Fuente: sur.es
Sidi Ifni, años 60.
En el mes de julio próximo se cumplen 40 años de que la ciudad de Sidi
Ifni pasara de ser una colonia española a formar parte de Marruecos.
Todos despotricamos sobre la mili obligatoria, aquella que nos era
impuesta que quieras que no treinta o cuarenta años atrás. Quien se
libraba de ella por ser excedente de cupo que se decía entonces lo
celebraba – y con él su familia – como si hubiese sido agraciado con el
premio gordo de la lotería. Irse a la mili, con mucha frecuencia, sobre
todo para las familias más menesterosa era como zarandear los cimientos
que sustentaban la raquítica economía familiar. Si el único mozalbete
de la unidad familiar se iba a servir al Rey antes y a Franco después,
la situación que dejaba detrás de sí no podría ser muy halagüeña. Pero
aunque así no fuera y el ‘quinto` perteneciera a una familia de
posición holgada, todavía con mayor razón el desprendimiento del
miembro familiar llamado a las armas era poco menos que una tragedia,
una hecatombe que se trataba de evitar removiendo cielo y tierra para
que no sucediera.
Pero salvo pocas excepciones – malos ratos ocasionados por el teniente
zascandil de turno, el sargento iracundo y chusquero o el cabo golfo y
meapilas – el tiempo que duraba la mili, aunque ya digo se suspirase
por su pronto final, sirvió para reafirmar lazos de comprensión y
amistad con gente de la que uno desde su lugar de procedencia no
llegaba siquiera a sospechar. Fue providencial entre otras cosas, para
romper el círculo habitual asfixiante muchas veces de jóvenes de áreas
geográficas por su situación condenadas a permanecer en la inopia y el
atraso. Se abrieron horizontes impensados de toda índole: cultural,
lingüístico y social. Se crearon lazos de amistad y afecto que luego
habrían de permanecer inalterables e incólumes en el tiempo.
Para mi lo que fue una desgracia por esos motivos de desgarro familiar
y alejamiento del hábitat natural, que la mili me catapultase a las
tierras candentes de Sidi Ifni, apenas terminada la guerra que en su
defensa mantuvieron los españoles allí asentados con las fuerzas
irregulares marroquíes y que se mantuvo en el territorio entre junio de
1957 y julio de 1958, terminó por ser una etapa de mi vida que
difícilmente me desaparecerá de la memoria ya que las relaciones
afectivas creadas permanecen en mi inalterables.
En el mes de mayo pasado recibí una invitación de la Asociación
Catalana de Veteranos de Sidi-Ifni cuyos componentes realizaron la
prestación del servicio militar en aquel territorio africano entre los
años 1956 y 1968, o sea antes y después del conflicto bélico entre la
colonia y España. El grupo de antiguos militares de reemplazo destacado
en Ifni durante esas fechas vienen reuniéndose desde hace mías de 20
años para remoderar su estancia en aquella población.
Por lo que a mí respecta permanecí en Santa Cruz de la Mar Pequeña
(luego Ifni) entre los años 61 y 62 recién acabado los escarceos entre
ambas fuerzas combatientes. Los reclutas de las distintas guarniciones,
en los paseos permitidos de los domingos, nos entreteníamos en contar
los agujeros que la metralla había hecho en las gráciles palmeras de la
plaza de España, lugar de encuentro por excelencia de la población
hispana en la ciudad. Me tocó – junto a mi comunero Ramón Aparicio,
luego director de la Obra Social y Cultural de la antigua Caja de
Ahorros de Ronda, desmantelar la sección topográfica del ejército en la
zona. Fueron unos días y meses que difícilmente podrían olvidarse.
Interminables paseos por la plaza de España, tardes de cine en el cine
Avenida, casi siempre buscando la frescura de la sala cuando soplaba el
siroco, una ventisca de arena candente procedente del desierto que nos
castigaba hasta la extenuación (temperatura ambiental superior a los
50º; bajada hasta el embarcadero o visitas a nuestros amigos saharauis
que gentilmente nos invitaban en su casa a té frío con hierbabuena…
Echando la vista atrás y contemplando las nuevas redes sociales
sustentadas por Internet y la telefonía móvil que abren un mundo
inabarcable de relaciones amistosas pero siempre frías se percata uno
de la ausencia en ellas de experiencias compartidas, de afectos y
amistades comprometidas para el futuro. En este sentido, la siempre
denostada mili aportó valores incuestionables. Centenares de malagueños
pasaron por Ifni en aquellos años anteriores al Tratado de Retrocesión
de 1969. Que nos diésemos la mano ahora nos alegraría a todos.
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