Fuente: Salamanca al día
Aún conservo en la memoria imágenes de los primeros años
de la década de los cincuenta, cuando se repetían manifestaciones
estudiantiles en Salamanca, organizadas por el gobierno, con la misma
“espontaneidad” que las de ahora, en las que los universitarios
visitaban previamente los colegios de bachiller para “invitar” a los
colegiales a unirse a las protestas, casi siempre sobre Gibraltar. Me
acuerdo de algún eslogan: ¡Que Gibraltar no es Calcuta, hijos de la
Gran….! Entre col y col, aunque no viniera a cuento, siempre se colada
alguna lechuga, como: “Los moritos de Marruecos/ con bastante disimulo/
pedían la independencia/ y a poco nos dan …”
Dicen los sicólogos
que aquello que más nos impresiona siendo niños es lo que más tarde
olvidamos. Será por eso que, cuando surge alguna noticia que afecta a
las relaciones entre Marruecos y España, me acuerdo de aquellas
“excursiones”. Siendo adulto, y miembro de nuestras FAS, he tenido
ocasión y razones suficientes para poder valorar la realidad de esas
relaciones.
África Noroccidental hasta la independencia de Marruecos en 1956.
Conviene recordar que la presencia española en el
norte de África es muy anterior a la creación del Reino de Marruecos.
Esa presencia ahora se circunscribe a las ciudades de Ceuta y Melilla,
islas Alhucemas, islas Chafarinas y peñón de Vélez de la Gomera. El
islote Perejil está deshabitado y desde 2002, en acuerdo suscrito con
Marruecos, carece de presencia militar y signos de soberanía. Las
relaciones Marruecos-España han estado siempre envueltas en una
constante: España ha observado al reino alauita con ojos de vecino al
que considera amigo, pero Marruecos no se esfuerza en demostrarlo porque
siempre aprovecha nuestros momentos difíciles para sacar tajada.
Hagamos un repaso.
Tras
la independencia de las naciones hispanoamericanas, España buscaba
mejorar la imagen dejada y quiso castigar los ataques que sufría nuestro
Ejército a manos de las cabilas rifeñas, en lo que se llamó Guerra de
África. Tras la derrota de los rebeldes, se firmó con Marruecos el
tratado de Wad-Ras en 1860. El escozor de la derrota y la escasa
autoridad que ejercía el sultán sobre aquellas tribus, animó al líder
Abdelkrim –que había estudiado derecho en la USAL- a tomarse la revancha
hostigando a un ejército regular español, mal dotado y peor instruido.
La mala dirección de las operaciones y el fracaso de la logística dieron
lugar a la triste derrota conocida como como Desastre de Annual (1921)
A
continuación, la larga etapa del Protectorado (1921-1956) hasta que
Marruecos logró su independencia de Francia y España. Cuando aún no
había transcurrido un año de esa independencia, Mohamed V vio la ocasión
de calmar las inquietudes del incipiente partido nacionalista
antimonárquico Istiqlal ,trasladando al exterior los disturbios
internos. La guarnición que mantenía España en el territorio de Ifni -
llamado Santa Cruz de la Mar Pequeña, ocupado por España en el siglo XV y
concedido oficialmente por el sultán Mohamed IV en el Tratado de Wad-
Ras- comenzó a ser atacada por “grupos armados incontrolados”. En esos
momentos, nuestras FAS estaban dotadas de material y armamento
procedente de la llamada Ayuda Americana. Cuando comenzó el conflicto,
Hasan II aprovechó la circunstancia para acosar a nuestras guarniciones
que no pudieron emplear esos medios por imperativo de EE. UU. La guerra
tan local, con la que Marruecos buscaba recuperar todo el territorio al
norte del Sáhara, es decir, Cabo Jubi e Ifni, costó demasiados muertos.
Pasada la sorpresa de los primeros momentos y acumulados refuerzos desde
barcazas y con el empleo por primera vez de paracaidistas, se
eliminaron todos núcleos enemigos, sin rematar la operación , porque
Francia y EE. UU. se oponían a que nuestras tropas entraran en
Marruecos. Se firmó la paz entregando a Marruecos la zona de cabo Jubi;
no así Ifni ni el Sáhara, territorios que en 1960 fueron declarados no
autónomos por Naciones Unidas.
De nada sirvió la entente cordial
porque Hasán II siguió tirando piedras y escondiendo la mano. Pasados
los años, llegó la agonía de Franco y no se lo pensó dos veces: organizó
la famosa “Marcha Verde”, batalla ganada por Marruecos sin disparar un
solo tiro. Marruecos recuperó todo el lote, incluidos los fosfatos de
Fos Bucraa, los yacimientos petrolíferos y los bancos de pesca,
demostración de que volvió a funcionar la fórmula empleada por el falso
amigo vecino.
A partir de ese momento, y en contra de todas las
resoluciones de Naciones Unidas, Marruecos tomó posesión del Sáhara,
desoyendo la obligación de celebrar un referéndum de autodeterminación.
Los saharauis iniciaron una campaña de resistencia formando el Frente
Polisario. Los recursos que aportaba el nuevo territorio y el apoyo que
recibía Marruecos de EE. UU. han servido para que la cuerda siguiera
estirándose. Hoy, con la astucia de siempre, Mohamed VI ha manejado la
masa de subsaharianos y marroquíes que acampan en todo el norte de
Marruecos, lanzándola en pateras, o contra nuestras vallas, siempre que
ve una ocasión propicia, hasta saturar Ceuta, Melilla y las costas
españolas. Sánchez no ha resistido el agobio y, en una maniobra cuyos
entresijos se desconocen, ha cambiado la política mantenida siempre por
España, abandonando a la población saharaui y firmando un acuerdo con
Mohamed VI, sin contar con nadie. Ahora tenemos en contra los saharauis
que sueñan con recuperar sus hogares y Argelia que es su nación
protectora. Con unos y otros manteníamos buenas relaciones, pero Argelia
es nuestro principal abastecedor de gas. Habrá que esperar que no tome
represalias.
Ignoro las condiciones en que se ha firmado ese
acuerdo porque ninguna de las dos partes ha querido dar explicaciones.
Ahora bien, conociendo a los dos firmantes, es para no estar tranquilos.
Pedro Sánchez, porque lo único que le ha preocupado siempre ha sido
mantenerse en el poder a cualquier precio, y el rey de Marruecos, porque
siempre ha visto a España como un vecino peligroso al que se debe
debilitar siempre que se pueda.
Las ciudades autónomas Ceuta y
Melilla son territorios que quedaron fuera del paraguas que constituye
el tratado de adhesión a la OTAN. Eso lo saben en Marruecos y yo no me
creo que hayan firmado la promesa de respetar la situación actual de
esas ciudades, lo mismo que están haciendo con las aguas
jurisdiccionales de Canarias. Antes se decía que Europa empezaba en los
Pirineos. Si el último tratado firmado con Marruecos fuera real,
podríamos asegurar que, de ahora en adelante, Europa termina en el norte
de África. Ojalá me equivoque, pero yo no me lo creo.
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