Fuente: El Faro de Ceuta
Fuente: El Faro de Melilla
A lo largo de la historia no han sido pocos los analistas que han
focalizado la República del Rif como el vaso comunicante del
nacionalismo marroquí y Abd el-Krim (1882-1963), cuyo nombre completo es
Muhammad Ibn ‘Abd el-Karim El-Jattabi, como el primer hacedor de la
conciencia nacional de Marruecos, dentro de un régimen monárquico
milenario.
Desde este enfoque, se suele contemplar que el líder supremo magrebí
tuvo como propósito preferente la liberación de Marruecos de la carga
colonial europea y que como consecuencia de ello, pretendió extender su
movimiento de resistencia por el Imperio del Sultán. De este modo, el
caudillo rifeño habría sido el predecesor del nacionalismo en Marruecos
como nación independiente. No obstante, algunas vicisitudes que han sido
distinguidas por los investigadores podrían objetar este razonamiento.
Combatiente rifeño, curtido de la cabeza a los pies, aguerrido e insensibilizado consigo mismo.
Inicialmente,
Abd el-Krim, no daba la sensación de mostrar su inclinación por la
independencia de Marruecos, sino que en sus alocuciones se refería
exclusivamente al Rif, aunque pudiera ser un plan estratégico para no
enajenarse en una primera fase la indisposición de Francia. Tampoco
estaba lo bastantemente claro su sometimiento al Sultán, porque llegó a
ofrecer a los estados europeos la explotación del Rif a cambio del
reconocimiento de éste. En definitiva, el carácter genuinamente rifeño
de la República del Rif inspeccionado por algunos autores, coincide con
las tentativas de asociarlo con la historia y la política marroquí.
De
ahí, que se tenga la opinión que Abd el-Krim desempeñó una corriente de
unidad rifeña en mayor medida que una tendencia de unidad marroquí. Sin
embargo, sigue siendo habitual encuadrarlo como el dirigente que quiso
la unidad de Marruecos, incluidas las plazas y territorios de soberanía
española, por las que en todo momento se declaró implacable en su
pretensión. En otras palabras: la introducción de Abd el-Krim en el
ideario del nacionalismo marroquí cumple en mayor medida con los afanes
políticos y legítimos de los antiguos territorios colonizados, que en
sí, al entorno político de los acontecimientos del Rif.
Otra
interpretación es la que se asigna a Abd el-Krim como su deseo expreso
de reorganizar las estructuras religiosas y acomodar las creencias
islámicas a las nuevas circunstancias del mundo moderno. La doctrina y
actitud religiosa que propugnan el cambio gradual articulado con
aquellas ideologías renovadoras que afloraban dentro del Islam, y sobre
todo, el reformismo salafista que Abd el-Krim conoció de primerísima
mano en los años de estudios en Fez. Esto se ha utilizado para
relacionar al jefe de la cabila de Beni Urriaguel con el tránsito
posterior independentista marroquí y para otorgar a su movimiento una
condición más elevada y trascendente que la de la lucha peyorativa
contra los españoles.
Los sostenedores de este significado
suelen aportar como demostración de la misma el mandato de la ley
religiosa del Islam (sharía), que Abd el-Krim asentó por encima del
derecho consuetudinario de las cabilas del Rif y que se venía
superponiendo desde tiempos antiquísimos, hasta establecerse en las
cabilas de Alhucemas durante los primeros meses de 1923. Toda vez, que
es necesario proponer ciertas incógnitas como la tracción salafista de
salaf, que se encaminó en la indagación de un Islam independiente con
una fe religiosa ajustada a la vida moderna, y que comenzó a prosperar
en Marruecos desde la Primera Guerra Mundial (28-VII-1914/11-XI-1918).
Este reformismo había sido secundado por sultanes en los prolegómenos
del siglo XX, como Abdelaziz, que contribuyó en la reestructuración de
la enseñanza en la Universidad Qarawin de Fez entre 1921 y 1925,
respectivamente.
