Fuente: El Faro de Ceuta
Está más que comprobado la fuerza y el poder que tienen los medios de
comunicación, muy especialmente la radio, entre otras cosas por la
inmediatez de la noticia que transmiten y a su vez de como pueden
transmitir emociones, alegrías y levantar la moral, en casos concretos
cuando se trata de combatientes lejos de sus hogares y familias. Aún
recuerdo cuando en diciembre de 1957 Radio Nacional de España transmitía
los martes un programa llamado Avanzada Balcón abierto al mundo de las
armas, donde se emitían comunicados de los familiares a combatientes de
Ifni-Sáhara.
El duo de humoristas Tip y Top.
La soledad de los combatientesCorría el mes de
diciembre de 1957 y en los territorios del África Occidental Española
miles de soldados españoles se jugaban sus vidas contra un enemigo
escurridizo y muy perfecto conocedor del terreno en que estaban.
Independientemente de ser enemigos, hay que reconocerles que eran muy
buenos combatientes, pero, eso sí, que la mayor parte de las veces
atacaban por la espalda y por sorpresa.
Aquellos miles de
jóvenes soldados sufrieron un impacto muy grande al tener que abandonar
su tierra y sus familias, con el agravante de que sus padres habían
vivido algo similares en la pasada guerra de España. Hoy, a más de medio
siglo de aquella contienda africana, recordarán con bastante emoción la
salida desde los puertos de Barcelona, Valencia, Alicante, Algeciras y
Ceuta y Melilla con los batallones expedicionarios a un destino que de
momento ignoraban y que horas o días después los llevaban a los
territorios del África Occidental Española.
No se debe olvidar aquella guerra y menos a sus combatientes.
Por
citar algún caso concreto, está el testimonio de Antonio Montoya
Martínez, que él mismo recuerda, el 10 de enero de 1958, al despedir en
el puerto de Alicante a su hermano, Francisco, soldado del Batallón San
Fernando 11, cuando en el abrazo a su madre le dijo: “¡Madre, yo ya no
volveré!”. Algo que por desgracia se cumplió. Francisco Montoya Martínez
murió en acto de servicio en Villa Bens atropellado por el camión
ET-603, cuando daba marcha atrás. El dolor hoy en día sigue siendo doble
con la desaparición del ser querido y de no saber dónde se encuentran
sus restos.
No se debe olvidar aquella guerra y menos a sus
combatientes. Se quiera o no, la historia de los pueblos es como es,
con sus virtudes y sus defectos, con sus grandezas y sus miserias, y así
debe ser asumida y no se debe permitir que el oportunista de turno o el
resentido pretenda borrar una página de nuestra historia o contarla al
color de sus ideas, tergiversando los hechos, en algunos casos para
contentar al régimen político de sus ideas.
El programa Mensaje a Ifni, emitido por la Voz de Madrid duraba cuatro horas.
Allí,
en Ifni o el Sáhara, el contacto de los soldados combatientes con sus
familiares era a través de cartas, las cuales tardaban muchos días en
llegar a sus destinos, y para saber noticias de actualidad era a través
de la prensa, que también llegaba con retraso, y como mucho, y además de
un lujo, los que tenían algún transistor. Si mala es la soledad, se
agrava con la falta de comunicación que nuestros soldados tenían.
Los
que mejor lo soportaban eran los que se encontraban acantonados en las
ciudades como Sidi Ifni, El Aaiún o Villa Cisneros. Los que peor,
aquéllos que tenían que permanecer destacados en el Buyarifen, Alat Ida
Ususgun, Huerta Madame, o en las posiciones donde estaban varios meses
alejados de todo contacto con la civilización. Sólo los acompañaba la
soledad, el aullido de los chacales o las hienas o la explosión de
alguna mina cuando estos animales se introducían en las alambradas
minadas.
Cuatro horas con los combatientes
Jesús Álvarez.
No
cabe duda de que la radio tiene en sus programas anécdotas cargadas de
humor y hasta incluso de risa. Ocurrió en este caso en aquellos días de
la guerra de Ifni, desde Radio Melilla, en un programa a los
combatientes de Ifni-Sáhara. Había en Melilla un comerciante muy
conocido, y entre sus aficiones destacaba que era un verdadero hincha
del fútbol, pero tenía el inconveniente de ser tartamudo. Este se
llamaba Gregorio Calderón. En diciembre de 1957 se celebró una subasta
para captar fondos para el aguinaldo de los combatientes. Un radioyente
llamó a dicha emisora y ofreció 10.000 pesetas, pero con la promesa de
que Gregorio Calderón tenía que imitar una radiación de un partido de
fútbol. Al instante una voz de mujer llamaba a dicha emisora y decía:
“¡Gregorio, soy tu mujer! Doy 50.000 pesetas, pero sigue como buen
español”. Fueron 10 días y con voz tartajosa radiaba imitando los
partidos de otros locutores.
Según el periodista Ramiro
Santamaría, este hecho fue reconocido por las autoridades melillenses y
por ello le concedieron la Medalla de la Ciudad por esa desinteresada
entrega de ayuda a las tropas españolas.
Consciente de ello, las autoridades españolas, al comprobar la falta
de comunicación y el aislamiento de las tropas españolas en el África
Occidental Española, el entonces delegado nacional de Prensa, Jesús
Fueyo Álvarez, realizó con sus colaboradores un estudio que
posteriormente se llevaría a la práctica, con el título de Mensaje a
Ifni, con el fin de que permitiera la comunicación entre los soldados y
sus familiares.
Dicho programa tenía una duración de cuatro
horas semanales, con el título de Mensaje a Ifni y lo emitía La Voz de
Madrid. Lo que nadie se imaginaba era el éxito abrumador que consiguió y
que, según la prensa madrileña Arriba e Informaciones, desbordó todos
los pronósticos.
Según un reportaje del periodista A.M.M.,
afirmaba que todas las semanas a la emisora La Voz de Madrid llegaban
sacas y más sacas llenas de cartas, las cuales durante 25 minutos el
locutor leía los mensajes a los soldados de sus padres, hermanos o
novias y amigos. Algunos de ellos decían: "Para Ramón, de la 2ª Sección
de Tiradores. ¿Qué tal te encuentras? Pórtate bien y cuídate. Todos
estamos bien y esperamos verte pronto, y nos acordamos mucho de ti". En
el mencionado programa también se incluían unos minutos de humor a cargo
de los célebres humoristas Tip y Top, que tantos triunfos cosecharon a
lo largo de su vida. El éxito fue tal que las llamadas de los oyentes
llegaban a colapsar la centralita, unos para mensajes y otros que
ofrecían donativos, como botellas de vino, licores hasta cajas de puros y
champán, para que pudiesen celebrar la Nochebuena.
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