Fuente: El Faro de Ceuta
Sin lugar a duda alguna aquellos cien días de guerra no hubiesen
finalizado sin la eficaz, arriesgada y sacrificada actuación del
Ejército del Aire, y la prueba de ello es que fueron aviones quienes
trasladaron a centenares de soldados y los que transportaron miles de
toneladas de víveres, armamento, municiones, material sanitario. Y aún
más, aviones en los que sus tripulaciones, para abastecer a los puestos
sitiados, arriesgaron sus vidas, llegando a sus aeropuertos en muchas
ocasiones con los fuselajes de los aviones agujereados de los disparos
de fusilería del enemigo.
Guillermo Iturrate Unceta y José Manuel Cuaresma Díaz.
Un avión 'Junker' ametrallado por el enemigo
El día 25 de octubre de 1957, el avión
‘Junkers’ (T-2B-36-7) del ala 36 de Gando que se hallaba destacado en
Cabo Juby (hoy Tarfaya), pilotado por el entonces capitán (fallecido de
coronel) Guillermo Iturrate Unceta, un experto piloto y buen observador,
cuando volaba a muy baja altura por el interior del territorio,
descubrió unos bultos tapados con lonas, así como bidones ocultos entre
la vegetación en la Ribera de La Saguía. Posteriormente, en dicho vuelo,
descubrió montones de cajas, al parecer de munición, así como grupos de
individuos ocultos entre la maleza, grupos que calculó en unos 500
hombres.
Según el coronel de Aviación y gran historiador, Emilio Herrera
Alonso, en sendas publicaciones como Aeroplano y Aire, Arena y Fuego,
relata con infinidad de datos y documentos lo siguiente: “cuando el
entonces capitán Iturrate volaba con el Junkers, a unos 5 kilómetros del
Morabito divisó a grupos rebeldes, los cuales huían a ocultarse entre
las cuevas. Es entonces cuando el capitán Iturrate, llevado de su
pericia, descendió con el Junkers nada menos que a unos 30 metros del
suelo, viendo perfectamente a la izquierda a una docena de moros
apuntando con sus armas al avión y de frente a otro numeroso grupo que
también apuntaba al avión. De inmediato comprobó que abrían fuego sobre
el Junkers, alcanzándole de lleno en el fuselaje varios disparos,
provocando averías en los ‘flaps’ y en las barras de mando del timón de
profundidad, y a pesar de que el avión estaba como un colador,
apareciendo agujeros de disparos por todo el fuselaje, el entonces
capitán Iturrate, como gran piloto que era, logró sin dificultad
aterrizar en cabo Juby”.
Incomprensiblemente, cuando el
capitán Iturrate comunicó las novedades de lo sucedido, el general-jefe
de la zona área de Canarias, comunicó al general-gobernador de Ifni el
realizar una acción de represalia, lo más pronto posible y con dureza
ante el incalificable ataque.
Explosiones durante la Guerra de Ifni-Sáhara.
Sin que se llegue a comprender, la respuesta del general-gobernador
al general jefe de la zona aérea de Canarias era que no se consideraba
oportuno llevar a cabo dicha acción por el momento, por lo que el
general jefe de la zona aérea de Canarias comunicó al jefe del Estado
Mayor del Aire, la negativa del gobernador de Ifni.
En las
últimas horas del 26 de octubre en la zona aérea de Canarias se recibía
un telegrama urgente del gobierno de Ifni, comunicando que el bombardeo
debía llevarse a cabo el día 27 entre las 10 y las 11 horas, cuyo ataque
debía ser enérgico, inmediato y con el mayor número posible de aviones.
El
general jefe de la zona aérea de Canarias, al haber tenido conocimiento
del ataque del ‘Junkers’ del capitán Iturrate, ordenó que se
presentasen con toda urgencia en Gando los capitanes Guillermo Iturrate
Unceta y José Manuel Cuaresma Díaz para que le informasen puntualmente
de los hechos sobre el ataque al ‘Junkers’.
Nueve aviones 'Heinkel 111' sobre Tafudart
Hay
que hacer constar que con anterioridad al capitán Iturrate haber
descubierto los grupos de enemigos en La Saguía, el capitán José Manuel
Cuaresma Díaz, el 23 de octubre de 1957, descubrió en el interior del
territorio, cuando volaba con un ‘Heinkel’ (B-2125.8) varias haimas,
numerosos vehículos y camellos. Desde el avión calculaba haber visto
unos efectivos de unos 700 hombres.
El desconocimiento de los
mandos del Ejército de Tierra sobre las misiones del Ejército de Aire,
totalmente distintas a cualquier acción aérea, hizo que en algunas
ocasiones se retrasasen las acciones sobre las bandas rebeldes, lo cual
dio motivo a que muchas veces la acción aérea no diese el resultado que
se esperaba, pero aun así se consiguió que por las acciones aéreas el
enemigo perdiese toda la fuerza que demostraba al principio.
Una
formación de nueve aviones ‘Heinkel’ 111, al mando del entonces
comandante jefe del 291 Escuadrón Francisco Bacariza Cajiga, despegaba
el 27 de octubre de 1957 portando unas 10 bombas de 50 kilogramos y
otras 20 bombas. Las manecillas de los relojes marcaban las 11:25 de la
mañana cuando sobrevolaban El Aaiún en un vuelo nada bueno, ya que había
una capa de nubes que dificultaba la visibilidad a las tripulaciones de
los ‘Heinkel’, por lo que para poder realizar la misión encomendada,
tuvieron que descender a unos 100 metros del suelo.
Al llegar
al lugar donde días antes había sido descubierto el enemigo, observaron
que la mayor parte de las tiendas del campamento habían desaparecido,
algo lógico, por el retraso impuesto para esta operación por el gobierno
general del África Occidental Española.
Inmediatamente, uno
de los ‘Heinkel’ descendió a unos 50 metros del suelo, lanzando cuatro
bombas de humo rojo para señalizar los objetivos, y a continuación el
resto de los ‘Heinkel’ de la formación que mandaba el entonces
comandante Bacariza, descendía a unos 1.000 metros del terreno, y en dos
pasadas los nueve ‘Heinkel’ arrojaban el cargamento de bombas sobre los
objetivos.
Posteriormente al bombardeo, a muy baja altura se
realizaron fotografías, comprobando las patrullas 2ª y 3ª las bombas que
habían arrojado, cayendo agrupadas y centradas sobre los objetivos.
Incluso se vio que algunas haimas habían sido alcanzadas por impactos
directos. Cuando eran las 14:05, los nueve ‘Heinkel’ regresaban a su
base aterrizando en Gando con la satisfacción del deber cumplido.
A
partir de esta fecha, la capacidad de maniobra del enemigo quedó muy
maltrecha, hasta el punto de que en el cadáver de un enemigo apareció un
documento que tenía anotado que dicho bombardeo les había causado unas
25 bajas.
La valiosa actuación de nuestra aviación en dicha
campaña la definió así un periodista: “los pilotos del Ejército de Aire,
sus labores en esta guerra son oscuras, y hay que realizarlas en vuelos
rasantes, y con su valentía han paseado por los cielos de África la
bandera española”, La Verdad, 6 de enero de 1958.
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