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La efímera República del Rif y el símbolo de la independencia y anticolonialismo Imprimir E-Mail
Colaboraciones - Alfonso José Jiménez Maroto
Escrito por Alfonso José Jiménez Maroto   
lunes, 27 de junio de 2022

Fuente: El Faro de Ceuta
Fuente: El Faro de Melilla

A lo largo de la historia no han sido pocos los analistas que han focalizado la República del Rif como el vaso comunicante del nacionalismo marroquí y Abd el-Krim (1882-1963), cuyo nombre completo es Muhammad Ibn ‘Abd el-Karim El-Jattabi, como el primer hacedor de la conciencia nacional de Marruecos, dentro de un régimen monárquico milenario.

Desde este enfoque, se suele contemplar que el líder supremo magrebí tuvo como propósito preferente la liberación de Marruecos de la carga colonial europea y que como consecuencia de ello, pretendió extender su movimiento de resistencia por el Imperio del Sultán. De este modo, el caudillo rifeño habría sido el predecesor del nacionalismo en Marruecos como nación independiente. No obstante, algunas vicisitudes que han sido distinguidas por los investigadores podrían objetar este razonamiento.

Combatiente rifeño, curtido de la cabeza a los pies, aguerrido e insensibilizado consigo mismo.
Combatiente rifeño, curtido de la cabeza a los pies, aguerrido e insensibilizado consigo mismo.

Inicialmente, Abd el-Krim, no daba la sensación de mostrar su inclinación por la independencia de Marruecos, sino que en sus alocuciones se refería exclusivamente al Rif, aunque pudiera ser un plan estratégico para no enajenarse en una primera fase la indisposición de Francia. Tampoco estaba lo bastantemente claro su sometimiento al Sultán, porque llegó a ofrecer a los estados europeos la explotación del Rif a cambio del reconocimiento de éste. En definitiva, el carácter genuinamente rifeño de la República del Rif inspeccionado por algunos autores, coincide con las tentativas de asociarlo con la historia y la política marroquí.

De ahí, que se tenga la opinión que Abd el-Krim desempeñó una corriente de unidad rifeña en mayor medida que una tendencia de unidad marroquí. Sin embargo, sigue siendo habitual encuadrarlo como el dirigente que quiso la unidad de Marruecos, incluidas las plazas y territorios de soberanía española, por las que en todo momento se declaró implacable en su pretensión. En otras palabras: la introducción de Abd el-Krim en el ideario del nacionalismo marroquí cumple en mayor medida con los afanes políticos y legítimos de los antiguos territorios colonizados, que en sí, al entorno político de los acontecimientos del Rif.

Otra interpretación es la que se asigna a Abd el-Krim como su deseo expreso de reorganizar las estructuras religiosas y acomodar las creencias islámicas a las nuevas circunstancias del mundo moderno. La doctrina y actitud religiosa que propugnan el cambio gradual articulado con aquellas ideologías renovadoras que afloraban dentro del Islam, y sobre todo, el reformismo salafista que Abd el-Krim conoció de primerísima mano en los años de estudios en Fez. Esto se ha utilizado para relacionar al jefe de la cabila de Beni Urriaguel con el tránsito posterior independentista marroquí y para otorgar a su movimiento una condición más elevada y trascendente que la de la lucha peyorativa contra los españoles.

Los sostenedores de este significado suelen aportar como demostración de la misma el mandato de la ley religiosa del Islam (sharía), que Abd el-Krim asentó por encima del derecho consuetudinario de las cabilas del Rif y que se venía superponiendo desde tiempos antiquísimos, hasta establecerse en las cabilas de Alhucemas durante los primeros meses de 1923. Toda vez, que es necesario proponer ciertas incógnitas como la tracción salafista de salaf, que se encaminó en la indagación de un Islam independiente con una fe religiosa ajustada a la vida moderna, y que comenzó a prosperar en Marruecos desde la Primera Guerra Mundial (28-VII-1914/11-XI-1918). Este reformismo había sido secundado por sultanes en los prolegómenos del siglo XX, como Abdelaziz, que contribuyó en la reestructuración de la enseñanza en la Universidad Qarawin de Fez entre 1921 y 1925, respectivamente.

