Fuente: El Español
Cientos de jóvenes que estaban
haciendo la mili murieron ahí. La nueva ayuda llega tarde y sólo al 10%
de los que estuvieron ahí. Pero llega.
“Cuando nuestros paracaidistas lograron tomar la montaña… Los mandos
habían avisado de que estaba llena de moros, pero no les dio tiempo a
avisar de que ya estábamos nosotros. Entonces empezaron a caer las
bombas. Las nuestras. Los cuerpos botaban por ahí como si fueran
troncos. Ahí se quedaron.
Todos muertos. Pasamos la noche recogiendo cadáveres y trozos y
haciendo guardia junto a los cuerpos amontonados para que no se los
comieran los animales, por el olor a sangre, ya sabes. Eso nunca lo
publicó nadie. Como fue un auténtico desastre, ese episodio no está
recogido en ningún lado”.
Ángel, a la izquierda con su pelotón y a la derecha él solo, en Sidi Ifni. (Foto Cedida)
Ángel Ruiz cuenta la anécdota, por llamarlo de alguna
manera, como si hubiera sido ayer. A sus 86 años, dice que recuerda todo
vívidamente, que incluso por las noches sigue soñando con esta o
aquella batalla. Aunque no aclara si los recuerdos le persiguen o son
meros flashbacks, no está de más que alguien se acuerde de lo que pasó.
Ángel fue uno de los soldados españoles de la guerra de Ifni, el último
conflicto internacional de España y una contienda a la que todo el mundo
llama, y con razón, “la guerra olvidada”.
Para entenderlo bien hay que ponerse en perspectiva. Corría 1957 y Marruecos
estaba viviendo un proceso de descolonización que había comenzado un
año antes y la tomó con la presencia española al suroeste del país,
especialmente en el Sáhara y en las colonias de Ifni.
Desde noviembre de ese año hasta junio de 1958 se desató un conflicto
contra guerrillas marroquíes en el que los españoles cayeron como
moscas. Y es que la mayoría de los soldados españoles eran jóvenes que
no habían salido de su pueblo, que fueron ahí obligados a hacer la mili y que les estalló una guerra en la cara cuando sólo llevaban tres meses sabiendo que el fusil se carga por aquella ranura.
Ángel, en el centro, comiendo junto a sus compañeros en Ifni. (Foto Cedida)
El
Gobierno español, ahora, 64 años después de todo aquello, se ha
propuesto enmendar la memoria de todas esas personas y les va a otorgar una ayuda de 1.000 euros.
La medida llega muy tarde para un colectivo que ahora ronda entre los
80 y 90 años de edad y en el que muchos ya han fallecido. Pero llega,
por lo menos, para reparar de alguna forma un conflicto que, de tan
desastre que fue, nunca se supo gran cosa porque el régimen de Franco no
informó de aquello. El pago será una única vez y serán beneficiadas
alrededor de 1.100 personas (apenas el 10% de los 10.000 que
participaron en la contienda).
“Es una guerra que sigue estando, a día de hoy, en el segundo cajón de la historia”, explica Gustavo Adolfo Ordoño, autor del libro La guerra de Ifni. “Aunque fue Carmen Sevilla,
en plan Marilyn Monroe, a animar las tropas, la información se dosificó
mucho. No era abierta y no se dejaba acudir a medios extranjeros. Todo
lo que había era propaganda para alentar a los militares, pero no se
decía que había 100 prisioneros por ahí perdidos, de los cuales sólo
volvieron 50. Y ahora… la ayuda es lo mínimo que se ha preocupado la
democracia por ese tema”, asegura.
Por todo esto, EL ESPAÑOL habla con varios veteranos
de la guerra de Ifni para que cuenten cómo fue aquello. Aunque quedan
pocos, por lo menos, que se les recuerde bien.
Vicente, 85 años
Vicente Cambralla
llegó a Sidi Ifni, la capital de la provincia, en febrero de 1957.
