Fuente: El Faro de Ceuta
Está demostrado que la efectividad de Fuerzas Paracaidistas en
cualquier confrontación bélica lleva al éxito. Tan solo citar en la II
Guerra Mundial, cuando fue liberado Mussolini, en un lugar inaccesible
por tierra como era el Monte Gran Saso. Aquel gran soldado tan denostado
injustamente, el coronel Otto Skorzeny, en planeadores con sus soldados
paracaidistas en breves instantes, por sorpresa, y sin disparar un solo
tiro, desarmaron a la guarnición y liberaron a Mussolini.
En
la Campaña de Ifni-Sáhara pueden comprobarse los éxitos de los
desembarcos aéreos, lo mismo en Tiliuin que en Erkunt, donde aquellos
jóvenes paracaidistas, sin ninguna baja en sus primeros saltos de
guerra, consiguieron cumplir la misión encomendada.
El círculo pequeño señala la seda del
paracaídas. El círculo mayor señala al capitán Pedrosa y abajo se
encuentra el poblado de Erkunt.
Un militar descendiente de Tenerife
Sólo tengo
palabras de gratitud a la mayor parte de militares que participaron en
aquella guerra de 1957/58 y a los que solicité colaboración. No todos,
pero sí la mayor parte me facilitaron valiosos testimonios, documentos,
fotos y prensa de aquella época. Esta gratitud la hago extensiva a
familiares de estos, que por ser tan numerosos me es imposible citarlos
personalmente, pero desde lo más profundo de mi corazón, ¡gracias!
Coronel de Infantería Pablo Cayuela Fernández.
Pablo
Cayuela Fernández, coronel de infantería, pertenece a la 9ª Promoción
de la Academia General Militar, y su padre, también militar que llegó a
general, había nacido en Santa Cruz de Tenerife. Por dicha razón, el
coronel Cayuela siente un inmenso orgullo al afirmar que su sangre es
también tinerfeña.
Hace unos años le visité en su residencia
de las Rías Gallegas, y francamente quedé admirado de eso que tan poco
abunda: sencillez y una tremenda humanidad. Este gran hombre en todo
momento me escuchó y me atendió en todo lo que le iba solicitando sobre
sus vivencias de aquella guerra. De las muchas fotos que me mostró, vi
unas en las que estaba con él y su familia el teniente general Mohamed
Ben Mizzian Bel Kasem, que fue capitán general de Canarias. Me explicó
que tanto su padre que tuvo al Mizzian en Marruecos bajo sus órdenes,
como el coronel Cayuela y su esposa mantenían una gran amistad, como así
también lo expresaba el general Mizzian, que afirmaba el enorme aprecio
y cariño que sentía por la familia Cayuela, lo mismo que su esposa
Fadela y sus hijos.
Pablo Cayuela Fernández en 1957 era uno de aquellos jóvenes oficiales
que sentían la llamada de vestir su boina negra y el ‘Rokiski’ en su
pecho de la entonces Agrupación de Banderas Paracaidistas del Ejército
de Tierra. Desgraciadamente, en su primera andadura, algunos compañeros
del coronel Cayuela pagarían con sus vidas, como los tenientes, Enrique
Carrasco Lanzós, Antonio Ortiz de Zárate, Antonio Polanco Mejorada y
todos los caballeros legionarios paracaidistas que sumaban treinta y
cuatro caídos en acción de guerra.
Algunos diarios extranjeros
así hablaban de nuestros soldados y de su comportamiento en dicha
guerra: “la intervención del famoso Tercio y de los bombarderos pondrá
rápidamente fin a la acción de los incursores del Ejército de Liberación
Marroquí, que se librará con el éxito de las tropas españolas”, Henry
Benazet, L'Aurore, 1 de diciembre de 1957.
Trece Junkers despegan de Ifni
La
Agrupación Táctica ‘M’, compuesta por la VI Bandera de La Legión y la
II Bandera Paracaidista, debía efectuar un ataque frontal para permitir
el uso de las pistas de Tabelcut y empujar al enemigo hacia el norte,
para así encerrarlos en la tenaza de la Agrupación ‘M’ y la ‘C’, esta
última compuesta por la I Bandera Paracaidista, una compañía reforzada
del IV Tabor de Tiradores de Ifni, Policía Territorial, Sanidad y
zapadores. Sin embargo, la resistencia enemiga era tan intensa, que en
el desarrollo de esta tuvieron varios muertos y heridos.
Cuando
a algunos paracaidistas que se encontraban hospitalizados les llegó la
noticia de ‘Radio Macuto’ (boca a boca), de que se estaba preparando la
operación para un salto paracaidista sobre Erkunt, no solo pidieron el
alta, sino que la exigieron para estar junto a sus compañeros en el que
iba a ser el último salto de guerra.
El teniente general Prudencio Pedrosa Sobral, como capitán de la 1ª Compañía Paracaidista. Se lanzó en el salto de guerra de Erkunt.
El día 19 de febrero de
1958 en el aeródromo de Sidi Ifni los motores de trece aviones Junkers
de la 36 Agrupación del Ejército del Aire de Gando atronaban un
ensordecedor ruido con sus motores, mientras que la 1ª Compañía de la 1ª
Bandera Paracaidista al mando del entonces capitán Prudencio Pedrosa
Sobral (fallecido de teniente general), cambiaba impresiones con sus
tenientes de la acción que se iba a realizar. Al mando de la 1ª Sección
se encontraba el teniente Ricardo Moñita Benito, de la 2ª Sección José
Galera Sánchez Serrano (fallecido en salto paracaidista años después) y
de la 3ª Sección el entonces teniente Pablo Cayuela Fernández y también
una sección de Ametralladoras de la 5ª Compañía al mando del teniente
Juan Antón Ordoñez.
A las dos de la tarde del mencionado 19 de
febrero de 1958 embarcaban en los trece Junkers de la 1ª Compañía y de
la Sección de Ametralladoras de la Compañía. Una vez iniciado el
despegue, comenzaba el vuelo sobre el mar siguiendo la línea de la
costa. En uno de los aviones iba el teniente coronel-jefe de la
Agrupación de Banderas Paracaidistas, Ignacio Crespo del Castillo, el
capitán de Estado Mayor, Juan Antonio Gómez-Zamalloa Menéndez y un
periodista inglés que iba a cubrir la información de este salto de
guerra. Cuando habían virado 90 grados sobre Erkunt, y pasando unos
minutos de las 3 de la tarde, el primer paracaidista se lanzaba, que era
el capitán Pedrosa y, tras él, lo hacían sucesivamente el resto de los
trece aviones. Afortunadamente no hubo ninguna baja, y el enemigo
desapareció en desordenada huida. Solo hubo alguna anécdota, como la de
un paracaidista que atravesó en su caída el techo de una casa.
Lo
que sí se observó según el testimonio de los paracaidistas es que la
huida del enemigo lo fue en la mayor parte en camellos, vehículos y tan
solo un pequeño grupo les hizo frente, el cual fue abatido por el
pelotón de ametralladoras. El trato con los nativos de la Kabila de
Erkunt fue correctísimo. No se les molestó ni menos se les destruyó nada
de sus propiedades. Sobre las 8 de la tarde se inició el repliegue y a
las 10 entraban en el acuartelamiento de Ifni tras haber realizado el
último salto de guerra. Aquellos paracaidistas como los de hoy, hacen
realidad una frase del ideario paracaidista: “espíritu de victoria. La
victoria es de los corazones: acción y vida ardiente”.
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