Fuente: El Faro de Ceuta
Rafael Casas de la Vega fue uno de esos soldados de España que,
armado con su pistola y su pluma, supo reflejar en sus textos el sentido
de la Milicia y de páginas gloriosas de nuestra historia. Frente a la
desmemoria histórica, este artículo quiere poner su grano de arena en la
reivindicación de aquellos hombres de Ifni-Sáhara
Es
vergonzoso como algunos medios de comunicación manipulan a su antojo la
historia, y a los hechos me remito. En el diario El País, en sus páginas
de cultura, se publicó un artículo en el que se hacía un autobombo
sobre un libro relacionado con Ifni-Sáhara, y cuyo autor, un
historiador, desde la primera página a la última de apenas cien, no dice
otra cosa que lo que han escrito varios autores con anterioridad.
A la izquierda, el entonces capitán de
Caballería Rafael Casas de la Vega en el desierto del Sáhara junto a un
nativo saharaui y a un compañero en las prácticas de Estado Mayor.
Es triste en este caso que el fallecido general Rafael Casas de la
Vega, brillante historiador, publicó en 1985 la magnífica obra La última
guerra de África, una auténtica joya histórica que viene a explicar con
todo lujo de detalles lo que fue aquella Guerra de Ifni-Sáhara 1957/58.
Pero este silencio tiene explicación: “los valores militares no cotizan
en bolsa”.
El brillante historial de un buen soldado
Rafael Casas de la Vega nació en Aranjuez (Madrid), el 30 de abril de
1926. Hijo de un sargento de Caballería, en julio de 1936 cuando tenía
10 años vio morir a su padre, asesinado por las hordas marxistas que lo
sacaron de la casa, le pegaron cuatro tiros y lo dejaron tirado en una
cuneta. Su condición de cristiano y practicante hizo que jamás de su
boca saliese una palabra de rencor o venganza, lo único que decía es:
“dejad que los muertos descansen en paz”. Ahora que está tan de moda
exhumar a los abuelos de la pasada guerra, a todos estos de la memoria
histórica habría que recordarles lo que Teresa de Calcuta escribió: “el
sentimiento más ruin, el rencor”.
Con 18 años su gran vocación
militar le lleva a ingresar en la Academia General Militar, y el 15 de
diciembre de 1948 lucía sus dos estrellas de teniente de Caballería.
Entre sus varios destinos estuvo en el Regimiento Montesa nº 3, en la
Unidad de Instrucción de la Academia de Caballería. En 1957, siendo
capitán, ingresa en el Curso de Estado Mayor. Más tarde su siguiente
destino sería en el Estado Mayor de la División de Caballería con el
empleo de comandante. Fue profesor de Historia del Arte Militar y
también de Transmisiones de la Academia de Caballería hasta su ascenso a
teniente coronel, siendo destinado al mando del Grupo Ligero de
Caballería del III Tercio de la Legión en Fuerteventura. Al ascender a
coronel, fue destinado como jefe de Estado Mayor de la División
Acorazada Brunete nº 1.
Ascendió por el Consejo de Ministros a
General de Brigada y fue nombrado director de la Academia de Caballería
en Valladolid, donde ejerció una importante labor en la formación de
los futuros oficiales de Caballería.
El general Casas de la Vega el día que le imponen el fajín de general.
El general Casas de la Vega era una hombre tremendamente culto. De
hecho esto lo avala que tenía el ‘psee’ del idioma ruso y también del
alemán. Además, fue designado como observador para asistir a unos
ejercicios tácticos del Pacto de Varsovia en la región de Odesa en la
Unión Soviética. En febrero y marzo de 1983 fue designado también como
observador de los ejercicios tácticos ‘Winter Cemex’ de la OTAN en
Bélgica. Hay una anécdota personal de este general, donde oficiales y
jefes del ejército ruso, trataron de convencer de su presencia en la
pasada guerra en España. Con ese carácter pausado y bonachón, el general
Casa de la Vega les explicó paso a paso los múltiples errores que ellos
habían cometido en las distintas operaciones en las que intervinieron.
