Fuente: El Faro de Ceuta (17/6/2020)
El pasado 20 de febrero en Alicante falleció mi buen amigo y
compañero Manuel Jorques Ortiz, el cual tras una larga enfermedad
entregó su alma a Dios, prometiéndome días antes de morir que la próxima
paella la comeríamos en el Cielo.
El título del artículo
corresponde con la larga batalla que Manolo combatió enfrentándose con
una gran entereza a esa lacra llamada cáncer, luchando día a día para
finalmente entregar su alma al Creador. Unido a su esposa e hijos venció
ese combate final como lo que fue, un gran hombre tan bien identificado
por este intelectual: “los grandes hombres son como las hermosas
flores. Crecen a pesar del estiércol que echan sobre ellas los
envidiosos y los imbéciles”, Jules Barbey d'Aurevilly.
Manolo Jorques (señalado con un círculo) y el grupo de compañeros de Ifni en el homenaje en Cuenca a Orozco.
En el Grupo de Policía de Ifni
Manuel Jorques Ortiz nació en Buñol (Valencia), la célebre ciudad tan
nombrada en todo el mundo por su fiesta de la “Tomatina”, donde se
lanzan entre los asistentes toneladas y toneladas de tomates.
Manolo Jorques Ortiz, cabo del Grupo de Policía de Ifni en 1961.
La
tierra que vio nacer a Manolo, Valencia, está llena de artistas,
alegres e intrépidos, y es también la cuna de grandes hombres como Luis
Vives, San Vicente Ferrer, Ribera, Aparici, Pérez Escrich, Blasco
Ibáñez, Sorolla y el famoso escultor y pintor Mariano Benlliure.
En el sorteo de la Caja de Reclutas de Alicante a Manolo, por el número,
le correspondió Ifni como componente del reemplazo de 1961. Una vez
formada la expedición, tras varios días de viaje por ferrocarril,
embarcaron en el muelle de Cádiz en el buque ‘Poeta Arolas’, un
auténtico cascarón. Y lo de cascarón lo puedo afirmar porque la primera
vez que llegué a Canarias en diciembre de 1958, hice el viaje de Las
Palmas de Gran Canaria a Santa Cruz de Tenerife en ese cascarón.
Una
vez incorporado a Ifni el periodo de recluta, el mismo afirmaba que fue
duro y no exento de malos tratos. Esto, por desgracia, a lo largo de la
vida uno se encuentra algunas veces con ese tipo de impresentables, los
que no comprenden “que la razón no puede entrar por la fuerza, al
contrario, la fuerza es la que tiene que entrar por la razón”.
Al
incorporarse Manolo a Sidi Ifni, y apenas finalizado el periodo de
instrucción, por su expediente se dieron cuenta que le faltaban pocas
asignaturas para la carrera de Derecho. Inmediatamente fue destinado al
Juzgado de instrucción de Sidi Ifni en la práctica sus funciones, que
eran la de secretario de dicho juzgado.
Tras finalizar el
periodo de instrucción y posterior Jura de Bandera, con su expediente
personal como universitario, era ascendido a cabo del mencionado Grupo
de policía de Ifni. El carácter jovial, campechano y su honradez
hicieron que pronto le llegaran a admirar sus compañeros, y también era
especialmente apreciado por sus jefes.
La memoria viva de Ifni
A Manolo Jorques se le puede calificar como el número 1 de la
historia de la campaña de Ifni. Lo avalan sus dos libros, siendo su obra
cumbre el llamado ‘Historias Secretas de Ifni’, en el que para redactar
sus 564 páginas Manolo se recorrió la Península Ibérica de norte a sur,
entrevistando a soldados de aquella campaña y que allí dejaron no solo
los meses de servicio militar, si no también sangre, sudor y lágrimas.
Comprendo
a Manolo con sus memorias en los malos ratos que tuvo que soportar por
parte de algunos de sus mandos. Afortunadamente no eran muchos y yo en
alguna ocasión le exponía que la historia ni entiende ni menos se puede
escribir con resentimiento y odio, los hechos son los que son y así hay
que redactarlos, sin rencor ni odio. Esto muy bien lo expuso un doctor
en Derecho, Luka Brajnović, cuando en su homenaje de despedida algunos
de los que fueron sus alumnos le dijeron que, si no veía que miles de
alumnos a los que ayudó y hasta en los últimos años de carrera les
aprobó, ahora le ignoraban, y la respuesta de este eminente intelectual
fue aplastante: “de estos se encarga el tiempo y la historia”.
Me
cabe el orgullo de que en su libro ‘Historias Secretas de Ifni’, me
dedicó en sus primeras páginas estas palabras: “a Antonio Herrero,
escritor, periodista y erudito en temas de Ifni, de quien espero
aprender en el futuro, con la esperanza de que sea benévolo en sus
criticas de estas sinceras memorias”.
Puedes estar seguro
Manolo que jamás fui un feroz crítico con tus memorias, por el
contrario, reconozco tu excelente trabajo y el esfuerzo de días y horas
devorando España a lo largo y ancho para este magnífico libro.
Portada del libro de Manolo Jorques, Historias Secretas de Ifni.
En
este libro antes citado y otro anterior hay que recocerle a Manolo el
tremendo esfuerzo para escribir esos cientos de páginas, ya que tuvo que
recorrer miles de kilómetros a lo largo y ancho de la geografía
española.
A Manolo hay que tambien agradecerle el entusiasmo
que puso para plasmar de viva voz a los cientos de soldados veteranos
que allí dejaron meses de su juventud en tierras de Ifni. Por otra
parte, hay que reconocerle que Manolo no recibió ninguna ayuda ni
oficial ni particular, desde Algeciras a Santander, pasando por
Barcelona, Madrid y Alicante. Pero con total seguridad a Manolo le
llegaran en el Cielo todas las oraciones por su alma, entre ellas la
mía, allí donde están los mejores ejércitos del mundo en ese majestuoso
cuartel que es el Cielo, con su jefe máximo que es nuestro señor
Jesucristo.
El último gesto humano y de compañerismo se dio el
17 de diciembre de 2013, cuando Ángel Ruiz, Paco Susarte, Paco Ruiz y
el propio Manuel Jorques se trasladaron a Cuenca a la residencia ‘La
Alameda’, donde tras varios años allí reside el que fue soldado de
Tiradores (brigada mutilado) Anastasio Orozco Maines, el cual el 23 de
noviembre de 1957 en la defensa del puesto que ocupaba en Ifni fue
herido por una granada de mortero en la cabeza y de la gravedad de
dichas heridas quedó parapléjico. Así lo expone con claridad el
diagnóstico del Hospital Gómez Ulla: “hemiplejia derecha presentando
cuerpos extraños, con afasia y convulsiones”.
Los antes
citados sin ninguna ayuda fueron hasta dicha residencia a homenajear a
este heroico soldado en su cumpleaños. Manolo Jorques y el resto de los
compañeros le pusieron un tarbush de Tiradores y con un casete el himno
de Tiradores. A Anastasio, que no hablaba al oír la música de su himno,
se le saltaron unas lágrimas y en su silla de ruedas permaneció con la
mano derecha en posición de saludo hasta que cesó el himno de Tiradores.
Ni
Manolo Jorques ni Anastasio Orozco Maines saben que no los olvidamos,
porque esta cita lo dice bien claro: “los muertos no mueren nunca si
alguien los recuerda”.
|