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Un Tirador en la Guerra de Ifni Imprimir E-Mail
Colaboraciones - Manuel Jorques Ortiz
domingo, 12 de julio de 2009
Índice del Artículo
Un Tirador en la Guerra de Ifni
Reclutamiento, traslado y campamento
De cómo se establece una posición en la montaña
Bautismo de fuego del II Tabor
El II Tabor de Tiradores entra en combate
La columna de liberación de los puestos de Tiugsa
La toma del monte Buyarifen y el cañoneo del crucero Canarias
Epílogo
 

El II Tabor de Tiradores entra en combate

Al fondo el "morabito" y el cementerio musulmán.
Al fondo el "morabito" y el cementerio musulmán.

Puede parecer imposible que entrada la mitad del siglo XX, tras un protectorado de Francia y España, con el consiguiente acceso a universidades y foros culturales del más elevado nivel, pudieran existir en el recientemente independizado Reino de Marruecos, mentes salvajes y asesinas que dispusieran fríamente el aniquilamiento físico de los españoles residentes en Ifni. Pero una mente siniestra, el futuro Hassan II planeó con sus más aviesos colaboradores (en eso están de acuerdo actualmente casi todos los historiadores), para usurpar los territorios africanos bajo soberanía española, un plan mezquino y cobarde, para pasar a cuchillo a militares y civiles, que no tuvo éxito debido a una confidencia el día antes del señalado para la masacre. Se había dispuesto que al amanecer del día 23 de noviembre de 1.957, unos doscientos elementos del llamado Ejército de Liberación Marroquí se infiltraran sigilosamente en la ciudad de Sidi Ifni, y conocedores de los domicilios personales de los oficiales del ejército que no pernoctaban en los cuarteles, se les asignó a cada uno el asesinato del militar que se les fijó previamente, tras lo que los soldados, sin mandos, quedarían prácticamente inutilizados y podrían comenzar la orgía de sangre planeada. ¡Otro Annual, en el que fueron pasados a cuchillo unos diez mil españoles en el año 1.921! Especular a estas alturas si con aquella masacre Marruecos, a la vez que engullía el África Occidental Española, podía haber tambaleado o derribado el régimen militar del General Franco, no sirve de nada.

La confidencia (o traición, según se mire) de un soldado indígena al capitán Rosaleny el día 22, hizo que el Gobernador General, el laureado Gómez-Zamalloa, tomara las medidas necesarias, que abortaron la sorpresa, y pudieron ser rechazados los asesinos dentro de la misma ciudad. Entre las medidas adoptadas vamos a ocuparnos de aquellas en las que Ángel Ruiz se vio envuelto y de las que fue humilde pero auténtico y heroico protagonista.

Fusil ametrallador en un subelemento de resistencia.
Fusil ametrallador en un subelemento de resistencia.

Sobre las diez de la noche dos compañías de fusiles del II Tabor (una de ellas la 8ª) fueron desplegadas por la zona de Arna u Alí y monte Curran, ocupando ambas posiciones que cerraban el camino de acceso a Sidi Ifni desde Tabelcut (nuestra frontera con Marruecos), así como el Gomio del campo de aviación y monte Bu Laalam y laderas de la parte noroeste, con lo que se cerraba el acceso norte a la ciudad.

En el acuartelamiento se había decretado una generala "silenciosa" (nada de toques de corneta), pero los soldados intuían que aquella no iba a ser una marcha mas de entrenamiento. Había mucha seriedad, caras largas y un trato más humano y cordial por parte de los oficiales. Armados y amunicionados, tras levantarse muchos de la cama en la que podían haber continuado porque un alto porcentaje se hallaba rebajado de servicio por enfermedad (existía una fuerte epidemia de gripe), iban a entrar en combate de forma oficial, en la última guerra colonial de España. Se podía decir que casi todos estaban "bautizados por el fuego enemigo" en escaramuzas anteriores y la pequeña batalla por la fracasada toma de Tamucha, pero ahora se iniciaba una guerra de verdad, un conflicto bélico con el que se tropezarían de bruces al llegar a la cota 220 y al Gurran. Fuertes combates con muertos, heridos y siete prisioneros enemigos (entre ellos dos mujeres), en el primer combate, y las primeras bajas propias. Nuestro amigo Ángel nunca ha podido desprender de su retina la imagen del primer caído, a su lado,  un compañero catalán, alto y fuerte como una torre, al que una bala le atravesó el pecho cayendo fulminado como si de un saco de patatas se tratara. Solo unos segundos antes era un joven animoso y charlatán, sin miedo alguno, pese a la situación por la que atravesaban.

