Fuente: El Faro de Ceuta
Resulta inconcebible que durante la campaña de Ifni alguno de los
actos de las bandas rebeldes del Ejército de Liberación Marroquí nada
tuviesen que ver con enfrentamientos con fuerzas del Ejército español.
En este caso concreto fue el asalto al faro Bojador. Allí había tres
técnicos de señales marítimas (fareros), un matrimonio canario que
poseía un camión, varios policías musulmanes y dos soldados de
transmisiones con la emisora que comunicaba Las Palmas con Sidi Ifni.
Tras capturarlos los tuvieron prisioneros en Marruecos desde noviembre
de 1957 a mayo de 1959, un hecho contrario al Convenio de Ginebra.
Desembarcando pertrechos en la playa.
Arístides
García Robayna dirigió a las tropas que recuperaron el faro en la costa
saharaui tras el asalto en el que desaparecieron durante casi dos años
varios militares y civiles.
En los últimos días de noviembre de 1957 las autoridades se alarmaron
porque no recibían comunicación alguna de la emisora de faro Bojador. Y
aún más porque los buques que navegaban por las proximidades no veían
ninguna señal desde el faro. El Gobierno General del África Occidental
Española ordenó a la Zona Aérea de Canarias que un avión del Ala 46
volase en vuelo rasante sobre el faro para comprobar qué sucedía.
Arístides García Robayna.
La
misión le fue encomendada a mi buen amigo y compañero en Iberia, el
entonces teniente Manuel de Ugarte y Riu, piloto de ese Ala. Despegó con
un Junkers y él mismo narra en un libro que hizo un vuelo a muy baja
altura y observó que las ventanas del edificio del faro se encontraban
abiertas, que en el interior había manchas de sangre y que no se veía a
nadie. Posteriormente, cuando la instalación fue ocupada por fuerzas
españolas, se comprobó que las manchas correspondían a unos perros. Al
ocupar los rebeldes el faro, los canes les hicieron frente y los
asaltantes acabaron matándolos.
Las autoridades españolas tras comprobar lo sucedido y dada la
importancia del faro, especialmente a nivel internacional ya que era
guía de todo el tráfico marítimo que se dirigía o venía del sur de
África, dispusieron de inmediato las medidas necesarias encaminadas a su
puesta en servicio de forma urgente.
Ante esta incidencia, el
vicealmirante ordenó la inmediata salida de la corbeta Descubierta
desde la Base Naval de Las Palmas en dirección a la zona. La embarcación
iba protegida desde el aire por un cazabombardero Heinkel del 29
Escuadrón de Gando. El aparato sobrevoló el faro y protegió el
desembarco de un pelotón de Infantería de Marina. La unidad rastreo el
lugar y sus inmediaciones. Descubrió lo que el teniente piloto Manuel de
Ugarte vio: manchas de sangre y casquillos de armas, la radio
destrozada, muestras de saqueo y ninguna presencia humana. Faltaban del
lugar los tres fareros destinados a Bojador, el matrimonio canario que
se dedicaba al transporte, los policías del retén y dos soldados
encargados de hacer la radio que les comunicaba con Las Palmas. También
había desaparecido el camión del matrimonio canario.
El asunto fue considerado un auténtico acto de piratería y de bandolerismo.
Operación Perdiz
Gracias al coronel Arístides
García Robayna, natural de Las Palmas de Gran Canaria, teniente del
Batallón de Infantería Fuerteventura LIII y testigo y protagonista de la
campana de faro Bojador, este artículo puede salir a la luz con todo
lujo de detalles, basados en los hechos reales que él vivió.
El
21 de diciembre de 1957 embarcaba en el minador Marte de la Armada
española, al mando del capitán de fragata Rey Ardid, una sección
reforzada del batallón Fuerteventura LIII con 52 hombres al mando del
capitán José Serrano Puche. La expedición estaba compuesta por una
sección de la Primera Compañía, un pelotón de ametralladoras y un
pelotón de morteros de 81 milímetros. Estos últimos al mando del
teniente Arístides García Robayna. A esas fuerzas le acompañaban dos
marinos de la Armada con una emisora de radio para enlazar con el mando.
El
desembarco se realizó en dos barcazas, las cuales transportaron a los
militares hasta la playa. Todo con un enorme esfuerzo, pues el agua les
llegaba a la cintura y cargaban con cajas de munición y el armamento.
Una tarea propia de titanes.
Recuerda el coronel García
Robayna que el desembarco se realizó en unas condiciones muy duras. Los
soldados transportaban las cajas sobre sus hombros, la munición, las
ametralladoras y los morteros en condiciones más que difíciles. Era de
noche y tuvieron que recorrer unos 800 metros.
En el Faro de Cabo Bojador.
Al llegar al faro con tres técnicos de señales marítimas quedaba otra
dura tarea, montar el servicio de seguridad, para lo que había que
cavar trincheras y pozos de tirador alrededor de la atalaya. Ya durante
el día los técnicos lograron poner en funcionamiento la luz.
Hasta
abril de 1958 la sección del batallón Fuerteventura LIII prestó sus
servicios custodiando la posición. También señalizaron una pista
provisional a donde puntualmente un avión Junkers del Ala 46 les
transportaba la correspondencia y demás avituallamientos. De gran apoyo
para los expedicionarios fue el entonces teniente coronel piloto Pelayo
Guerra Bertrana, también natural de Las Palmas de Gran Canaria, que
facilitaba a esta sección no solo lo que oficialmente tenía que llevar,
sino también lo que le pedían.
El 3 de abril de 1958 eran
relevados por una sección de Infantería de Marina y regresaron a su
acuartelamiento en Fuerteventura. García Robayna expresó su
reconocimiento a aquellos soldados: “el comportamiento de los hombres de
esta sección, desde el primero hasta el último, fue excelente, jamás
decayó la moral a pesar de la dureza del esfuerzo, ya que durante la
noche casi no dormían y durante el día realizaban trabajos de
fortificación".
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