“A día de hoy la polémica prosigue abierta en el universo árabe, porque en el año 1923 marcó un antes y un después en el esplendor del poder político y el alzamiento de un Estado independiente como la República del Rif”

Al mismo tiempo, las escuelas salafiyas progresaron a lo largo del imperio marroquí, sobre todo en la franja francesa. Asumiendo la intensificación del movimiento y de la determinación reconstituyente salafiya en el seno del islamismo marroquí, que posiblemente estuviera interrelacionado con una tentativa de hacer salvaguardar los principios del Islam frente a las intimidaciones del imperialismo occidental. Pero los vínculos que tuvo Abd el-Krim con el mismo no fueron en absoluto dóciles ni apasionados. Algunas pautas de los principios salafiyas como el rehúso de las cofradías religiosas y jerifes locales como paradigma dispersor del Islam.

Esto no fue ni mucho menos tolerado por Abd el-Krim, que se escudó en ellas cuando tuvo el menester para la guerra y eso correspondió por la enorme fuerza de convocatoria e influencia que tenían en el Rif las cofradías religiosas. Además, las arengas de la República del Rif hacia el resto del Islam gravitaron en torno a principios obtenidos de una misma fe religiosa que contrapusieron al mismo Sultán de Marruecos, al que si no quería desbancar, sí que sustituyó en numerosas misiones y omitió por completo durante su gobierno.

La jerarquía religiosa del Sultán fue ignorada durante esos años en el Rif, aunque el giro salafiya permanecía contemplando al Sultán como cabeza visible en Marruecos. Ni que decir tiene, que Abd el-Krim se ofreció en muchos momentos como mediador entre la demarcación del Rif y los actores occidentales, hecho que promovió furibundos reproches del Sultán Muley Yussef. Prestándose sobre todo en aquellos instantes en los que se acortaba el apoyo francés para conquistar el amparo del Islam.

Lo cierto es, como han corroborado varios estudiosos, jamás pretendió suplirlo como el verdadero Sultán de Marruecos y estando en contra de esta idea. A resultas de todo ello, no es sencillo establecer una correlación entre la praxis rifeña y la reforma religiosa del salafismo, porque la amplia mayoría de los súbditos del imperio e incluso los seguidores de la reforma del Islam, acogieron con innegable pasividad el Protectorado.

Caballería rifeña con altas cotas de efectividad en un teatro de operaciones extremadamente duro, fragmentado y complejo.
Caballería rifeña con altas cotas de efectividad en un teatro de operaciones extremadamente duro, fragmentado y complejo.

De hecho, algunas élites marroquíes que habían inspeccionado Europa, suponían que el roce con los europeos abriría el país a la innovación y avance y al unísono menguaría la demora en el que estaba sumergido, con el contraste de que este impugnaba la ocupación militar y colonial del territorio. Una de las lógicas de la empresa colonial europea era el acoplamiento de Marruecos en el recinto comercial global, ya que hasta entonces el estado se hallaba distante y excluido por voluntad del Sultán. Pese a todo, los bereberes rifeños se resistían superficialmente al colonialismo europeo.

Asimismo, el molde que formulaba Abd el-Krim de la modernidad no correspondía al florecimiento islámico, sino al de la Europa avanzada. En la República del Rif no se instauraron entidades en las que se ofrecían los saberes salafiyas, sino por el contrario las escuelas que suscitó parecían más sugestionadas en la que había visto en Melilla, que lo aprendido propiamente en la Universidad Qarawin de Fez, porque se transcribió todo un sumario de enseñanzas que hacían reiteración en el idioma árabe y la instrucción de las ciencias. El habla amazigh aún no estaba en auge y este no comenzó a cautivar a los intelectuales marroquíes y argelinos hasta los años sesenta. Puliendo las divergencias entre ambas tendencias, algunos analistas han reforzado la tesis que los reformistas religiosos llegaron a responsabilizar a Abd el-Krim de querer permutar los viejos nexos de la comunidad musulmana, por una percepción nacionalista y una deformación imbuida de la conducción europea.

