Fuente: El Faro de Ceuta
El 18 de febrero de 1958, cuando el crucero
Galicia navegaba en alta mar, por los altavoces de dicho buque sonaba
el toque de “zafarrancho de combate”, y al momento todo el personal se
trasladaba a cubrir sus puestos.
El fallecido periodista Ramiro Santamaría Quesada, que cubrió la
información en la campaña de Ifni-Sáhara 1957/58 afirma en su libro
‘Ifni-Sáhara. La guerra ignorada’ lo siguiente: “el comportamiento de la
Marina de Guerra fue ejemplar. Durante la guerra jefes, oficiales,
suboficiales y marineros, así como la Infantería de Marina tuvieron un
comportamiento que merece elogio”. Ante esto nada se puede añadir salvo,
que desgraciadamente, el silencio y el olvido son lo que los acompañó
siempre.
Marineros del crucero Galicia. Rodeado con un círculo Miguel Julián Gálvez.
El “Galicia”, de proyecto inglés
El crucero
Galicia se construyó en los astilleros de Ferrol con proyecto inglés
entre los años 1922 y 1927, y fue bautizado con el nombre de “Príncipe
Alfonso”. En aquellos tiempos este tipo de buque era considerado como
muy moderno. Su desplazamiento era de 7.975 toneladas, con una eslora de
176,62 metros, 16,46 metros de manga y 5,30 metros de calado.
La
propulsión era de turbinas Persons y contaba con 8 calderas Yarrow, con
una potencia de 83.000 caballos, lo cual le proporcionaba una velocidad
de 33 nudos y una autonomía de 4.950 millas a unos 15 nudos.
Su artillería estaba compuesta de ocho cañones Vickers, de 152.4 mm.
Portaba en 3 montajes dobles y 2 sencillos 4 cañones antiaéreos de 47
mm, que a su vez estaban dotados de 4 montajes triples de tubos
lanzatorpedos de 533.4 mm.
Parte de guerra del crucero Galicia.
Un marinero distinguido
Miguel
Julián Gálvez García, desde su pueblo natal de La Mamola (Granada), fue
uno de aquellos jóvenes de reemplazo de 1957 que le correspondió como
él orgullosamente afirma en la “Gloriosa Marina de Guerra española”. Una
vez incorporado a filas iniciaba su formación militar en el CIM (Centro
de Instrucción de Marinería), en San Fernando (Cádiz), formación que
duraría 70 días, y tras su juramento de fidelidad a la Sagrada Enseña de
la Patria, pronto iba a conocer el acto más solemne del que puede
presumir todo español, el llamado “zafarrancho de combate”.
En
los primeros días del ataque a los territorios, por órdenes de la
Jefatura del Estado, llegaba al mando de almirante Pedro Nieto Antúnez
la mayor parte de la flota, el cual enarbolaba la insignia en el tan
recordado en estas islas, el célebre Crucero Canarias, al que
acompañaban los siguientes buques: los cruceros Méndez Núñez, Galicia,
Almirante Cervera y Miguel de Cervantes, así como los buques de la 2ª y
3ª Flotillas de Destructores, José Luis Díez, Gravina, Escaño, Almirante
Miranda, Jorge Juan, Almirante Antequera y Churruca, además de la
LST-I, la barcaza de desembarco K-2, el transporte X, los minadores
Eolo, Neptuno y la fragata Magallanes.
Las principales misiones de la Marina de Guerra en este conflicto
fueron la defensa de las zonas costeras, al mismo tiempo que la
protección de los convoyes con tropas, material de guerra y víveres,
siendo designada como punto de reserva y concentración de fuerzas de la
isla de Fuerteventura en Puerto del Rosario. Para ello, el Estado Mayor
de la Armada dividió las operaciones a realizar en dos fases. La 1ª fase
consistía en trasladar tres cruceros y una flotilla de destructores con
su buque insignia a Las Palmas de Gran Canaria, donde establecerían su
base. La 2ª fase se trataba de operaciones de limpieza. Concretamente en
realizar una operación de limpieza en la zona, fijando como cuartel
general y punto inicial de la ofensiva la cabeza de playa de Aaiún. Para
realizar dicha operación en la playa se inició con 18 lanchas pequeñas
de desembarco LCM, con protección del minador Vulcano y más tarde con el
Neptuno, además de los destructores en servicio de vigilancia.
"Zafarrancho de combate"
Miguel Julián Gálvez.
Una
vez que Miguel Julián Gálvez García realizó su Jura de Bandera, y a la
espera de destino, sonaba en una mañana en el acuartelamiento un toque
de corneta llamando a formación. Una vez en formación se les comunicaba
que estuviesen preparados con utensilio y correspondiente armamento para
zarpar a la mañana siguiente rumbo a Sidi Ifni. Tras embarcar
abandonaban la bahía de Cádiz y el crucero Galicia iba navegando,
bordeando la costa africana hasta el límite de Marruecos. Así iban
transcurriendo los días en alta mar, en constante y permanente
vigilancia hasta que, a los 15 días, fueron relevados por el crucero
Canarias.
Este marinero recuerda con emoción y con mucho
cariño, tras esos más de 40 años de aquellas inolvidables fechas de
tensión y preocupación, que cobraba 8 pesetas diarias por estar en aguas
internacionales, y a final de mes 65 pesetas en atención a su categoría
de “marinero-astillero distinguido”. Si se tiene en cuenta el valor de
la moneda en aquellas fechas, esto para este marinero, como para todos
aquellos que navegaban en la flota, era toda una fortuna.
El 18 de febrero de 1958, cuando el crucero Galicia navegaba en alta
mar, por los altavoces de dicho buque sonaba el toque de “zafarrancho de
combate”, y al momento todo el personal se trasladaba a cubrir sus
puestos. El marinero Miguel Julián Gálvez se trasladó a su puesto en el
puente popa para ejercer su misión y especialidad de seguidor
telemétrico, que consistía en medir distancias. Recuerda también que el
fuego artillero se prolongó hasta las 18:00 horas, acompañándole en
dicha misión el destructor Almirante Churruca.
Posteriormente,
en la Operación Pegaso, el crucero Galicia, con una eficacia altamente
positiva, intervino bombardeando Erkunt, Id Bucheiri, Yebel Buganin y
Tabelcut. Más tarde, de nuevo el crucero Galicia intervino con su
potente artillería en la Operación Siroco.
De la actuación de
nuestra Armada en esta guerra, así destacaba un diario nacional: “a
presencia de la Armada Española frente a las costas de Marruecos ha sido
una seria advertencia” (El Alcázar, 14 diciembre de 1957).
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