“A día de hoy
la polémica prosigue abierta en el universo árabe, porque en el año 1923
marcó un antes y un después en el esplendor del poder político y el
alzamiento de un Estado independiente como la República del Rif”
Al
mismo tiempo, las escuelas salafiyas progresaron a lo largo del imperio
marroquí, sobre todo en la franja francesa. Asumiendo la
intensificación del movimiento y de la determinación reconstituyente
salafiya en el seno del islamismo marroquí, que posiblemente estuviera
interrelacionado con una tentativa de hacer salvaguardar los principios
del Islam frente a las intimidaciones del imperialismo occidental. Pero
los vínculos que tuvo Abd el-Krim con el mismo no fueron en absoluto
dóciles ni apasionados. Algunas pautas de los principios salafiyas como
el rehúso de las cofradías religiosas y jerifes locales como paradigma
dispersor del Islam.
Esto no fue ni mucho menos tolerado
por Abd el-Krim, que se escudó en ellas cuando tuvo el menester para la
guerra y eso correspondió por la enorme fuerza de convocatoria e
influencia que tenían en el Rif las cofradías religiosas. Además, las
arengas de la República del Rif hacia el resto del Islam gravitaron en
torno a principios obtenidos de una misma fe religiosa que
contrapusieron al mismo Sultán de Marruecos, al que si no quería
desbancar, sí que sustituyó en numerosas misiones y omitió por completo
durante su gobierno.
La jerarquía religiosa del Sultán fue
ignorada durante esos años en el Rif, aunque el giro salafiya permanecía
contemplando al Sultán como cabeza visible en Marruecos. Ni que decir
tiene, que Abd el-Krim se ofreció en muchos momentos como mediador entre
la demarcación del Rif y los actores occidentales, hecho que promovió
furibundos reproches del Sultán Muley Yussef. Prestándose sobre todo en
aquellos instantes en los que se acortaba el apoyo francés para
conquistar el amparo del Islam.
Lo cierto es, como han
corroborado varios estudiosos, jamás pretendió suplirlo como el
verdadero Sultán de Marruecos y estando en contra de esta idea. A
resultas de todo ello, no es sencillo establecer una correlación entre
la praxis rifeña y la reforma religiosa del salafismo, porque la amplia
mayoría de los súbditos del imperio e incluso los seguidores de la
reforma del Islam, acogieron con innegable pasividad el Protectorado.
Caballería rifeña con altas cotas de efectividad en un teatro de operaciones extremadamente duro, fragmentado y complejo.
De hecho, algunas élites marroquíes que habían inspeccionado Europa,
suponían que el roce con los europeos abriría el país a la innovación y
avance y al unísono menguaría la demora en el que estaba sumergido, con
el contraste de que este impugnaba la ocupación militar y colonial del
territorio. Una de las lógicas de la empresa colonial europea era el
acoplamiento de Marruecos en el recinto comercial global, ya que hasta
entonces el estado se hallaba distante y excluido por voluntad del
Sultán. Pese a todo, los bereberes rifeños se resistían superficialmente
al colonialismo europeo.
Asimismo, el molde que formulaba
Abd el-Krim de la modernidad no correspondía al florecimiento islámico,
sino al de la Europa avanzada. En la República del Rif no se instauraron
entidades en las que se ofrecían los saberes salafiyas, sino por el
contrario las escuelas que suscitó parecían más sugestionadas en la que
había visto en Melilla, que lo aprendido propiamente en la Universidad
Qarawin de Fez, porque se transcribió todo un sumario de enseñanzas que
hacían reiteración en el idioma árabe y la instrucción de las ciencias.
El habla amazigh aún no estaba en auge y este no comenzó a cautivar a
los intelectuales marroquíes y argelinos hasta los años sesenta.
Puliendo las divergencias entre ambas tendencias, algunos analistas han
reforzado la tesis que los reformistas religiosos llegaron a
responsabilizar a Abd el-Krim de querer permutar los viejos nexos de la
comunidad musulmana, por una percepción nacionalista y una deformación
imbuida de la conducción europea.
De igual forma, le
acusaron de languidecer el sentimiento religioso en el combate
anticolonial y adulterar el sentido de la Yihad. A este tenor le
censuraron de no emplear la guerra para combatir contra los jefes que
relegaban el Islam y establecido otras escuelas, que habrían unido a
nuevas generaciones de musulmanes a su causa. Al margen de los matices
anteriores, la deferencia de la República del Rif como expresión de la
corriente salafiya que, por entonces, aparecía en el Islam, continúa
siendo correspondida por un número considerable de investigadores. Otra
de las deducciones que han sido rescatadas, es la que no da el brazo a
torcer en cuanto a que la República del Rif se valora como el preámbulo
de la formación de un Estado democrático.
