Fuente: El Faro de ceuta
Existe una mala costumbre, aquí en España, de valorar siempre como
mejor lo de fuera, y hasta en lo personal muchas veces los mejores son
de fuera de nuestras fronteras. Concretamente Canarias, en el apartado
de la Milicia, tiene una larga lista de ‘héroes’, por desgracia poco
menos que olvidados. Un héroe laureado, el comandante Nicolás de
Fuentes, el único recuerdo que tiene es una placa llena de herrumbre y
suciedad en la casa donde nació, frente a la iglesia de San Francisco;
el capitán Diego Fernández, en la Rambla, sólo recordado en diciembre
por sus compañeros de armas. Otros que obtuvieron la Medalla Militar
Individual como el teniente Gonzalo Armendáriz Gurrea o el cabo Elicio
Correa, apenas son conocidos.
El cabo Carlos Rojas Suárez.
Otros sobrepasaron más allá el
heroísmo, como el soldado de Tiradores Pelayo Rosa Viera, de Tacoronte,
que en la defensa de Tamucha (Ifni), tras una defensa numantina, cuando
habían aniquilado a la mayor parte de los defensores, cayó prisionero y
tuvo un cautiverio en Marruecos de cerca de dos años, o el tinerfeño
Isidro Pelayo, que en las filas de la División Azul, en la Batalla de
Krasny Boor, tras un combate durísimo y contra varias divisiones del
ejército soviético, finalmente cayó prisionero y sufrió un cautiverio en
la Siberia de más de once años, o el lagunero Enrique Torres Rivero,
que la noche del 23 de noviembre de 1957, con sus compañeros de
Tiradores de Ifni, supo comportarse como un verdadero valiente, cuyo
caro precio fue las gravísimas heridas que le dejaron ciego de por vida.
Carlos Rojas Suárez, un chicharrero de pura cepa, nació en Santa Cruz
de Tenerife el 21 de noviembre de 1935, en el hogar de ocho hermanos.
Sus padres, Lorenzo Rojas y Pilar Suárez, a todos ellos les inculcaron
unos valores que son como la regla de oro: amor al trabajo, a la Patria,
a la Bandera y a la familia.
Desde muy niño Carlos Rojas tuvo
que empezar a trabajar, puesto que los recursos de sus padres eran
escasos y las necesidades muchas, de ahí que el propio Carlos Rojas
reconoce que fue un ‘hombre prematuro’, pero él insiste que de todo ello
y muchas privaciones y sufrimientos, se siente orgulloso.
El
21 de marzo de 1957 Carlos Rojas Suárez se incorporaba al Ejército con
su reemplazo de 1956, y cuyo destino fue una de las unidades más
emblemáticas del Ejército español, el Grupo de Tiradores de Ifni. Este
tinerfeño, que siempre demostró un acendrado espíritu militar, tras
jurar Bandera, la Orden nº 299 del Grupo de Tiradores lo ascendía a cabo
con antigüedad de 9 de octubre de 1957.
Orden de Operaciones P-4: Operación Gento.
Los avatares de la vida le hicieron sufrir en su carne una serie de
problemas pero Carlos Rojas, creyente y católico, con la ayuda del
Todopoderoso, supo salir adelante y hoy en la actualidad Dios, sumamente
justo, le ha dado la felicidad, de la cual goza con su esposa y dos
hijos.
En esa Unidad de Tiradores de Ifni, tanto Carlos Rojas
como todos sus componentes, se cubrieron de heroísmo en todos y cada uno
de los combates, y de ello da fe la pluma de un prestigioso periodista:
“el Grupo de Tiradores de Ifni es una de las mejores unidades del
Ejército. Sus soldados son un heroico plantel castrense, cuyo
comportamiento en la campaña fue magnífico, aunque parece un tanto
olvidado, por no decir ignorado”, Ramiro Santamaria, periodista.
