Fuente: El Faro de Ceuta
El heroísmo no sólo se acredita con las armas en la mano por quienes
combaten en cualquier confrontación bélica, pues hay otros que, de forma
anónima, jugándose sus propias vidas, lo hacen para salvar otras, y que
también se merecen el calificativo de ‘héroes’. Ello está
suficientemente acreditado y así consta en los archivos donde médicos
militares y practicantes, atendiendo a los heridos, alcanzaron las más
altas condecoraciones. Sirvan de ejemplo el teniente médico Manuel
Ruigómez Velasco y el capitán médico Federico Arteaga Pastor, que
alcanzaron la más alta condecoración en el campo de batalla, la Cruz
Laureada de San Fernando, en los años 1924 y 1929 en Marruecos.
El entonces comandante Melquiades Rico
Eguibar, el cual liberó a los sitiados de la sección del teniente Ortiz
de Zárate con su IV Tabor.
La sección paracaidista para liberar Telata
Al atacar el puesto de Telata las bandas
rebeldes, el gobierno general del África Occidental Española y su Estado
Mayor, inmediatamente, ordenaron que una sección paracaidista de la II
Bandera con un capitán médico y un brigada practicante, con una
ambulancia, se trasladaran para liberar dicho puesto y atender con
urgencia a los heridos y evacuar los muertos.
Con dicha sección al mando del teniente Antonio Ortiz de Zárate y
Sánchez de Movellán, iba el capitán médico José Freixas Otto y el
brigada practicante Antonio Sánchez Manrique, ambos destinados en el
grupo de Tiradores de Ifni.
Tanto el capitán médico como el
brigada practicante eran unos magníficos profesionales de la medicina y
habían sido designados por el mando con el fin de atender a los heridos,
en total catorce de dicha sección paracaidista.
Brigada practicante Antonio Sánchez Manrique, del Grupo de Tiradores de Ifni.
La sección
del teniente Ortiz de Zárate estaba compuesta de tres pelotones con 37
hombres, una escuadra de morteros de 50 m., dos enlaces de transmisiones
de la 9ª Compañía, una escuadra de ametralladoras, una ambulancia, dos
camiones, una camioneta tres cuartos y cuatro conductores de la sección
de automovilismo del África Occidental Española. Esta sección se ponía
en marcha a las 17:35 horas del 23 de noviembre de 1957.
A las 22:45 horas el convoy se encuentra con varias barreras de
piedras y troncos sobre la pista de Telata, y cuando se hallaban
limpiando los obstáculos, reciben fuego de fusilería y armas automáticas
desde tres puntos diferentes. Este ataque fue respondido con eficacia
por la sección de paracaidistas, algo que surte efecto al momento ya que
logran neutralizar al enemigo.
Una vez que emprenden la
marcha de nuevo, cuando habían recorrido unos 400 metros, de nuevo
hallan cortada la pista de Telata con enormes piedras y cuando estaban
despejando la pista, son atacados por un intenso fuego desde el sur,
este y oeste, obligando a detenerse la columna y ocupar una cota situada
al este de la carretera. En esta situación iban transcurriendo los días
con el agravante de que cuando intentaron comunicarse por radio con
Sidi Ifni, la radio no funcionaba. Cuál sería el estado de rabia e
impotencia del teniente Ortiz de Zárate, que lanzó la radio con todas
sus fuerzas por el monte hasta hacerse añicos.
Los momentos
que allí pasaron fueron una auténtica odisea. Al morir el teniente la
situación se solvento gracias al sargento Moncada Pujol, pero
especialmente a los cabos 1º José Jiménez Calderón, José Gil García y
Antonio Oliva Hernández.
Hubo momentos de mucha incertidumbre;
ver compañeros muertos, los lamentos de los heridos y la falta del
oficial. Esta difícil situación sólo se salvó con los cabos primeros,
pues el capitán médico y el brigada practicante nada podían hacer, ya
que su especialidad era la medicina y no la táctica militar y las armas.
Entre muertos, heridos, balas y morteros
Cuando
habían transcurrido cinco días del cerco enemigo, yacían muertos junto a
sus compañeros defensores el teniente Ortiz de Zárate, el cabo 1º José
Civera Comeche (que no llegó a conocer a su hijo de meses), los
caballeros legionarios paracaidistas Vicente Vila Pla, Ramón Aguirre
Eguidua y Manuel Rodríguez Matamoros.
En aquel infierno que
vivían los miembros de esta sección se encontraban el capitán médico
José Freixas Otto y el brigada practicante Antonio Sánchez Manrique, que
iban de un lado para otro sorteando el fuego de fusilería para atender a
los heridos, así como el cabo Peláez y el caballero legionario
paracaidista Juan Pérez Correa, que fue alcanzado por un proyectil en la
espalda, y también herido por arma de fuego el caballero legionario
paracaidista Isaías Carrasco Martín.
En esta gesta se demostró
el esfuerzo y profesionalidad del capitán médico y del brigada
practicante, los cuales, arriesgando sus propias vidas, atendieron a los
heridos en el mismo escenario de combate donde el silbido de las balas y
las explosiones de los morteros no cesaban, desde el 23 de noviembre.
Además, en esa humanitaria tarea, no sólo curaron médicamente, sino
también con palabras de aliento y confianza a los heridos.
Con
el paso de los días y como consecuencia de la heroica defensa, caían
heridos por arma de fuego los caballeros legionarios paracaidistas,
Bienvenido Conesa Mayoral, José Cavada Vidal y Vicente Llobet Ferrero.
En dicha acción también fue atendido el paracaidista Ramón Martínez
Fuertes por lesiones. Se pudo comprobar que el enemigo sufrió cuatro
bajas.
La noche del 25 al 26 de noviembre, sobre la madrugada,
aproximadamente a las seis de la mañana, unos cien individuos del
Ejército de Liberación Marroquí intentan sorprender a estos héroes, pero
la férrea defensa de aquel puñado de auténticos héroes hace que el
enemigo se retire dejando cuarenta bajas. En este asalto fue donde
resulta muerto el teniente Antonio Ortiz de Zárate y los antes citados
paracaidistas; aunque fueron atendidos por el capitán médico y el
brigada practicante, nada se pudo hacer, pues habían muerto en el acto.
Aún
vendrían peores momentos, concretamente los días 26 y 27 de noviembre,
con el hambre, la sed y los cadáveres y heridos, además del ataque del
enemigo que se produce en combate cuerpo a cuerpo, en el cual resultaba
herido el paracaidista Isaías Carrasco Martín, al cual le atendían de
inmediato el capitán médico y el brigada practicante.
En la
madrugada del 2 de diciembre de nuevo se entabla combate contra el
enemigo, pero con el comportamiento de valor y arrojo de aquel puñado de
valientes, consiguen rechazar al enemigo. A las dos de la tarde del día
anterior, cuando ya desfallecían los ánimos, en la lejanía se divisaban
los ‘tarbush’ rojos del IV Tabor de Tiradores de Ifni, con su
comandante jefe, Melquiades Rico Eguibar, logrando hacer desaparecer al
enemigo. En aquel momento, en una escena inenarrable, se fundieron en un
abrazo entre lágrimas y sollozos al verse liberados. A continuación,
recogieron los muertos, los heridos y salieron en dirección al puesto de
Telata a liberar a los que estaban sitiados.
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