De igual forma, le acusaron de languidecer el sentimiento religioso en el combate anticolonial y adulterar el sentido de la Yihad. A este tenor le censuraron de no emplear la guerra para combatir contra los jefes que relegaban el Islam y establecido otras escuelas, que habrían unido a nuevas generaciones de musulmanes a su causa. Al margen de los matices anteriores, la deferencia de la República del Rif como expresión de la corriente salafiya que, por entonces, aparecía en el Islam, continúa siendo correspondida por un número considerable de investigadores. Otra de las deducciones que han sido rescatadas, es la que no da el brazo a torcer en cuanto a que la República del Rif se valora como el preámbulo de la formación de un Estado democrático.

Esta operó con sus propias instituciones como las asambleas llamadas yemaas y que por vez primera se estrenó entre las cabilas satélites algunos de los principios democráticos, como la división de poderes y el gobierno representativo. Es más, la estimación de la República del Rif como Estado democrático se hallaba presente en algunos de los escritos del siglo pasado y se le dio más fuerza y vitalidad en las participaciones del Coloquio Internacional celebrado en París, con motivo de cumplirse los cincuenta años de su asentamiento. Subsiguientemente, algunos autores han indagado la fisonomía de la alineación del régimen rifeño. Es cierto que al confrontar la República del Rif con el anterior ‘modus vivendi’ o ‘modo de vida’, los acaecimientos resultan incuestionables y las consecuciones irrebatibles. Con todo, parece aventurado desentrañar la República del Rif como un ejercicio democrático y constitucional, en el sentido que se observa en Europa.

Desde este prisma, la República del Rif se cimentó en la hegemonía de la cabila de Beni Urriaguel como la más amplia, con las mejores funciones y de mayor confianza fueron a parar a la familia y miembros de Abd el-Krim. Sin inmiscuir de este escenario los procedimientos poco democráticos, como los fusilamientos a varios notables que se resistieron al poder del cabecilla rifeño y otros que estaban en comunicación permanente con los españoles. La harca o contingente movilizable se desenvolvió sin grandes comedimientos cuando se reasentó en otros territorios y en ningún tiempo se consintió que se cuestionara su sustitución, incluso dentro de la misma tribu. Abd el-Krim logró proyectar una representación preconcebida para la táctica de la fuerza, tal como resultó en las cabilas de Beni Tuzin, Marnisa y Gueznaya, que controvirtieron su jerarquía. Si bien, el Rif convivía en un estado persistente de emergencia, con una guerra abierta en todos sus flancos y una sociedad persuadida por intermediarios, en especial españoles y franceses, por lo que las pautas tomadas eran de excepción.

“Al confrontar la República del Rif con el anterior ‘modus vivendi’ o ‘modo de vida’, los acaecimientos resultan incuestionables y las consecuciones irrebatibles. Con todo, parece aventurado desentrañar la República del Rif como un ejercicio democrático y constitucional, en el sentido que se observa en Europa”

Según la bibliografía examinada, se implementaron avances significativos en el rumbo hacia la democracia, a pesar del escaso tiempo que persistió la República del Rif (1923-1927). Profundizando en este estilo democratizador, otra de las lecciones aprendidas que dio lugar la República del Rif es la que asevera que la lucha de los rifeños dispuso una manifestación revolucionaria de signo marxista, comparable con evidencias equivalentes en su tiempo e incluso antecesora de otras inclinaciones sucesivas. La sacudida rifeña recibió la aprobación de las fuerzas socialistas y comunistas de diversos estados y de dirigentes e ideólogos marxistas como Karl Marx (1818-1883), Friedrich Engels (1820-1895) o Rosa Luxemburgo (1871-1919). Este refrendo causó asombro en autores marroquíes y no infundadamente.

Lo cierto es, que Abd el-Krim procedía de una realidad amoldada en la Bahía de Alhucemas, el corazón del Rif, porque este no parecía tener trato con las doctrinas socialistas o comunistas, ni durante sus estudios en Fez o su estancia en Melilla. Del mismo modo, no tuvo ocasión de estar en manos del combate popular ofensivo que se produjo contra la Europa colonial irrumpido años más tarde en el avispero marroquí. De hecho, pertenecía a una familia de notables y aunque su posición era liberal con relación al entorno reinante y la monarquía, no le dejaría prestar la menor atención a cualquier influjo del partido comunista y socialista.

