la
caravana de artistas que aterrizó en la colonia en las Navidades de
1957, con Carmen Sevilla y Miguel Gila al frente.
[Ese artículo se publicó en enero de 2007 en la revista Sàpiens]
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