Fuente: El Faro de Ceuta
Aunque resulte un poco duro, estimo que los hechos hay que relatarlos
como sucedieron, sin añadir ni ocultar, y mucho menos haciéndolo con
rencor, odio o animadversión a todo lo que sea Fuerzas Armadas, que es
lo que hace la mayor parte de antimilitaristas y pacifistas de boquilla.
Desgraciadamente, todavía perduran algunos que se hacen llamar
escritores, historiadores, etc., que sobre esta campaña han escrito las
mayores barbaridades, muchas veces falseando la verdad, desfigurando
hechos reales en datos y cifras, y con la mayor de las calumnias,
afirmando que España, en el África Occidental Española, no dejó nada más
que miseria.
En este caso resulta valioso el testimonio del
entonces capitán de Estado Mayor (hoy coronel de Infantería) José
Pettenghi Estrada, el cual ya tenía el valor acreditado. Como alférez
había combatido en las estepas rusas en la División Azul.
El entonces capitán de Estado Mayor con dos
oficiales en una operación, mientras un helicóptero del Ejército del
Aire sobrevuela el terreno.
El Estado Mayor del Sector del Sáhara
El
Decreto de 10 de enero de 1958, a propuesta de los ministros de la
Presidencia del Gobierno, Luis Carrero Blanco, y del Ejército, Antonio
Barroso Sánchez-Guerra, designaba como gobernador general del Sáhara a
un brillante y magnífico soldado, el general José Héctor Vázquez, que
años después estuvo al mando de la Capitanía General de Canarias.
Según
el libro del general Rafael Casas de la Vega: ‘La última Guerra de
África’, afirma en el mismo que el general Héctor Vázquez se iba a
encontrar con un difícil cometido, pero tuvo la suerte de tener a su
lado un excelente equipo de muy buenos profesionales, algunos amigos de
él, y en general todos ellos perfectamente preparados para la difícil
tarea que iban a tener bajo su responsabilidad.
Gráfico de los grupos de las Bandas Rebeldes que operaban en el Sáhara. El círculo señala Villa Cisneros.
Este Estado
Mayor lo componían el teniente coronel Sánchez Meseguer como jefe del
Estado Mayor, el comandante de Caballería Luis Polanco Mejorada
(fallecido hace años de teniente general), los capitanes Valverde, de
Artillería; Juan Bautista Sánchez Bilbao, de Infantería (hoy teniente
general); Quintana, de Caballería, y José Pettenghi Estrada (hoy
coronel). Posteriormente se incorporó a este Estado Mayor el capitán de
Infantería Ángel de Linos Díaz.
Para la importante tarea que
se les presentaba, que era combatir y capturar a las Bandas Rebeldes del
Ejército de Liberación Marroquí, disponían de unas fuerzas bastante
importantes, las IV, IX y XIII Banderas de la Legión, el Grupo
Expedicionario de Caballería ‘Santiago’ (1), el Grupo Expedicionario de
Artillería no 19, tres Compañías del Grupo de Tiradores de Ifni,
Compañía de Plana Mayor, Compañía de Ametralladoras del III Tabor y la
Compañía de Cañones de dicho grupo; una Compañía de Zapadores y otra de
Transmisiones Expedicionaria; y finalmente Unidades de Intendencia,
Sanidad y Automovilismo del Grupo de Policía de El Aaiún. En Villa Bens
las fuerzas estaban compuestas por la II Bandera de La Legión,
Batallones Expedicionarios de Infantería ‘San Fernando II’, ‘Guadalajara
20’, dos Compañías de los Regimientos ‘Canarias 50’ y ‘Tenerife 49’.
Luego se incorporaría el Grupo Expedicionario de Caballería ‘Pavía 4’,
junto al Batallón ‘Castilla 16’ y ‘Cabrerizas’. La guarnición del Sáhara
la componían unos 8.000 hombres.
El capitán Pettenghi en Villa Cisneros
Coronel de Infantería José Pettenghi Estrada, que fue capitán de Estado Mayor en Villa Cisneros en 1958.
En la Campaña de Ifni-Sáhara ni todo fueron éxitos, ni tampoco todo
fracasos. Puede que errores también los hubiera, pero todo se superó con
ese magnífico espíritu que adorna al soldado español. Hay que tener en
cuenta que hubo dos cuestiones que influyeron negativamente en nuestras
tropas. El primero que España acababa de terminar una dolorosa
contienda, y la otra que en ambos territorios se encontraron con el peor
enemigo de guerra, las ‘guerrillas’. No hay que olvidar que los mejores
ejércitos del mundo, desde Napoleón al Ejército Alemán, sufrieron
sucesivas derrotas y cuantiosas bajas. Napoleón en España y Alemania en
Francia.
El 3 de febrero de 1958, el entonces capitán de
Estado Mayor José Pettenghi, era nombrado jefe de Estado Mayor de las
Fuerzas Españolas en Villa Cisneros. Bajo su responsabilidad tenía unos
3.000 hombres, vehículos y diverso material. Pero pronto se iba a
encontrar con varios problemas, uno de ellos muy importante: la comida
para la tropa, ya que no era lo mismo el suministro de Las Palmas a
Villa Cisneros para una pequeña guarnición, que para 3.000 efectivos. El
propio capitán Pettenghi, en una carta a unos de sus compañeros del
Estado Mayor decía: “el estómago del sufrido soldadito, esto es
inadmisible”. Se refería a que llegaban pocos alimentos y tarde.
Según
afirmaba el capitán Pettenghi, solo tenía 50 bidones de agua, cuando
para abastecer a las tropas hacían falta 300. Lo grave es que en Villa
Cisneros no existían manantiales, ni comercios, que son elementos
básicos en una ciudad. Las cocinas que había eran de leña, y cuando
salían al desierto no había leña, salvo la que se obtenía en la costa de
la madera de buques que habían encallado. Otro problema era el correo y
el tabaco, que llegaban tarde, considerando este capitán que al menos
todos estos productos tenían que llegar dos veces por semana en el avión
estafeta.
El hoy general Casas de la Vega, en su libro ‘La
última Guerra de África’, reproduce verdades como catedrales, las mismas
del capitán llegaban: “faltan médicos, faltan curas, falta alguno del
Estado Mayor”. Este capitán terminaba en dicha petición con esta
solución: “¡intendencia!, ¡intendencia! e ¡intendencia!”.
Muchas
cosas faltaban, según el hoy coronel Pettenghi y seguramente otras que
no decía, pero todas estas dificultades y muchas más, con el apoyo de
aquel gran soldado el general Héctor Vázquez y su equipo, y el admirable
espíritu de sacrificio y abnegación de aquellos soldados de reemplazo,
todas y cada una de las operaciones consiguieron vencer, aunque todo
ello a costa de muchas incomodidades, de escaseces y, lo más doloroso,
la sangre que derramaron los mejores en el sagrado cumplimiento del
deber tan incomprendido de ‘¡todo por la Patria!’.
Finalizada
la campaña del Sáhara, a mediados de marzo, llegaba el entonces ministro
del Ejército Antonio Barroso Sánchez Guerra, y en la bienvenida un
notable de las tribus, en nombre de los jefes allí congregados, así se
expresaba: “en este día solemne y único en que el sol parece brillar más
que nunca para embellecer el ambiente de paz que gozamos, tenemos que
expresar al señor ministro, además de nuestra bienvenida, la alegría que
sentimos por la paz que vuelve a reinar en el Sáhara, que todos
deseamos no tenga fin”.
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