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Sidi Ifni hoy
La Plaza de España (hoy de Hasan II) descuidada, su fuente, sus jardines y sus árboles. La estatua del Coronel Capaz la han decapitado y el resto del monolito sigue en pie cumpliendo su función. La lápida con la lista de soldados españoles que allí murieron fue sustituida por el listado de nativos. La Iglesia, eliminada la Cruz, es hoy un edificio administrativo descuidado. El edificio de Pagaduría –Servicios Financieros– cerrado y abandonado, con las ventanas tapiadas, queda, eso sí, en su frente el Escudo de España. El aeropuerto abandonado. El antiguo zoco destartalado es hoy un mercado en el que venden los pescados que acaban de traer de la mar, nada comparable con el abigarrado comercio que allí había y en donde todos comprábamos recuerdos para traer el día que nos licenciaran.
El edificio de Pagaduría, abandonado...
Pero el escudo permanece…
En Sidi Ifni no había riqueza alguna, pero el gobierno español asfaltó calles, levantó y pintó casas, construyó un extraño e ingenioso puerto a golpe de millones (puerto que los marroquíes abandonarían enseguida). Sidi Ifni floreció como nunca: los militares todavía salían a caballo a cazar gacelas, cobraban su salario hasta multiplicado por tres, paseaban con uniformes blancos, se casaban con gran boato, multiplicaban las fiestas, las partidas de póquer... Y los pocos civiles que completaban la población española vivían como en una película. Mientras, seguía siendo muy dura la vida en la península.
El escudo y el cuartel de La Legión.
El escudo hoy.
A su lado, unos 8.000 baamaranis (los nativos del territorio de Ifni, que conforman la confederación de siete tribus llamada Ait Baamaran), más otra gente de Marruecos, tenían hospital, escuelas, beneficios de todo tipo. También muchos de ellos lloraron, especialmente los áscaris, los antiguos soldados de nuestro ejército, cuando España se retiró y entregó el territorio a Marruecos. En realidad, se sabe que unos 8.000 chavales de esas ásperas montañas habían sido reclutados para luchar en la guerra civil. Licenciados, seguían cobrando sus pensiones. Todavía ahora muchas familias –cada vez menos– viven del dinero que un militar les lleva desde Las Palmas cada dos meses.
La Comandancia de Marina.
La Comandancia de Marina actualmente.
La que fue hermosa ciudad colonial conserva todavía muchos recuerdos de la presencia española y no han sido eliminados aún todos los rótulos de calles y negocios. Mucha gente siente nostalgia de aquella riqueza y mantiene con cierto entusiasmo el idioma que aprendieron. Claro: el Hotel España ahora se llama Belle Vue, el Cine Avenida está cerrado, en la fachada del Ayuntamiento se lee Hôtel de Ville (Ayuntamiento en francés), la Iglesia de Santa Cruz, descabalgadas las campanas y tapiada la gran cruz, es sede de los juzgados; el Palacio del Gobernador sigue siéndolo, pero del Sultán (que nunca ha querido ir a ocuparlo); el aeródromo al que volaba Iberia es un campo de matorral para cabras... El primer hotelito de la ciudad de Sidi Ifni sigue llamándose Suerte Loca y por allí merodean alemanes de chamarra de cuero que fuman kif o turistas de paso asombrados por la mera existencia de una ciudad tan extraña en aquella esquina del mundo. Su antigua belleza se va marchitando día y a día, y hace unos años se sacó a subasta el fastuoso edificio de la Pagaduría, también llamado Consulado. Continúa en su fachada el escudo del águila con su yugo y sus flechas... Los baamaranis de a pie –el barbero, el carpintero, los empleados del ayuntamiento– se lamentan de que España haya olvidado la ciudad que levantó, la cultura que sembró, los recuerdos que dejó.
La lápida con los nombres de los caídos nativos situada en la Plaza de Hassan II.
En Sidi Ifni no había riqueza alguna, pero el gobierno español asfaltó calles, levantó y pintó casas, construyó un extraño e ingenioso puerto a golpe de millones (puerto que los marroquíes abandonarían enseguida). Sidi Ifni floreció como nunca: los militares todavía salían a caballo a cazar gacelas, cobraban su salario hasta multiplicado por tres, paseaban con uniformes blancos, se casaban con gran boato, multiplicaban las fiestas, las partidas de póquer... Y los pocos civiles que completaban la población española vivían como en una película. Mientras, seguía siendo muy dura la vida en la península.
El hospital.
A su lado, unos 8.000 baamaranis (los nativos del territorio de Ifni, que conforman la confederación de siete tribus llamada Ait Baamaran), más otra gente de Marruecos, tenían hospital, escuelas, beneficios de todo tipo. También muchos de ellos lloraron, especialmente los áscaris, los antiguos soldados de nuestro ejército, cuando España se retiró y entregó el territorio a Marruecos. En realidad, se sabe que unos 8.000 chavales de esas ásperas montañas habían sido reclutados para luchar en la guerra civil. Licenciados, seguían cobrando sus pensiones. Todavía ahora muchas familias –cada vez menos– viven del dinero que un militar les lleva desde Las Palmas cada dos meses.
Edificio del Gobierno General de la Provincia de Ifni.
El Ayuntamiento hoy sigue siéndolo.
Ayuntamiento y el Palacio del Gobierno a su derecha.
La que fue hermosa ciudad colonial conserva todavía muchos recuerdos de la presencia española y no han sido eliminados aún todos los rótulos de calles y negocios. Mucha gente siente nostalgia de aquella riqueza y mantiene con cierto entusiasmo el idioma que aprendieron. Claro: el Hotel España ahora se llama Belle Vue, el Cine Avenida está cerrado, en la fachada del Ayuntamiento se lee Hôtel de Ville (Ayuntamiento en francés), la Iglesia de Santa Cruz, descabalgadas las campanas y tapiada la gran cruz, es sede de los juzgados; el Palacio del Gobernador sigue siéndolo, pero del Sultán (que nunca ha querido ir a ocuparlo); el aeródromo al que volaba Iberia es un campo de matorral para cabras... El primer hotelito de la ciudad de Sidi Ifni sigue llamándose Suerte Loca y por allí merodean alemanes de chamarra de cuero que fuman kif o turistas de paso asombrados por la mera existencia de una ciudad tan extraña en aquella esquina del mundo. Su antigua belleza se va marchitando día y a día, y hace unos años se sacó a subasta el fastuoso edificio de la Pagaduría, también llamado Consulado. Continúa en su fachada el escudo del águila con su yugo y sus flechas... Los baamaranis de a pie –el barbero, el carpintero, los empleados del ayuntamiento– se lamentan de que España haya olvidado la ciudad que levantó, la cultura que sembró, los recuerdos que dejó.
El hotel "Suerte Loca" sigue abierto y no ha cambiado.
La iglesia antes…
La Iglesia ahora, sin cruces ni campanas.
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