Por consiguiente, en la República del Rif apenas podían conjugarse movimientos modernos de índole socialista o comunista, con el fuerte peso religioso de los raigambres rifeños en un círculo conservador. Para ser más preciso en lo fundamentado, se llegó a sancionar a algunas mujeres que no respetaban los rezos establecidos con la asignación de un recargo consistente en una gallina. Con lo cual, Abd el-Krim en ningún tiempo renunció a seguir estas prácticas, e incluso a retocarlas cuando lo discurriese pertinente para sus propósitos. Llegados a este punto de la disertación, Abd el-Krim se convirtió en un modernizador que pretendió reformar las estructuras del Rif para adecuarlas a las nuevas circunstancias del mundo moderno. Teniendo en cuenta que la República del Rif desempeñaba la peculiaridad de un Estado. O lo que es lo mismo: tierra, pueblo, lengua, bandera y moneda.

A decir verdad, el máximo exponente del nacionalismo rifeño tuvo una vida comprometida y alternativamente compaginó los roles de estudiante, profesor, intérprete, jurista, periodista, jefe militar y presidente de una corriente proindependencia que generó un Estado. Antes de percatarse del exilio que le esperaba en la Isla de la Reunión, es designado en el Cairo Presidente del Comité de Liberación del Magreb. Esta tarea revolucionaria para la época que por su constancia, además de la fuerza política, unido a la pugna por la independencia, más el avance y totalmente contra la injusticia, o su reformismo, ayudaron a hacer de él una figura política de muchísimos quilates. Fijémonos en los reconstructores del momento, presumiendo que primeramente había que invertir en las estructuras políticas como origen fundamental de la postergación de los países musulmanes. Impugnándose no solamente el despotismo, asimismo el oscurantismo, la iniquidad o el atropello.

En definitiva, todo aquello que desenmascaraba la insatisfacción de las masas populares, lo que hacía que estos estados se erigiesen en díscolos. Auspiciando que existieran parlamentos, diálogos políticos organizados, delegación y separación de poderes, justicia, modernización de la milicia, una dirección central que persiguiese la depravación y el favoritismo, la educación generalizada y la mejora económica y científica. El ideal incumbía en un reformismo conservador, con un dirigismo estático de derecho y de justicia. Igualmente se demandaba la corrección del estatus de la mujer. Todos se emplazaron a repetir la imagen que reproducía Europa o más bien, la Revolución Francesa, para impedir ser colonizados. Pero, pronto se precipitaron contra los reaccionarios coaligados con los religiosos y las potencias europeas inmersas en sus maquinaciones, para favorecer el retroceso político y económico derivado en la colonización.

En un primer momento, tanto Abd el-Krim como su padre tuvieron la fascinación turca y alemana, no escondiendo su entusiasmo por el fundador y primer Presidente de la República de Turquía, Mustafá Kemal (1881-1938), a quien constantemente tuvieron como modelo. Estas primicias de positivismo, pragmatismo político, fuertes convicciones y fervor nacionalista los empleó en su resistencia al imperialismo europeo. Sus metodologías eran el producto de un impulso sistemático y racional: adquisición de armas con la apropiación de bienes religiosos, disciplina rigurosa y exigente, adiestramiento, diagnóstico y comparación de fuerzas, destrezas de bloqueo militar, cancelación de fórmulas tribales en la resolución de conflictos y venganzas, e inicios de la adaptación del sistema de vida tradicional. Más adelante, forjó un Gobierno y Asamblea que reunía a las dieciocho Tribus del Rif, hasta convertirse en un parlamento denominado Consejo de la resistencia de las Tribus del Rif. A esto había que sumar, cuatro Asambleas Regionales y Locales, una Constitución que reflejaba sus cuarenta artículos, la organización de la justicia con la formación de Tribunales y la plasmación de la Escuela de Axdir.

