Fuente: El Faro de Ceuta
En primer lugar quiero agradecer a María Luisa Carrasco Fernández el
gran detalle humano que, sin conocerme, cuando le pedí si podía
facilitarme datos de su padre, el teniente Enrique Carrasco Lanzos, me
envió dos voluminosos libros con todo el historial. Es el fiel espejo de
su padre, bondad y buen corazón.
Este gesto de María es
propio de la grandeza humana. Por ello, esta clase de personas llevan lo
que tan magistralmente dijo Cristina de Suecia: “la grandeza y el amor
son como los perfumes; los que los llevan apenas los sienten”.
Mitad monje, mitad soldado
Enrique siendo muy
joven practicaba los valores humanos como el amor al prójimo. Uno de
esos días lluviosos, iba con su motocicleta hacia su casa, cuando en la
carretera vio un joven que le hacía señas, paró y dicho joven le dijo si
le podía llevar hasta la estación del tren de Alcalá de Henares, ya que
deseaba ir a Barcelona. Estaba lloviendo y aquel joven en mangas de
camisa iba empapado de los pies hasta la cabeza. Sin dudarlo, Enrique se
quitó la chaqueta y se la dio. Cuando llegaron a la estación dicho
joven le dijo que no tenía dinero, a lo que Enrique sacó su cartera y le
pagó el billete. Cuando llegó a su casa, al verlo su madre le dijo:
“¡hijo mío! ¿Cómo vienes sin chaqueta y todo mojado?”. Enrique le dijo
que se había encontrado un muchacho en la carretera en mangas de camisa,
todo mojado, y que iba a la estación a coger el tren para Barcelona, y
que no podía permitir que estuviese todo empapado. Este fue uno de los
muchos gestos de humanidad de Enrique Carrasco Lanzos, mitad monje,
mitad soldado.
Enrique Carrasco Lanzos, siguió la tradición militar de la familia, ya
que su padre era Manuel Carrasco Verde, general subsecretario del
Ejército. Enrique ingresó en la Academia General Militar, componente de
la VII Promoción, y no por recomendación de su padre, al contrario,
porque aprobó todas las pruebas de ingreso en dicha academia.
Un grupo de oficiales, compañeros del teniente Enrique Carrasco, en el
mismo lugar (Alat Ida Ususgun) donde cayó muerto en un combate el
teniente. Cedida por el coronel Pablo Cayuela.
Tras recibir el despacho de teniente, que le fue entregado en la
Academia General Militar de manos de su padre, solicitó el destino en el
grupo de Regulares de Infantería Tetuán Nº1, cuyo acuartelamiento
estaba en la ciudad de Tetuán, destino que aparecía publicado en el
Diario Oficial del Ejército Nº 108.
Sus primeros estudios los
realizó en el Colegio Areneros del (ICAI), y tras su muerte en acción de
guerra, glosaba en una publicación un artículo, Forja de Héroes, u
otros como Otros Héroes de España en los que decían: “Enrique Carrasco,
héroe de nuestros ejércitos”.
Una muerte ejemplar honra toda una vida
Creo
que la anterior cita es de un brillante intelectual que era ‘Petrarca’.
La muerte del teniente Enrique Carrasco Lanzos fue a todas luces no
solo heroica, también ejemplar. Enrique Carrasco Lanzos estaba
acantonado en la posición de Alat ida Ususgun, al mando de una sección
de paracaidistas, y fue en la noche del 4 de febrero de 1958, una noche
de un siroco que impedía la visibilidad a menos de tres metros cuando el
teniente Enrique Carrasco fue a comprobar la situación de los escuchas y
en ese momento los moros rebeldes, que estaban al acecho, abrieron
fuego y los disparos le alcanzaron en costado y el pecho, muriendo en el
acto.
Teniente de Infantería paracaidista, Enrique Carrasco Lanzos. Su semblante destaca una buena persona.
El gesto de este teniente fue de esos mandos que no
ordenan a los demás que vayan, sino por el contrario, vamos, pero
siempre delante.
Repeliendo la agresión, también encontró la muerte el paracaidista
Antonio Fontán Mateos, de la sección del teniente Enrique Carrasco. La
sección pudo, inmediatamente, repeler la agresión que causó la muerte de
este teniente, junto con varios muertos del enemigo y la huida del
resto. La muerte de Enrique Carrasco causó a sus paracaidistas una gran
pena y muchas lágrimas, ya que era muy querido. El cariño de sus
paracaidistas a su teniente viene de lo que él practicaba: “cuanto más
grandes somos en humildad, tanto más cerca estamos de la grandezas”, R.
Tagore.
Algunos farsantes de la historia, y en especial los
que escriben sobre la Guerra de Ifni, se han atrevido a poner en
entredicho que hijos de generales estaban en destino de oficinas para no
exponerlos en primera línea de fuego, pero hay un enemigo de estos
farsantes y es la verdad. Concretamente, el entonces teniente Agustín
Muñoz Grandes, cuyo padre era el ministro del Ejército, estaba destinado
en la VI Bandera de La Legión. Mi gran amigo y compañero, José Galán
Flores, que era Cabo 1º del Batallón Argel 27, estando en las posiciones
veía a este teniente al mando de una sección camino de las posiciones
de primera línea de fuego. Y sin ir más lejos, el padre del teniente
Enrique Carrasco Lanzos era general subsecretario del Ejército, y estaba
al mando de una sección, en primera línea de fuego, donde encontró su
muerte.
Hay un hecho de la grandeza de este general, padre del
teniente Enrique Carrasco, ya que días después de su muerte le
comunicaron lo siguiente: “vamos a proponer a su hijo para la Medalla
Militar Individual”. La respuesta de este general fue: “si es por sus
méritos sí. Si es por ser hijo de quien es, no”. Y, efectivamente no se
le concedió. A su muerte glosaron el heroísmo y las virtudes de este
teniente diarios como El Faro de Vigo, ABC, El Ideal Gallego y algunas
revistas.
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