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Mi 'mili' en Sidi Ifni Imprimir E-Mail
Colaboraciones - José Morales Lavería
Escrito por José Morales Lavería   
domingo, 30 de julio de 2023
Índice del Artículo
Mi 'mili' en Sidi Ifni
Charla: "La breve guerra de Sidi Ifni"
El puerto de Sidi Ifni
El regreso a casa
El recuento de las bombas de mano
La vergonzosa entrega a Marruecos
De Edchera a la 'Marcha Verde'
Sidi Ifni hoy
Artículo de 2007 en Minuto Digital

Al terminar la guerra de Sidi Ifni (1957-1958), las tropas españolas de reemplazo del SMO –Servicio Militar Obligatorio– todavía eran enviadas a los territorios africanos de Ifni y Sahara para vigilancia y protección de los territorios españoles

Aunque la guerra había terminado, las escaramuzas y los disparos furtivos aún formaban parte de la vida cotidiana y las alarmas de un posible ataque mantenían en vigilia toda la noche a los españoles o les levantaban de la cama antes de que les diera tiempo a dormirse.

En condiciones bastantes precarias, los soldados españoles resistían la presión a que estaban sometidos diariamente y rechazaban con una valentía y resolución dignas de admiración los esporádicos pero contundentes ataques de los moros.

Reclutas en instrucción (soy el 6º por la izquierda).
Reclutas en instrucción (soy el 6º por la izquierda).

Situado entre el sur de Marruecos y el norte del Sahara, contrariamente a lo que pudiera creerse, Sidi Ifni no forma parte del desierto sino del anti-Atlas. Es un terreno montañoso y pedregoso con la vegetación propia del monte bajo africano, es decir, rastrojos, cactus y otras plantas de pinchos que favorecían la emboscada a quienes fueran capaces de estar cuerpo a tierra sobre las piedras y los escorpiones negros que cobijaban.

Mapa del África Occidental hasta 1956, año de la creación del Reino de Marruecos.
Mapa del África Occidental hasta 1956, año de la creación del Reino de Marruecos.

Aunque el territorio español era más extenso, el ataque por sorpresa de las “bandas incontroladas” obligó al repliegue de la guarnición española prácticamente hasta el primer cinturón de montañas que rodeaba el campo de aviación, los cuarteles que lo flanqueaban y el pueblo. Estos primeros ataques eliminaron a las patrullas y pequeños destacamentos españoles diseminados por el territorio y dejó a los moros el control de la red de carreteras –pistas de tierra– que se internaban en el mismo.

No obstante, a 16 kilómetros de las líneas españolas, en el corazón del paisaje ya dominado por los moros, quedó aislado el monte más alto del territorio, donde un destacamento español había resistido heroicamente todo el conflicto. Inicialmente suministrado por paracaídas, más tarde quedó enlazado por un convoy fuertemente protegido que se abría paso hasta allí todas las semanas.

Este convoy era el que yo protegía con mi escuadra de fusil ametrallador, desde un vehículo, además de la protección que ofrecía la legión apostada a ambos lados de la carretera.

Si bien la guerra había terminado a principios de 1960, durante mi reemplazo –1961– el territorio permanecía en situación de “Frente estabilizado” lo cual significaba que cada uno mantenía sus posiciones pero que aquello seguía siendo un frente donde ocasionalmente se intercambiaban disparos.

En esa situación, introducir en territorio enemigo un convoy para aprovisionar nuestra posición de Buyarifen era un deporte de riesgo que cualquier día podía terminar en escaramuza o tragedia.

Para ello, al amanecer del día señalado, de las líneas españolas salían los zapadores de la Compañía de Ingenieros provistos de detectores de minas y caminaban rastreando la carretera y unos cien metros a cada lado. Inmediatamente la legión iba desplegando posiciones a ambos lados. Morteros, ametralladoras y fusileros iban jalonando cada tramo del camino con la orden de camuflarse y no dejarse ver ni por el convoy. Cualquier legionario que fuera visto quedaba arrestado. Eso decían.