Héroe en la guerra y en la paz
Carlos
Rojas Suárez estaba destinado en el II Tabor del Grupo de Tiradores al
mando del comandante Juan Chica Bernal, cuyo bautismo de fuego fue el 23
de noviembre de 1957, donde en la madrugada de dicho día, estos
valientes tiradores se enfrentaron a unos 400 hombres del Ejército de
Liberación Marroquí, pero con la bravura que les caracterizaba,
rechazaron valientemente dicho ataque, causándoles numerosas bajas y
prisioneros.
Tras los primeros combates, el II Tabor tuvo una
continua actividad, y el cabo Carlos Rojas interviene con el mismo en la
liberación de los puestos cercados de Tag Agra y Tenin de Amel-Lu.
Desplegando en línea de combate el Tabor con un heroísmo digno de
elogio, hacen huir al enemigo, liberando los puestos cercados. Afirman
testigos que el encuentro con los soldados sitiados y los componentes
del II Tabor, fue de una intensa emoción, unos y otros se fundieron en
abrazos, besos y lágrimas.
Por estos hechos de armas, en la
Hoja de Servicios del cabo Carlos Rojas consta esto: “la Orden General
del Gobierno de Ifni, nº 75 transmite al citado cabo la felicitación del
jefe del Estado por su disciplina, abnegación y heroísmo en las
operaciones contra las bandas rebeldes”.
Hasta el final de las
operaciones militares, en mayo de 1958, el cabo Carlos Rojas se
distingue en todos los combates y operaciones que participa con su
Tabor, y el heroísmo de este tinerfeño no sólo le valdría el ‘valor
acreditado’, ya que la orden del grupo de Tiradores nº 310 citaba que:
“el ministro del Ejército, a propuesta del general gobernador del África
Occidental Española, le concede al cabo Carlos Rojas Suárez la ‘Cruz de
Guerra’ por su distinguido comportamiento frente al enemigo”. Tiempo
después, el 19 de diciembre de 1958, le era concedida la Medalla de la
Campaña de Ifni con cinta anaranjada.
Carlos Rojas, en la vida
civil, como empleado de la Compañía Iberia, L.A.E., también ha sabido
demostrar el heroísmo, como así consta en estos escritos: “D. Carlos
Rojas Suárez. Felicitación actuación voluntaria emergencia vuelo B/951.
Quiero testimoniarle mi agradecimiento y felicitación personal por su
participación voluntaria en las operaciones de atención al avión B-747
que hubo de regresar por aviso de bomba”, Luis Jorge Martin Morán,
gerente de Iberia en Barajas, 24-02-1979; “Quiero por la presente
expresarle mi reconocimiento y felicitación, así como la de nuestra
compañía por su actuación voluntaria y eficaz desarrollada el pasado 29
de julio, con motivo del atentado terrorista en la Consigna de Equipajes
de Llegadas Nacionales”, Pedro González Cristóbal, director de Iberia
en el aeropuerto de Barajas, 4-08-1979.
Carlos Rojas tenía el
valor acreditado en la Guerra de Ifni y años después, siendo empleado de
Iberia en Barajas, demostró su valentía y heroísmo en dos ocasiones
consecutivas, donde él solo se metió en la bodega de un avión Jumbo, del
cual habían dado aviso de que transportaba un paquete bomba, el cual
extrajo él mismo. Posteriormente otro aviso de bomba en la consigna de
Iberia en Barajas hizo que nuevamente él solo extrajese dicho paquete.
Yo, que conocí y fui amigo y compañero en Iberia de Carlos Rojas, sabía
de los valores que este compañero portaba. Resulta triste que hechos y
comportamientos como el de Carlos Rojas queden en el anonimato cuando
otros hechos menos relevantes gozan de grande titulares y homenajes.
El
comportamiento de este tinerfeño puede afirmarse que es el fiel reflejo
de lo que escribió este intelectual: “el heroísmo se llama así porque
desprecia un abismo”, Jean Henri Lacordaire.
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