Esta operó con
sus propias instituciones como las asambleas llamadas yemaas y que por
vez primera se estrenó entre las cabilas satélites algunos de los
principios democráticos, como la división de poderes y el gobierno
representativo. Es más, la estimación de la República del Rif como
Estado democrático se hallaba presente en algunos de los escritos del
siglo pasado y se le dio más fuerza y vitalidad en las participaciones
del Coloquio Internacional celebrado en París, con motivo de cumplirse
los cincuenta años de su asentamiento. Subsiguientemente, algunos
autores han indagado la fisonomía de la alineación del régimen rifeño.
Es cierto que al confrontar la República del Rif con el anterior ‘modus
vivendi’ o ‘modo de vida’, los acaecimientos resultan incuestionables y
las consecuciones irrebatibles. Con todo, parece aventurado desentrañar
la República del Rif como un ejercicio democrático y constitucional, en
el sentido que se observa en Europa.
Desde este prisma, la
República del Rif se cimentó en la hegemonía de la cabila de Beni
Urriaguel como la más amplia, con las mejores funciones y de mayor
confianza fueron a parar a la familia y miembros de Abd el-Krim. Sin
inmiscuir de este escenario los procedimientos poco democráticos, como
los fusilamientos a varios notables que se resistieron al poder del
cabecilla rifeño y otros que estaban en comunicación permanente con los
españoles. La harca o contingente movilizable se desenvolvió sin grandes
comedimientos cuando se reasentó en otros territorios y en ningún
tiempo se consintió que se cuestionara su sustitución, incluso dentro de
la misma tribu. Abd el-Krim logró proyectar una representación
preconcebida para la táctica de la fuerza, tal como resultó en las
cabilas de Beni Tuzin, Marnisa y Gueznaya, que controvirtieron su
jerarquía. Si bien, el Rif convivía en un estado persistente de
emergencia, con una guerra abierta en todos sus flancos y una sociedad
persuadida por intermediarios, en especial españoles y franceses, por lo
que las pautas tomadas eran de excepción.
“Al
confrontar la República del Rif con el anterior ‘modus vivendi’ o ‘modo
de vida’, los acaecimientos resultan incuestionables y las
consecuciones irrebatibles. Con todo, parece aventurado desentrañar la
República del Rif como un ejercicio democrático y constitucional, en el
sentido que se observa en Europa”
Según
la bibliografía examinada, se implementaron avances significativos en
el rumbo hacia la democracia, a pesar del escaso tiempo que persistió la
República del Rif (1923-1927). Profundizando en este estilo
democratizador, otra de las lecciones aprendidas que dio lugar la
República del Rif es la que asevera que la lucha de los rifeños dispuso
una manifestación revolucionaria de signo marxista, comparable con
evidencias equivalentes en su tiempo e incluso antecesora de otras
inclinaciones sucesivas. La sacudida rifeña recibió la aprobación de las
fuerzas socialistas y comunistas de diversos estados y de dirigentes e
ideólogos marxistas como Karl Marx (1818-1883), Friedrich Engels
(1820-1895) o Rosa Luxemburgo (1871-1919). Este refrendo causó asombro
en autores marroquíes y no infundadamente.
Lo cierto es,
que Abd el-Krim procedía de una realidad amoldada en la Bahía de
Alhucemas, el corazón del Rif, porque este no parecía tener trato con
las doctrinas socialistas o comunistas, ni durante sus estudios en Fez o
su estancia en Melilla. Del mismo modo, no tuvo ocasión de estar en
manos del combate popular ofensivo que se produjo contra la Europa
colonial irrumpido años más tarde en el avispero marroquí. De hecho,
pertenecía a una familia de notables y aunque su posición era liberal
con relación al entorno reinante y la monarquía, no le dejaría prestar
la menor atención a cualquier influjo del partido comunista y
socialista.