Simultáneamente se establecieron impuestos, tasas sobre los zocos, aduanas, un presupuesto proporcionado, compra de material diverso, reservas de provisiones para eludir el hambre, la repartición de tierras a los más desamparados, o la obra determinante de carreteras y puentes. Y en paralelo, las telecomunicaciones adquirieron un importante rendimiento con el montaje de una red telefónica, radio, rotativos incluidos por la Resistencia General francesa de Rabat. Y, como no, se introdujeron correos que eran enfocados a la manera tradicional.

En resumen, fueron numerosos los cambios confirmados al servicio del modernismo y el progreso del Rif. Para ello, se ubicó el Gobierno en Axdir en una residencia conocida como Mahkama, donde Abd el-Krim atendía a los caídes y funcionarios y mismamente se apostaba el Parlamento que acogía ochenta miembros. De esta manera, se compuso la República del Rif, autoproclamándose independiente sin reconocimiento internacional alguno, provisto de un himno y una bandera, donde la justicia era su base y la prioridad.

A la par, se contuvieron los castigos y las mutilaciones corporales, perfilándose las multas y penas de prisión que reemplazaron a la Ley del Talión por crímenes de guerra, reprimiéndose las vendettas, e incluso se impidió portar armas y el rapto de jóvenes, hasta protegerse a las minorías como los judíos y, por último, se implantó la paz civil. Sabedor que la justicia yacía como el elemento explícito del proceso de integración, se convocó a los alfaquíes a los que se designó cadi, uno por cada tribu. Obviamente, todo este entramado estaba dispuesto y coordinado con el Tribunal de Justicia que se localizaba en Axdir.

En consonancia con lo anterior, se materializó un censo poblacional, se alumbró un embrión de Estado conservándose el orden y ejerciendo la guerra con sus fuerzas tribales. Hasta el punto, de contrarrestar los estragos asimétricos y salir airosos, manejando métodos de pericia de persuasión, intimidación y represión. Ahora era una realidad que se hiciera un núcleo consistente de artillería antiaérea, sin desatender la guerra psicológica, la propaganda o el servicio de información donde las mujeres representaban una actuación esencial, ya que podrían pasar inadvertidas. Tampoco quedaba desatendida la diplomacia, porque Abd el-Krim negociaba con asiduidad, suscribía contratos y llevaba a término innumerables entrevistas.

Para ello, desde 1922 consignaba delegaciones y encomiendas al extranjero. Por fin, alcanzado 1923, Abd el-Krim, coronó la cúspide de la República del Rif, el mismo año en que se promulgaba la República turca por Kemal. En palabras literales del líder carismático del movimiento anticolonial: “Hemos llamado a nuestro país República para expresar el hecho de que nosotros éramos un Estado compuesto por tribus independientes federadas, era necesario un gobierno decidido, una autoridad fuerte y una organización vigorosa”. Y en el arquetipo de la República se produjo la obstinación de no pocos notables y religiosos, porque la iniciativa reformadora les había desposeído de sus adquisiciones, fuentes de riqueza e impuestos que recaudaban injustamente al pueblo y que se ejecutaban contra él y sus reformas.

De ahí, que sus declaraciones exteriorizasen al pie de la letra: “Hice todo lo necesario para desembarazar a mi patria de sus influencias que constituían un obstáculo para el camino hacia la libertad y de la independencia. Todo país donde sus jerifes religiosos tenían gran influencia no podía avanzar sino lentamente, sin el recurso de la fuerza y la violencia”. Queda claro, que Abd el-Krim se manifestó abiertamente contra las garras del fanatismo, exponiendo que el curso de la guerra estaba consumido. En sus explicaciones sostuvo que el germen principal radicó en la obcecación religiosa, aludiendo su labor reformadora, con la resultante vuelta de tuerca hacia Occidente, aguardando el progreso, la modernidad y el intercambio comercial. Curiosamente, a día de hoy la polémica prosigue abierta en el universo árabe, porque en el año 1923 marcó un antes y un después en el esplendor del poder político y el alzamiento de un Estado independiente como la República del Rif, antes de que franceses y españoles se conjuraran con su todopoderosa armada para derrotar a unos contingentes nativos admirables, mañosos, infatigables, habilidosos en el terreno y curtidos de la cabeza a los pies con sus cualidades y artimañas.

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