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Un rey «bajo la chilaba de su padre» Imprimir E-Mail
Escrito por Luis de Vega   
domingo, 26 de julio de 2009

Fuente: ABC.es

Un rey «bajo la chilaba de su padre»
El besamanos a Mohamed VI (en la imagen, en 2004 en Alhucemas) es herencia de la época de Hasán II, y muy pocos osan olvidarse de él al encontrarse frente al monarca.

El 23 de julio de 1999 murió Hasán II tras casi cuatro décadas de reinado. Le sucedió su primogénito, entonces de 35 años, que institucionalizó la fiesta del trono el 30 de julio. ¿Quién es Mohamed VI? ¿Cómo han sido estos diez años de reinado? Varios marroquíes hablan para ABC. Sus respuestas son, con frecuencia, antagónicas, y arrojan dudas sobre qué hay detrás de un soberano que cada día se asoma a los periódicos y las televisiones pero que muy pocos conocen de cerca. Alguno de estos últimos ha esquivado este reportaje.

«Es difícil para un periodista crítico como yo» responder a la pregunta de quién es Mohamed VI, dice, tras soltar una carcajada, Alí Anuzla, director del diario «Al Yarida Al Ula». «Es un monarca que quiere modernizar la sociedad pero que no logra deshacerse de la sombra de su padre en lo que se refiere al poder absoluto. Es un rey que cree tener un derecho divino y al mismo tiempo se dice demócrata y moderno. No ha logrado todavía librarse de la chilaba de su padre». «Es el jefe del Estado y como todo jefe de Estado es responsable de lo que pasa en su país», afirma Jadiya Ryadi, presidenta de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH).

«Tiene una política innovadora, más cercana, algo que no cabía en el protocolo de Hasán II», opina el profesor de la Universidad Mohamed V de Rabat, Mohamed Khachani, presidente de la Asociación Marroquí de Estudios e Investigaciones sobre las Migraciones. Para Abdelilá Benkirán, parlamentario y secretario general del islamista Partido Justicia y Desarrollo (PJD), «es el rey que ama a su país, su pueblo, que quiere ayudar a los pobres y quiere estar presente en todos sitios porque piensa que así hará avanzar la administración».

Es cierto que, aparte de los largos periodos en los que desaparece en privado del país, Mohamed VI viaja por todos los rincones del reino inaugurando proyectos y tratando de hacer visible su reinado ante un pueblo que le aclama. Pero los resultados se le resisten, y Marruecos se encuentra en el puesto 126 en los índices de desarrollo de la ONU. Y la corrupción va al alza.

La figura del soberano es «un conglomerado de intereses económicos y familiares donde se tejen y destejen vínculos de poder de clases dominantes; con la característica de su extrema opacidad e impenetrabilidad en cuanto a los mecanismos de toma de decisión, habida cuenta que es un rey que decide y gobierna sin estar sujeto por ley a discusión o control», entiende el psiquiatra Mohamed Jaaidi, ex preso político de Hasán II, que se define como republicano y marxista.

«Un hombre joven con buena voluntad, heredero de un sistema muy pesado», lo define Hicham Rachidi, activista en defensa de los emigrantes

¿La botella está medio llena o medio vacía? Para algunos, como el profesor Khachani, «aunque hay problemas también hay avances» y no duda en sentirse agraciado por estar en Marruecos antes que en Libia, Túnez o Argelia. «La democracia debe ser aceptada por la administración y los partidos», dice el islamista Benkirán sin citar al PAM, el nuevo partido político creado por un amigo del rey que está haciendo mella en las bases del PJD.

La emigración como salida

Jaaidi, el psiquiatra, piensa que «es muy triste que la mayoría de nuestros jóvenes no piensen mas que en emigrar aun a sabiendas que son rechazados fuera». Lo contradice la escritora Fátima Mernisi, premio Príncipe de Asturias de las Letras, que niega que quieran irse. Algunos jóvenes, dice, han aprovechado «el nuevo espacio de libertad abierto por internet y la sociedad civil» para labrarse un futuro. Aplaude también una «increíble libertad de Prensa».

«Hay algo más de libertad de Prensa y expresión, pero Mohamed VI no se ha atrevido a democratizar el país», se indigna Ali Anuzla. «Seguimos bloqueados por la misma constitución de su padre. Mohamed VI no ha aprovechado para reformarla y dar más poder al Gobierno, al Parlamento o hacer más libre la Justicia. Incluso las grandes autopistas, puertos, etc. no han servido para mejorar la vida de la mayoría de la población, sacudida todavía por la enorme diferencia entre ricos y pobres». En Marruecos, el 20 por ciento de la población controla el 85 por ciento de la riqueza.

La ausencia de separación de poderes es una de las quejas más habituales. Para el ex preso Jaaidi hace falta «una constitución realmente democrática, donde la soberanía residiera en el pueblo, con separación real de poderes». Hicham Rachidi recuerda el famoso artículo 19 de la constitución, que otorga al soberano todos los poderes y añade que «las instituciones paralelas (fundaciones, comisiones o consejos) creadas por Mohamed VI en estos años son impresionantes y vacían de poder las verdaderas instituciones», como el Gobierno.

Monarca absoluto

Esa concentración de poderes en manos de un monarca considerado con frecuencia absoluto, y que es además primer empresario y máxima autoridad religiosa, no impide a algunos hacer responsables de los males del país al Parlamento o al Gobierno. La sede de la Cámara de representantes en Rabat se ha convertido en los últimos años en un auténtico «manifestódromo», sobre todo para los incansables diplomados en paro que exigen puestos públicos. «Nuestro problema no es con el rey, sino con el primer ministro, que nos prometió trabajo», declara uno de ellos, Hicham Choubi.

Para Jadiya Ryadi el balance de estos diez años es nefasto, sobre todo si se compara con los últimos años de Hasán II. «Hay marcha atrás en derechos humanos, tortura, detenciones políticas, procesos contra la prensa y deterioración del nivel de vida», detalla la presidenta de la AMDH.

El único intento de aplauso aparece al hablar del reformado código de familia (Mudawana, en árabe) y su intento de equiparar mujeres y hombres. Pero el texto, considerado avanzado en un país árabe, permanece «sin aplicación efectiva», denuncia insatisfecha.

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