Fuente: ABC.es
El besamanos a Mohamed VI (en la imagen, en 2004 en Alhucemas) es herencia de la época de Hasán II, y muy pocos osan olvidarse de él al
encontrarse frente al monarca.
El 23 de julio de 1999 murió Hasán II tras casi cuatro décadas de
reinado. Le sucedió su primogénito, entonces de 35 años, que
institucionalizó la fiesta del trono el 30 de julio. ¿Quién es Mohamed
VI? ¿Cómo han sido estos diez años de reinado? Varios marroquíes hablan
para ABC. Sus respuestas son, con frecuencia, antagónicas, y arrojan
dudas sobre qué hay detrás de un soberano que cada día se asoma a los
periódicos y las televisiones pero que muy pocos conocen de cerca.
Alguno de estos últimos ha esquivado este reportaje.
«Es difícil para un periodista crítico como yo»
responder a la pregunta de quién es Mohamed VI, dice, tras soltar una
carcajada, Alí Anuzla, director del diario «Al Yarida Al Ula». «Es un
monarca que quiere modernizar la sociedad pero que no logra deshacerse
de la sombra de su padre en lo que se refiere al poder absoluto. Es un
rey que cree tener un derecho divino y al mismo tiempo se dice
demócrata y moderno. No ha logrado todavía librarse de la chilaba de su
padre». «Es el jefe del Estado y como todo jefe de Estado es
responsable de lo que pasa en su país», afirma Jadiya Ryadi, presidenta
de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH).
«Tiene una política innovadora, más cercana, algo que no
cabía en el protocolo de Hasán II», opina el profesor de la Universidad
Mohamed V de Rabat, Mohamed Khachani, presidente de la Asociación
Marroquí de Estudios e Investigaciones sobre las Migraciones. Para
Abdelilá Benkirán, parlamentario y secretario general del islamista
Partido Justicia y Desarrollo (PJD), «es el rey que ama a su país, su
pueblo, que quiere ayudar a los pobres y quiere estar presente en todos
sitios porque piensa que así hará avanzar la administración».
Es cierto que, aparte de los largos periodos en los que
desaparece en privado del país, Mohamed VI viaja por todos los rincones
del reino inaugurando proyectos y tratando de hacer visible su reinado
ante un pueblo que le aclama. Pero los resultados se le resisten, y
Marruecos se encuentra en el puesto 126 en los índices de desarrollo de
la ONU. Y la corrupción va al alza.
La figura del soberano es «un conglomerado de intereses
económicos y familiares donde se tejen y destejen vínculos de poder de
clases dominantes; con la característica de su extrema opacidad e
impenetrabilidad en cuanto a los mecanismos de toma de decisión, habida
cuenta que es un rey que decide y gobierna sin estar sujeto por ley a
discusión o control», entiende el psiquiatra Mohamed Jaaidi, ex preso
político de Hasán II, que se define como republicano y marxista.
«Un hombre joven con buena voluntad, heredero de un
sistema muy pesado», lo define Hicham Rachidi, activista en defensa de
los emigrantes
¿La botella está medio llena o medio vacía? Para
algunos, como el profesor Khachani, «aunque hay problemas también hay
avances» y no duda en sentirse agraciado por estar en Marruecos antes
que en Libia, Túnez o Argelia. «La democracia debe ser aceptada por la
administración y los partidos», dice el islamista Benkirán sin citar al
PAM, el nuevo partido político creado por un amigo del rey que está
haciendo mella en las bases del PJD.
La emigración como salida
Jaaidi, el psiquiatra, piensa que «es muy triste que la
mayoría de nuestros jóvenes no piensen mas que en emigrar aun a
sabiendas que son rechazados fuera». Lo contradice la escritora Fátima
Mernisi, premio Príncipe de Asturias de las Letras, que niega que
quieran irse. Algunos jóvenes, dice, han aprovechado «el nuevo espacio
de libertad abierto por internet y la sociedad civil» para labrarse un
futuro. Aplaude también una «increíble libertad de Prensa».
«Hay algo más de libertad de Prensa y expresión, pero
Mohamed VI no se ha atrevido a democratizar el país», se indigna Ali
Anuzla. «Seguimos bloqueados por la misma constitución de su padre.
Mohamed VI no ha aprovechado para reformarla y dar más poder al
Gobierno, al Parlamento o hacer más libre la Justicia. Incluso las
grandes autopistas, puertos, etc. no han servido para mejorar la vida
de la mayoría de la población, sacudida todavía por la enorme
diferencia entre ricos y pobres». En Marruecos, el 20 por ciento de la
población controla el 85 por ciento de la riqueza.
La ausencia de separación de poderes es una de las
quejas más habituales. Para el ex preso Jaaidi hace falta «una
constitución realmente democrática, donde la soberanía residiera en el
pueblo, con separación real de poderes». Hicham Rachidi recuerda el
famoso artículo 19 de la constitución, que otorga al soberano todos los
poderes y añade que «las instituciones paralelas (fundaciones,
comisiones o consejos) creadas por Mohamed VI en estos años son
impresionantes y vacían de poder las verdaderas instituciones», como el
Gobierno.
Monarca absoluto
Esa concentración de poderes en manos de un monarca
considerado con frecuencia absoluto, y que es además primer empresario
y máxima autoridad religiosa, no impide a algunos hacer responsables de
los males del país al Parlamento o al Gobierno. La sede de la Cámara de
representantes en Rabat se ha convertido en los últimos años en un
auténtico «manifestódromo», sobre todo para los incansables diplomados
en paro que exigen puestos públicos. «Nuestro problema no es con el
rey, sino con el primer ministro, que nos prometió trabajo», declara
uno de ellos, Hicham Choubi.
Para Jadiya Ryadi el balance de estos diez años es
nefasto, sobre todo si se compara con los últimos años de Hasán II.
«Hay marcha atrás en derechos humanos, tortura, detenciones políticas,
procesos contra la prensa y deterioración del nivel de vida», detalla
la presidenta de la AMDH.
El único intento de aplauso aparece al hablar del
reformado código de familia (Mudawana, en árabe) y su intento de
equiparar mujeres y hombres. Pero el texto, considerado avanzado en un
país árabe, permanece «sin aplicación efectiva», denuncia insatisfecha.
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