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La batalla del 1 de enero, el día de Año Nuevo en el que se ganó la Guerra de África Imprimir E-Mail
Colaboraciones - Gustavo A. Ordoño Marín
Escrito por Gustavo Adolfo Ordoño   
domingo, 01 de enero de 2023

Fuente: Pax Augusta

Supongo que no debe extrañarme el desconocimiento que los españoles tenemos, en general, de la figura del general Prim. El siglo XIX español no tiene gran acogida en la historiografía de niveles académicos superiores y los libros de texto escolares suelen dedicar atención a los hitos principales de ese siglo, como son la Guerra de Independencia, las Guerras Carlistas y en menor medida el reinado de Isabel II con su destronamiento en la Gloriosa. Lo que quiero decir es que, a diferencia de otras épocas, las «clases de Historia» no se vertebran sobre ciertos personajes. Y, en mi opinión, Juan Prim y Prats sería un perfecto candidato para dar ese tipo de enfoque a la «narrativa» del siglo XIX en España.

Estampa del ilustrador y grabador Gustave Lévy del año 1860 que muestra al general Prim arengando a las tropas en la Batalla del 1 de enero en Castillejos, cerca de Ceuta. (Fuente de la imagen: Museo Nacional del Romanticismo)
Estampa del ilustrador y grabador Gustave Lévy del año 1860 que muestra al general Prim arengando a las tropas
en la Batalla del 1 de enero en Castillejos, cerca de Ceuta. (Fuente de la imagen: Museo Nacional del Romanticismo)

A Juan Prim y Prats (1814-1870) se le puede considerar un prototipo de héroe militar del Romanticismo. Las manifestaciones artísticas del momento tenían gusto por recuperar y representar ciertos valores que recordaban a los practicados por los caballeros medievales en sus gestas. Prim, en su faceta de militar demostró coraje y determinación ante sus tropas, un carisma quijotesco que gustaba no sólo a los militares también al público de la época. En el grabado que ilustra este texto se puede ver un ejemplo, pues serviría para ilustrar los textos del literato Pedro Antonio de Alarcón, Diario de un testigo de la Guerra de África.

La escena descrita en el relato de Alarcón se ilustra en esta estampa; donde el dibujo del general Prim recuerda las ilustraciones que se hacían del Apóstol Santiago a caballo en la Edad Media. Sería el momento cuando, según testigos de la batalla de los Castillejos (cerca de Ceuta, el día de Año Nuevo, 1 de enero de 1860), el general Prim tomó la bandera española y se puso a la vanguardia de las tropas. Arengaba a su regimiento para no eludir el combate cuerpo a cuerpo, en las horas vitales para el desarrollo de la batalla:

“¡Soldados! Vosotros podéis abandonar esas mochilas, que son vuestras; pero no podéis abandonar esta bandera, que es de la patria. Yo voy a meterme con ella en las filas enemigas...”

Considerada la primera victoria española en Marruecos a campo abierto, para la estrategia militar significó mucho, fue abrir la puerta a la «Conquista de Tetuán». Pero a nivel político también dejaría marca histórica notable. La continuación de esta campaña, dentro de la Guerra de África o Primera Guerra de Marruecos, llevó a la batalla de Wad-Ras, también liderada por Prim, que supuso la rendición del sultán y el tratado del mismo nombre que puso las bases de la concesión del enclave de Ifni (ciudad Sidi-Ifni). Un territorio en la costa frente a las Canarias cedido en 1860, materializado en 1934, y protagonista de la última guerra colonial donde combatió el Ejército español: la olvidada Guerra de Ifni (1957-1958).

Prim acabó siendo un político liberal que encabezó la revolución de 1868 –la Gloriosa-   que destronó a la reina Isabel II, a la que con tanto arrojo había servido en África. Y sobre sus espaldas acabaría recayendo la carga pesada, por parecer imposible, de encontrar una alternativa a la hija del absolutista Fernando VII. Finalmente, ante la sorpresa de muchos, consiguió para el trono español la candidatura de Amadeo de Saboya, que se mostraba en gran sintonía con los proyectos liberales de su mentor, el político y militar Prim. Para el que ya era conde de Reus, marqués de los Castillejos y vizconde del Bruch, era la gran victoria política del «hombre hecho a sí mismo».

Aunque no provenía de una familia humilde, que no pudiesen costearlos, no optó por los estudios superiores y aprovechó su carisma como líder nato para hacer carrera militar. Desde la Primera Guerra Carlista destacaría en el campo de batalla y, también, en las mesas de negociaciones. Un prometedor y joven teniente coronel, que ya en 1840 era consciente del papel fundamental que tendría el Ejército en el nuevo régimen que comenzaba con las regencias tras la muerte de Fernando VII. Desde luego, su vida resultaría propia –sin desmerecer- de esas figuras masculinas prototipos de la cultura del Romanticismo europeo.

En el caso español su figura un tanto caballeresca además sirvió para ir configurando el nacionalismo patriótico [Álvarez Junco, 2001]. Su actuación en la Guerra de África fue seguida y recogida por la prensa de la época, lo que fomentó entre los españoles el intervencionismo en África como un necesario y justo cometido, generando una fuerte corriente patriótica en la sociedad española. Su final también es propio de los «héroes románticos», cuando el fatal destino de un atentado acabó con su vida. Fue el mismo día que desembarcó el futuro rey Amadeo I, su protegido y su apuesta para llevar a España, de una vez, a un régimen liberal. Sin ese trascendental apoyo, Amadeo de Saboya renunció cuando empezaba su tercer año de reinado.

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