El territorio de Ifni, antes y después de la guerra.
El territorio de Ifni, antes y después de la guerra.

Así hasta llegar a la posición, cuyo enlace se comunicaba por radio al convoy que esperaba luz verde para iniciar su marcha a toda velocidad.

La misión de la escuadra a mi mando era ir los últimos y quedarse ofreciendo protección puntual a cualquier vehículo que pudiera averiarse a mitad de camino, hasta el regreso del convoy, en que sería remolcado.

Por el camino, siempre ofrecíamos el mismo repertorio: Cortes de manga e insultos a los moros que desde sus posiciones o desde la azotea de alguna cabila nos observaban. De algunos de ellos se pasaba tan cerca que podías oler el humo de sus porros de “griffa”.

Nunca hubo intercambio de disparos durante un convoy, aunque no faltaron malos tragos cuando hubo que atrincherarse con algún vehículo averiado. Esto sucedió dos veces en los diez meses que tuve esa misión.

La posición del Pico de Buyarifen permanecía como observatorio avanzado y sus instalaciones subterráneas y organización táctica eran ejemplares y perfectamente adaptadas a la situación de riesgo en que se encontraba.

El convoy llevaba provisiones, agua, el correo y cuanto pudiera necesitarse, además de los relevos de la tropa y evacuación de heridos o enfermos. El cura decía misa y vuelta a casa. El repliegue se hacía en vehículos y así hasta la semana que viene.

Pero además de este cometido, tuve otros destinos:

  • Turno de noche en la panadería, 15.000 panecillos diarios.
  • Cartero de la Compañía. Permiso para ir a todas partes de Diana a Retreta.
  • Enlace de Estado Mayor. Recoger el Santo y Seña de Capitanía todas las tardes y, de forma secreta, un papelito doblado y precintado, que me metía dentro del calcetín, para llevarlo al Jefe de Servicio y darlo a conocer a todos los puestos de centinelas.
  • Responsable de la escolta de dos compañeros sujetos a Consejo de Guerra por homosexuales. Se trató de una representación de broma que se quiso escarmentar como aviso a posibles relaciones más serias.
  • Escolta de los nuevos reclutas del siguiente reemplazo, para lo cual me desplacé a Cádiz.
  • Instructor de los reclutas durante sus tres meses de instrucción, haciéndome cargo del pelotón de los torpes.
  • Responsable del traslado de prisioneros −españoles condenados− a la prisión militar del Castillo de Santa Catalina en Las Palmas.

Las fotos que acompaño son un recuerdo de aquel período de mi vida y de todos aquellos jóvenes que, como yo, salieron de su casa −muchos por primera vez− para vestir un uniforme que no significaba nada para ellos pero que al poco tiempo llevaban con un orgullo que no eran capaces de disimular.

Quizás la mili no hacía hombres, pero a la vuelta no eras el mismo y, salvo excepciones, nadie se quejaba ni lamentaba de haber hecho el servicio militar obligatorio.

Hoy, desaparecida la mili, pronto no quedará ni el recuerdo. Tal como sucedió con aquellos que murieron en Sidi Ifni o simplemente hicieron la mili en un territorio que fue regalado más tarde a Marruecos sin que tuviera valor alguno el precio pagado por tantos civiles ejerciendo de soldados que pasaron por allí. Algunos para no volver. Este es mi homenaje.

Hubo momentos de auténtico riesgo: imprudencias en los polvorines donde hacía guardias. Bombas de mano sin seguro y muchos otros momentos sin consecuencias pero que reunían todas las condiciones para que hubiera pasado algo. De todo ello no existen fotos y las que conservo son las que envié a casa, es decir, intrascendentes y trasmitiendo normalidad. Algunos pies de fotos son los comentaros originales escritos al dorso en su día. Los malos ratos, callados, pero no olvidados.

