Fuente: Diario de Teruel
Esta es la narración de lo mucho que se puede hacer con 7.500 pesetas (45 euros)
Eduardo Bonelli Esppi, ingeniero agrónomo, natural de Turín, vino a
España tras enviudar muy joven y con tres hijos. Casado en segundas
nupcias con Isabel Hernando, adoptó la nacionalidad española y se
estableció en Zaragoza. Allí nacería en 1855 el protagonista de nuestra
historia: Emilio Bonelli Hernando. Tras fallecer su mujer, Eduardo y sus
hijos iniciaron un viaje que los llevó a Marsella, Argel, Túnez y
Tánger. Este periplo le sirvió al pequeño Emilio para aprender, además
del español, el italiano, el francés y el árabe. En 1869, con apenas 14
años, su padre falleció por el cólera y Emilio tuvo que buscarse la
vida. Gracias a los diversos idiomas que manejaba, consiguió trabajo
como traductor en el Consulado de España en Rabat con un suelo de 50
pesetas al mes.
Mapa del Sáhara occidental.
A los 20 años fue llamado a filas y decidió ingresar en
la Academia de Infantería de Toledo que pudo costearse con traducciones y
con la ayuda de sus compañeros. En 1878 se graduó como alférez y fue
destinado al Regimiento de la Princesa nº 4 con sede en Madrid. Además
de sus obligaciones castrenses, también tuvo tiempo para poner en orden
las cuentas del Ayuntamiento de Madrid, por lo que recibió una
compensación de 3.000 ptas. Pidió una excedencia y empleó el dinero en
viajar por Marruecos: Tánger, Rabat, la cuenca del río Sebú, Garb, Fez y
Mequinez (Meknes).
A su regreso en 1882, dio una conferencia en
la Sociedad Geográfica de Madrid sobre su viaje, en la que se podía
vislumbrar su apuesta por la colonización de Marruecos. Aprovechando que
varios pesqueros canarios habían sido atacados cerca de la costa
marroquí, presentó un proyecto al Ministro de la Guerra, Genaro Quesada
Mathews, para ocupar la costa -que en aquellos momentos estaba fuera del
alcance del sultán de Marruecos- y proteger a los pescadores, pero su
propuesta fue rechazada por el ministro. Como buen maño –tozudos,
cabezones y gritones– no se dio por vencido y se dirigió al palacio de
Buenavista para exponer su idea directamente al Presidente del Consejo
de Ministros Cánovas del Castillo –¡con un par!- . Éste, se mostró
encantado con la propuesta y para no tener problemas con el resto de su
gabinete, ni menoscabar la autoridad de Genaro Quesada, decidió
financiar la aventura con 7.500 pesetas de los fondos reservados de la
época (a disposición del Presidente y sin necesidad de justificación).
Retrato de Emilio Bonelli.
En 1884, Emilio Bonelli partió hacia Tenerife “en solitario y
provisto sólo de chilaba, babuchas, morral, una tetera y una pipa de
kifi”. Allí, como hombre de negocios, alquiló el velero Ceres y partió
hacia la zona con grupo de exploradores españoles. El 4 de noviembre,
sin ningún apoyo militar, el grupo desembarcó en la costa, construyeron
una caseta e izaron la bandera española en lo que luego sería Villa
Cisneros, la capital. Durante casi dos meses, Emilio y su grupo izaron
la bandera en varios puntos más, como Puerto Badía o Puerto Gatell.
Además, utilizando su perfecto conocimiento del árabe, estableció varios
tratados con las tribus de la zona tomando posesión de un territorio
comprendido entre Cabo Bojador al norte y Cabo Blanco al sur. Por una
vez en la historia de España se actuó con rapidez y, aprovechando la
Conferencia de Berlín, celebrada entre el 15 de noviembre de 1884 y el
26 de febrero de 1885, en la que se planteaba la expansión colonial en
África –“el reparto literal de África”-, se puso en conocimiento de las
potencias coloniales los hechos consumados y se presentó la Declaración
de Protectorado Español del Sahara Occidental con las limitaciones
establecidas al norte y sur por los cabos y hacia el interior del
continente hasta encontrar otra potencia colonial.
Sin un solo
tiro y con 7.500 pesetas, que sirvieron para costear el viaje y comprar
alguna que otra voluntad, España se hacía con el Sahara Occidental.
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