Por
consiguiente, en la República del Rif apenas podían conjugarse
movimientos modernos de índole socialista o comunista, con el fuerte
peso religioso de los raigambres rifeños en un círculo conservador. Para
ser más preciso en lo fundamentado, se llegó a sancionar a algunas
mujeres que no respetaban los rezos establecidos con la asignación de un
recargo consistente en una gallina. Con lo cual, Abd el-Krim en ningún
tiempo renunció a seguir estas prácticas, e incluso a retocarlas cuando
lo discurriese pertinente para sus propósitos. Llegados a este punto de
la disertación, Abd el-Krim se convirtió en un modernizador que
pretendió reformar las estructuras del Rif para adecuarlas a las nuevas
circunstancias del mundo moderno. Teniendo en cuenta que la República
del Rif desempeñaba la peculiaridad de un Estado. O lo que es lo mismo:
tierra, pueblo, lengua, bandera y moneda.
A decir verdad,
el máximo exponente del nacionalismo rifeño tuvo una vida comprometida y
alternativamente compaginó los roles de estudiante, profesor,
intérprete, jurista, periodista, jefe militar y presidente de una
corriente proindependencia que generó un Estado. Antes de percatarse del
exilio que le esperaba en la Isla de la Reunión, es designado en el
Cairo Presidente del Comité de Liberación del Magreb. Esta tarea
revolucionaria para la época que por su constancia, además de la fuerza
política, unido a la pugna por la independencia, más el avance y
totalmente contra la injusticia, o su reformismo, ayudaron a hacer de él
una figura política de muchísimos quilates. Fijémonos en los
reconstructores del momento, presumiendo que primeramente había que
invertir en las estructuras políticas como origen fundamental de la
postergación de los países musulmanes. Impugnándose no solamente el
despotismo, asimismo el oscurantismo, la iniquidad o el atropello.
En
definitiva, todo aquello que desenmascaraba la insatisfacción de las
masas populares, lo que hacía que estos estados se erigiesen en
díscolos. Auspiciando que existieran parlamentos, diálogos políticos
organizados, delegación y separación de poderes, justicia, modernización
de la milicia, una dirección central que persiguiese la depravación y
el favoritismo, la educación generalizada y la mejora económica y
científica. El ideal incumbía en un reformismo conservador, con un
dirigismo estático de derecho y de justicia. Igualmente se demandaba la
corrección del estatus de la mujer. Todos se emplazaron a repetir la
imagen que reproducía Europa o más bien, la Revolución Francesa, para
impedir ser colonizados. Pero, pronto se precipitaron contra los
reaccionarios coaligados con los religiosos y las potencias europeas
inmersas en sus maquinaciones, para favorecer el retroceso político y
económico derivado en la colonización.
En
un primer momento, tanto Abd el-Krim como su padre tuvieron la
fascinación turca y alemana, no escondiendo su entusiasmo por el
fundador y primer Presidente de la República de Turquía, Mustafá Kemal
(1881-1938), a quien constantemente tuvieron como modelo. Estas
primicias de positivismo, pragmatismo político, fuertes convicciones y
fervor nacionalista los empleó en su resistencia al imperialismo
europeo. Sus metodologías eran el producto de un impulso sistemático y
racional: adquisición de armas con la apropiación de bienes religiosos,
disciplina rigurosa y exigente, adiestramiento, diagnóstico y
comparación de fuerzas, destrezas de bloqueo militar, cancelación de
fórmulas tribales en la resolución de conflictos y venganzas, e inicios
de la adaptación del sistema de vida tradicional. Más adelante, forjó un
Gobierno y Asamblea que reunía a las dieciocho Tribus del Rif, hasta
convertirse en un parlamento denominado Consejo de la resistencia de las
Tribus del Rif. A esto había que sumar, cuatro Asambleas Regionales y
Locales, una Constitución que reflejaba sus cuarenta artículos, la
organización de la justicia con la formación de Tribunales y la
plasmación de la Escuela de Axdir.
Simultáneamente se
establecieron impuestos, tasas sobre los zocos, aduanas, un presupuesto
proporcionado, compra de material diverso, reservas de provisiones para
eludir el hambre, la repartición de tierras a los más desamparados, o la
obra determinante de carreteras y puentes. Y en paralelo, las
telecomunicaciones adquirieron un importante rendimiento con el montaje
de una red telefónica, radio, rotativos incluidos por la Resistencia
General francesa de Rabat. Y, como no, se introdujeron correos que eran
enfocados a la manera tradicional.