Obligado, como todos, a hacer la mili. Ahora lo recuerda tranquilo, ya
jubilado tras pasar su vida trabajando en Correos, hablando por teléfono
en su casa de Valencia. “Pff, no teníamos nada de experiencia militar,
fuimos con 20 años”, relata. “Fue una guerra difícil porque era de
guerrillas. No fue un Gobierno contra otro. Los moros no daban la cara.
Veías que morían todo el rato los españoles y de ellos no matábamos a
ninguno. Además, se conocían el terreno a la perfección".
Vicente Cambralla, vestido de soldado.
(Foto Cedida)
En el corto año que duró el conflicto, murieron 300
españoles, 574 resultaron heridos y 80 desaparecieron. Vicente estuvo a
punto de formar parte de la estadística de los muertos, pero la suerte
quiso que sólo estuviera en la de los heridos.
“Me hicieron cabo primero y llevaba yo un pelotón de
nueve personas de las que murieron siete. Un día, en una montaña, me
vino un moro por detrás con una navaja. Menos mal que me avisó el
capitán. Me dijo ¡Cuidado! y cuando me di la vuelta se abalanzó sobre
mí, clavándome el cuchillo debajo del brazo izquierdo. Le descargué el
cargador entero y no fue a más. Me llevaron al hospital y a los ocho
días me mandaron de vuelta a la montaña”, relata.
— ¿Cómo fue, para alguien como usted, que no tenía ningún tipo de experiencia militar previa, matar a una persona?
— Maté a muchas. Al principio es raro, una sensación
muy mala. Porque no estás acostumbrado. Luego te das cuenta de que eres
tú el que puede caer y que si te salvas es un milagro.
Ese fue el gran problema de la guerra de Ifni. Que casi nadie ahí era profesional
y se encontraron con la mayor crudeza sin siquiera saber qué hacer.
Gustavo Adolfo Ordoño cuenta en su libro el caso de un alférez que, como
tenía estudios universitarios, le pusieron a comandar una columna. Su
misión era rescatar uno de los pueblos sitiados, pero no sabía cómo
hacer para avanzar y fue rodeado sin ningún tipo de problema. La
emboscada que le tendieron fue una de las jornadas más sangrientas de la
guerra.
Vicente en la actualidad.
(Foto Cedida)
Vicente maduró en Ifni a la fuerza. Pero parece que
no se le dio mal, porque cuando terminó la mili, un coronel le ofreció
que se quedase en el Ejército. “Me dijo que podía ir a Canarias a hacer
un curso y salir de alférez. Pero no quise. Ya llevaba 15 meses sin ver a
mi familia ni a mi novia. Cuando llegara el momento, quería ir a casa”,
añade.
— ¿Siente que ha sido una guerra olvidada?
— Sí, no es para olvidar y la han olvidado; el
Gobierno y también los ciudadanos. Hemos estado años organizados en
asociaciones pidiendo por escrito que nos reconozcan el tiempo que hemos
estado ahí. Por fin ahora lo han hecho. Los 1.000 euros son una
miseria, pero es positivo que nos lo den por lo que simboliza. Aunque
somos pocos los que quedamos, muy poquitos.
Ángel, 86 años
El Ángel que cuenta su testimonio en el párrafo que abre este reportaje es Ángel Ruiz,
también valenciano, aunque nacido en Albacete. A los tres meses de
llegar a Sidi Ifni, estalló todo. Se acuerda a la perfección de aquella
primera noche. A pesar de que ha presenciado cosas que se le siguen
apareciendo de vez en cuando, cree que no quedó del todo traumatizado,
que había algo que no terminaba de enganchar en él.
“No sé si era porque éramos jóvenes y no
apreciábamos las cosas, no sé”, comenta a sus 86 años. Los muertos
parecía que le resbalaban. Sin embargo, sí tiene un momento guardado que
le ha ido acompañando todo este tiempo. “Entraron unos soldados
españoles a registrar una casa y sacaron a una mujer que estaba gritando
y llorando. Uno gritó ‘mi teniente, no nos deja cachearla, ¿qué
hacemos?’. Y el oficial respondió que hicieran lo que quisieran”, sigue,
antes de decir que los soldados se pusieron a meter mano a la mujer y a
reírse de ella.