No en vano, era un gran historiador que buscaba la verdad en los
documentos y los testimonios.
Durante muchos años fue
colaborador de los diarios El Español, Arriba, Balance, Hermandad,
Ejército y varios más. Escribió varios libros narrando la verdadera
historia sin apasionamientos como Brunete, Teruel, Las Milicias
Nacionales, Alfambra, El Alcázar, La última guerra de África, relativo a
la Guerra de Ifni-Sáhara 1957/58, y Dejadles descansar en Paz,
referente a la tragedia del asesinato de su padre en 1936.
Obtuvo varios premios nacionales de Literatura y Periodismo en 1976, 1978 y 1984.
La obra de los combates y los archivos
Sin
lugar a duda alguna, el general Rafael Casas de la Vega, tuvo que
emplear toneladas de paciencia, constancia y un gran amor a la verdad
para dar luz a sus libros, pero en especial a la Guerra de Ifni-Sáhara, y
no soy yo el que lo afirma, ya que ahí están los testimonios de muchos
historiadores que lo citan, y en este caso la editorial de su libro La
última guerra de África que así dice: "este libro es de una gran
categoría literaria y de alto valor como documento histórico. La
abundancia de datos y la rigurosidad histórica es tratada con gran
objetividad, apoyo documental y con la precisión de un meticuloso
historiador. De ello le llevaron a ganarse el apelativo de ‘Cavador de
la Pluma’”.
El general Rafael Casas de la Vega, en su época de teniente de Caballería.
En dicha obra, a lo largo de los 28 capítulos y
568 páginas, es donde el lector y cualquier investigador podrá comprobar
el antes y después, así como el cómo y el porqué de aquélla guerra de
Ifni-Sáhara 1957/58. Las páginas de dicha obra ofrecen una lectura
amena, perfectamente documentada, y lo más importante, sin
apasionamientos, tal como el prólogo de dicho libro así dice: “dura fue
la guerra y hermosa la paz. 300 muertos y 500 heridos y los
desaparecidos fue el precio de sangre pagado. Pero el pueblo español,
gracias al sacrificio, pudo pescar en paz en el Banco Pesquero
Sahariano, las Islas Canarias vivieron una larga época de esplendor y el
nombre de España fue respetado. Este libro quiere ser fiel y respetuoso
de aquellos tres meses de áspera contienda”.
El general Casas de la Vega en dicha obra desgrana página a página
todas y cada una de las operaciones como Diana, Gento o Netol, y todo
ello, aportando toda la documentación, incluso las conversaciones con
los franceses, en Dakar y Villa Cisneros. A partir de dichas reuniones
sería cuando se llegaba a los últimos combates y a la victoria final de
aquella campaña, fruto de los acuerdos del general-gobernador de Ifni
Mariano Gómez-Zamalloa y del general gobernador del África Occidental
Francesa, Charles Bourgound.
Dios quiso que conociese a José
María Casas Santero, hijo de este general, el cual es un auténtico
caballero como su padre, al dedicarle una necrológica en un diario de
las Islas Canarias, La Provincia. Obligación mía de rendir un homenaje a
un amigo, y excelente soldado, le solicité fotocopias del archivo de su
padre sobre la guerra de Ifni-Sáhara. Mi sorpresa fue mayúscula cuando
lo que me llegó fue nada menos que parte del archivo de su padre sobre
esta guerra junto con una carta que decía “no tienes que sacar fotocopia
alguna. Esto es tuyo, te lo has ganado a pulso camarada”.
Allá
en el Cielo ten presente mi general que continuaré con el estilo y tu
recta línea, tal como un gran español de las letras así escribió: “el
escritor debe tomar la pluma como un instrumento sagrado que Dios puso
en sus manos para ennoblecer la vida”, Armando Palacio Valdés, literato
español.
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