Fuente: La Voz de Galicia
Este lucense de 80 años relata su experiencia en los años sesenta en la ex colonia española
José Gato Fernández, a sus 80 años, es un veterano de la vida, pero también lo es de la ex colonia española de Sidi Ifni, a la que llegó en el año 1962, poco después de finalizada la guerra
de España contra los nativos rifeños y que produjo multitud de muertos,
especialmente en el bando de los nativos de Sidi Ifni. En la antigua
colonia permaneció 18 meses haciendo el servicio militar, obligatorio
entonces, primero como recluta y luego como chófer en la sección de
automovilismo. Allí se encontraban entonces unos 5.000 militares españoles, entre los que se incluían la Legión y un grupo de paracaidistas.
Grupo de soldados en Sidi Ifni. Abajo, a la izquierda, agachado, José Gato.
«Los veteranos
—recuerda José Gato— nos contaban que cuando fue la guerra, un par de
años antes, los lugareños entraron agachados y en silencio, de ahí que
en un principio sorprendieran a nuestras tropas. Una vez finalizada la
guerra, que más bien fue una guerra de guerrillas continuadas, nosotros
teníamos órdenes de hacer la guardia con el mosquetón cargado con cinco
balas. Si algo se movía, se le daba el alto, ‘quién vive’; si no
respondía, se disparaba al aire primero, y luego, a quien no se
identificase».
Francotiradores en la montaña
José Gato, como conductor, fue destinado como chófer del capitán de la guarnición
y con él tenía que recorrer diariamente los puestos avanzados para
evitar nuevas incursiones. «En las montañas —explica— había diversas
posiciones con francotiradores para vigilar posibles ataques. Cada
puesto cubría una zona que se unía con la que cubría el siguiente
puesto, de tal modo que no quedaba ningún hueco por el que intentasen
infiltrarse los rebeldes. Yo tenía que hacer el recorrido de todos los
puestos diariamente con el capitán, que les pasaba revista. El peligro
estaba fuera de esos puestos de cobertura con ametralladoras, ya que
durante la guerra, allí habían actuado grupos de marroquíes organizados y
también miembros de su ejército, pero durante la guerra y los meses
posteriores se les infligió un buen castigo y, por lo tanto, estaban
algo temerosos. A la que más miedo tenían era a la Legión».
José Gato junto a un vehículo del ejército.
Relaciones con la población
Recuerda
José Gato que tenían un sargento que era de Viveiro, que había luchado
en la guerra de un par de años antes y había sobrevivido, pero era muy
poco hablador. Algunos cabos primeros, veteranos también de la guerra,
sí comentaban alguna anécdota, pero en general, según afirma este
lucense, los veteranos no querían recordar lo que allí había pasado durante los enfrentamientos guerrilleros.
«Por lo que se refiere a las relaciones con la población autóctona —apunta Gato— se puede decir que eran normales, nos llevábamos bien e incluso algunos jefes contrataban a mujeres de allí para las labores de la casa. Yo incluso hice amistad con alguna».
En cuanto a la vida
cotidiana, los soldados libres de servicio podían salir de paseo, a un
café o de compras durante el día, pero a la noche estaba prohibido salir
y había una vigilancia total porque el peligro podía venir,
precisamente, de esos montes vigilados, de fuera de esos puestos
cubiertos con ametralladoras.
«Si se piensa en las luchas y esfuerzos que en Sidi Ifni tuvieron lugar,
por aquellos terrenos que eran totalmente de secano y en los que no se
podía cultivar nada, en los que solo se veían arbustos de brezos y
cabras, se me hace difícil pensar que al poco tiempo de regresar a Lugo,
ya licenciado, se hubiese entregado a los marroquíes. Desde luego, tanto pelear, para nada».
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