Ángel Ruiz en un nido de ametralladoras de Sidi Ifni, cuando volvió recientemente. (Foto Cedida)
“Aquello se me cruzó y me causó una impresión muy grande. Me di cuenta de que las personas entonces tenían muy poco valor. Son cosas que sólo pasan en la guerra”, reflexiona.
— ¿Estaba usted preparado militarmente para esa guerra?
— La mayoría éramos gente que no habíamos salido del pueblo, que no conocíamos ni el tren. Muchos además aún eran analfabetos.
— ¿Se le reconoció el esfuerzo que hicieron?
— Nunca, nadie, ni ahora ni antes. Hemos sido
olvidados. Fue la guerra olvidada. El tema de la paga esta… está muy
bien, ¿pero cuándo va a llegar? Llevamos 20 años con este tema.
Ángel junto a sus compañeros en Ifni. (Foto Cedida)
Después de la guerra, Ángel volvió a Valencia y un sargento de la Guardia Civil
le ofreció ingresar en la Benemérita. Resulta que por su experiencia
militar no necesitaba ya hacer pruebas ni nada por el estilo. Sin
embargo, rechazó, quería tranquilidad de una vez por todas y se metió en
la Empresa Municipal de Transportes valenciana y ahí siguió hasta que
se jubiló.
Nazario, 85 años
“Aquello, mirándolo bien, fue una guerra tonta y
absurda que no sirvió para nada. Porque, después de morir varios
centenares de compañeros, el territorio al final se entregó a Marruecos.
Para eso lo podían haber entregado antes de matarnos”, explica Nazario Sellés, a las puertas de cumplir 86 años.
Y es que 10 años después del conflicto, el Gobierno de Francisco Franco
decidió entregar las colonias de Ifni a Marruecos de nuevo. La bandera
española dejó de ondear en el territorio el 30 de junio de 1969.
Nazario Sellés en Marruecos. (Foto Cedida)
“Como Franco venía del Ejército africanista se tomó
esa guerra como algo personal. Además, España había estado ahí 25 años.
Hoy sería como Ceuta o Melilla”, explica el historiador Ordoño. “Al
final, lo entregaron porque el régimen quería modernizarse y era lo que
podía tener más sentido”, apuntala.
Nazario Sellés en la actualidad.
(Foto Cedida)
Sobre lo que dice Nazario, Ordoño piensa que era generalizado. “La mayoría tiene una sensación de inutilidad, de esfuerzo baldío.
Es que estaban haciendo el servicio militar en un destino medio exótico
y se convirtió en una pesadilla. Fue algo nefasto. Se les nota en la
actitud. No es una desafección patriótica, pero eran unos ciudadanos que
estaban haciendo la mili y les pilló el marrón”.
Y le preguntamos a Nazario: “Nosotros éramos unos
ignorantes. Qué íbamos a saber lo que era la guerra. Recuerdo que cuando
nos estábamos preparando y nos teníamos que tirar al suelo en los
ejercicios, muchos se tiraban suavemente para no hacerse daño. Nos
decían los oficiales que ‘ya veréis cuando vengan los moros lo rápido
que os tiráis al suelo’”. Y se echa a reír.
“Fue una experiencia malísima. Había mala comida y
no teníamos aseo de ningún tipo. Estuve dos meses sin lavarme nada,
porque el agua escaseaba. Nos daban dos cantimploras diarias y la
mayoría era para beber… Luego, la parte de la guerra. Ver morir a un compañero tras otro, cuando tienes 22 años y estabas hablando con él tranquilamente hace media hora. Eso fue lamentable”, resume.
Han pasado más de 60 años desde todo aquello y por
fin se les reconoce algo a todos estos hombres. La paga llega tarde,
pero al menos llega, eso dicen todos. Sin embargo, no la quieren por
cuestiones económicas, sino porque es algo que acredita que sí,
estuvieron ahí y combatieron por su país, algo que ha estado olvidado
tanto tiempo.
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