En resumen, fueron
numerosos los cambios confirmados al servicio del modernismo y el
progreso del Rif. Para ello, se ubicó el Gobierno en Axdir en una
residencia conocida como Mahkama, donde Abd el-Krim atendía a los caídes
y funcionarios y mismamente se apostaba el Parlamento que acogía
ochenta miembros. De esta manera, se compuso la República del Rif,
autoproclamándose independiente sin reconocimiento internacional alguno,
provisto de un himno y una bandera, donde la justicia era su base y la
prioridad.
A la par, se contuvieron los castigos y las
mutilaciones corporales, perfilándose las multas y penas de prisión que
reemplazaron a la Ley del Talión por crímenes de guerra, reprimiéndose
las vendettas, e incluso se impidió portar armas y el rapto de jóvenes,
hasta protegerse a las minorías como los judíos y, por último, se
implantó la paz civil. Sabedor que la justicia yacía como el elemento
explícito del proceso de integración, se convocó a los alfaquíes a los
que se designó cadi, uno por cada tribu. Obviamente, todo este entramado
estaba dispuesto y coordinado con el Tribunal de Justicia que se
localizaba en Axdir.
En consonancia con lo anterior, se
materializó un censo poblacional, se alumbró un embrión de Estado
conservándose el orden y ejerciendo la guerra con sus fuerzas tribales.
Hasta el punto, de contrarrestar los estragos asimétricos y salir
airosos, manejando métodos de pericia de persuasión, intimidación y
represión. Ahora era una realidad que se hiciera un núcleo consistente
de artillería antiaérea, sin desatender la guerra psicológica, la
propaganda o el servicio de información donde las mujeres representaban
una actuación esencial, ya que podrían pasar inadvertidas. Tampoco
quedaba desatendida la diplomacia, porque Abd el-Krim negociaba con
asiduidad, suscribía contratos y llevaba a término innumerables
entrevistas.
Para ello, desde 1922 consignaba delegaciones y
encomiendas al extranjero. Por fin, alcanzado 1923, Abd el-Krim, coronó
la cúspide de la República del Rif, el mismo año en que se promulgaba
la República turca por Kemal. En palabras literales del líder
carismático del movimiento anticolonial: “Hemos llamado a nuestro país
República para expresar el hecho de que nosotros éramos un Estado
compuesto por tribus independientes federadas, era necesario un gobierno
decidido, una autoridad fuerte y una organización vigorosa”. Y en el
arquetipo de la República se produjo la obstinación de no pocos notables
y religiosos, porque la iniciativa reformadora les había desposeído de
sus adquisiciones, fuentes de riqueza e impuestos que recaudaban
injustamente al pueblo y que se ejecutaban contra él y sus reformas.
De
ahí, que sus declaraciones exteriorizasen al pie de la letra: “Hice
todo lo necesario para desembarazar a mi patria de sus influencias que
constituían un obstáculo para el camino hacia la libertad y de la
independencia. Todo país donde sus jerifes religiosos tenían gran
influencia no podía avanzar sino lentamente, sin el recurso de la fuerza
y la violencia”. Queda claro, que Abd el-Krim se manifestó abiertamente
contra las garras del fanatismo, exponiendo que el curso de la guerra
estaba consumido. En sus explicaciones sostuvo que el germen principal
radicó en la obcecación religiosa, aludiendo su labor reformadora, con
la resultante vuelta de tuerca hacia Occidente, aguardando el progreso,
la modernidad y el intercambio comercial. Curiosamente, a día de hoy la
polémica prosigue abierta en el universo árabe, porque en el año 1923
marcó un antes y un después en el esplendor del poder político y el
alzamiento de un Estado independiente como la República del Rif, antes
de que franceses y españoles se conjuraran con su todopoderosa armada
para derrotar a unos contingentes nativos admirables, mañosos,
infatigables, habilidosos en el terreno y curtidos de la cabeza a los
pies con sus cualidades y artimañas.
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