Ángel, de uniforme.
Ángel, de uniforme.

El amanecer del 23 de noviembre de 1.957 dio paso a un largo día pleno de acontecimientos: un grupo de rebeldes que huía del fuego que se les hacía desde un punto situado entre la carretera de Tabelcut y el cementerio, enfiló la cota 220 en donde la sección de la 8ª Compañía de Tiradores dio buena cuenta de ellos causándoles cinco muertos y once prisioneros, a la vez que les intervinieron subfusiles, fusiles, munición y material diverso. Los días siguientes el II Tabor se dedicó a la ingrata tarea de cavar trincheras y formalizar unos centros de resistencia dotados de alambre de espino y campos minados, para sellar el acceso norte y noreste con dirección a Sidi Ifni, en cuyo trabajo diurno, tiroteos y escaramuzas, vigilancia nocturna (¡aquellos pozos de tirador, más allá de la alambrada!), pasaron unos diez largos días, comiendo y durmiendo sobre el terreno, sin relevos, casi si agua y con aquel armamento tan antiguo en comparación con parte del intervenido al enemigo, de procedencia americana.

Cabe indicar que la fortificación frontal de un semicírculo rodeando a la ciudad de Sidi Ifni (por detrás, oeste el océano) protegía la zona vital: Aeródromo, población con una parte de habitantes leal y otra dudosa (los indígenas), en donde se enclavados los depósitos de intendencia y servicios básicos, y la playa, vía a través de la que se iba a intentar la llegada de refuerzos y materiales (cuando la mar lo permitiera). Si los atacantes (gente manejada por Marruecos) sobrepasaban nuestra débil línea "maginot", improvisada  a toda prisa, pese a haber desbaratado el primer intento al ser descubierto a tiempo, podía desencadenar la tragedia latente ya que se ignoraba que iba a pasar con los musulmanes residentes en el pueblo.

Para los no avezados a la terminología castrense queremos apuntar que un Centro de Resistencia, era una organización defensiva ocupada y defendida por un batallón de infantería (el Tabor africano era su equivalente), organizado de forma que pudieran protegerse del enemigo en todas las direcciones, para lo que se dividía en una serie de organizaciones defensivas de rango inferior, todas ellas aisladas entre sí y defendibles en todas las direcciones. Se podría definirlo como un "erizo" compuesto por una serie de "erizos" en su interior. El elemento básico humano era el pelotón (unos 15 hombres al mando de un sargento o cabo 1º) que guarnecía cada uno de los diversos "erizos" llamados subelementos de resistencia. Como es lógico ocupaban una serie de alturas y observatorios pertinentes. Era una segunda línea que debía ser infranqueable para el enemigo (detrás estaba la ciudad indefensa) por lo que se dispuso de una primera línea o defensa exterior, de parecidas características, pero preparada en caso de ser rebasada para la retirada a la zona de defensa interior cuya defensa debía ser a "vida o muerte". En esas estuvo el II Tabor durante unos diez días, como hemos dicho, y consiguieron repeler a los rebeldes tantas veces como intentaron el ataque. No hace falta repetir que de comer poco, beber lo imprescindible para no morir de sed, y dormir tan escasa y malamente que los Tiradores, con humor y patriotismo, lo expresaban en una ranchera (música de "tengo penas en el alma") en la que decían: "De noche a los puestos, de día al trabajo, y por novia tengo, a mi fiel mosquetón, con mis noventa cartuchos y cuatro granadas, que es el reglamento, del buen tirador".



 
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