Fotos

Llegada y desembarco en lanchas y camiones anfibios.
Llegada y desembarco en lanchas y camiones anfibios.

Más que Jura de Bandera aquello fue una Jura de Bigotes. ¿Has visto qué formalito?
Más que Jura de Bandera aquello fue una Jura de Bigotes. ¿Has visto qué formalito?

El Gobernador Militar revistando las tropas. Nosotros estamos donde los banderines. Al fondo el cuartel de la Legión.
El Gobernador Militar revistando las tropas. Nosotros estamos donde los banderines. Al fondo el cuartel de la Legión.

Desfilando delante de la tribuna el día de la Jura.
Desfilando delante de la tribuna el día de la Jura.

  De regreso del desfile. Aquí no he salido mal ¿Eh?
De regreso del desfile. Aquí no he salido mal ¿Eh?

Reunión de Carteros. Un muestrario de cada Unidad.
Reunión de Carteros. Un muestrario de cada Unidad.

Con la caballería.
Con la caballería.

Aquí todavía no había roto un plato... Uno de mis diversos destinos: cartero.
Aquí todavía no había roto un plato... Uno de mis diversos destinos: cartero.

 Instructor de reclutas. Detrás el campamento.
Instructor de reclutas. Detrás el campamento.

 Los instructores de fiesta.
Los instructores de fiesta.

Esto no es el desierto. Jugar al escondite sin levantar el trasero o encontrase con escorpiones es imposible. Pero nosotros nos divertimos un rato y en realidad buscaba grillos. Con tanta piedra, para ir campo a través hay que usar los todo-terreno. Aquí las emboscadas son fáciles.
Esto no es el desierto. Jugar al escondite sin levantar el trasero o encontrase con escorpiones es imposible. Pero nosotros nos divertimos un rato y en realidad buscaba grillos. Con tanta piedra, para ir campo a través hay que usar los todo-terreno. Aquí las emboscadas son fáciles.

Patrullando en un todo-terreno.
Patrullando en un todo-terreno.

El día de la Patrona. La imagen podía ser del día de Navidad. La trompa fue la misma. Los reclutas se empeñaron en pasearnos a hombros.
El día de la Patrona. La imagen podía ser del día de Navidad. La trompa fue la misma. Los reclutas se empeñaron en pasearnos a hombros.

  Los instructores con nuestros pelotones.
Los instructores con nuestros pelotones.

 

En el puerto –la playa– esperando mercancías.
En el puerto –la playa– esperando mercancías.

 Los famosos cazas
Los famosos cazas "T-6/Texan" nos daban pasadas cuando volvían de sus misiones. Arriba a la derecha, nuestro campamento. Al fondo el faro.

Desembarco por la playa. El mal tiempo obligaba a los barcos a marcharse.
Desembarco por la playa. El mal tiempo obligaba a los barcos a marcharse.

Los camiones anfibios desembarcaban las mercancías y el personal.
Los camiones anfibios desembarcaban las mercancías y el personal.

Los mulos en Ifni.
Los mulos en Ifni.

Así era la artillería de montaña desplegada en el territorio de Ifni. Tardaban menos de dos minutos en descargar, acoplar las piezas y estar listos para el primer disparo.  En los desfiles llevaban el paso. El artillero que lo llevaba del ronzal le ponía la zancadilla, el mulo daba un traspiés y cogía el paso.
Así era la artillería de montaña desplegada en el territorio de Ifni.
Tardaban menos de dos minutos en descargar, acoplar las piezas y estar listos para el primer disparo.
En los desfiles llevaban el paso. El artillero que lo llevaba del ronzal le ponía la zancadilla, el mulo daba un traspiés y cogía el paso.

Allí estrenamos el famoso fusil CETME.
Allí estrenamos el famoso fusil CETME.

Una de las posiciones.
Una de las posiciones.
 



 
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