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Los prisioneros españoles de la ocultada Guerra de Ifni Imprimir E-Mail
Colaboraciones - Manuel Jorques Ortiz
martes, 06 de octubre de 2009
Índice del Artículo
Los prisioneros españoles de la ocultada Guerra de Ifni
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Permanecerían en esa isla cerca de un mes. Continúa con su narración:

“De la noche a la mañana, un sargento vino con una lista de 90 nombres en la que yo estaba incluido y nos dijeron que íbamos “VOLUNTARIOS” al Grupo de Policía de Ifni no. 1, por pertenecer a dicho reemplazo. Pero la razón verdadera de haber ido a Marruecos fue por la quinta que nos tocó. A la mañana siguiente nos metieron en una corbeta y después de ocho horas de viaje, desembarcamos en la región de Ifni (África Occidental), en plena mar, con el agua hasta el pecho, porque no había puerto. De ahí nos llevaron al cuartel de la Bandera Paracaidista de la ciudad de Sidi-Ifni (Ifni) e hicimos la instrucción durante un mes. Por cierto, me gustaría desde aquí agradecer al Cabo Tuero, asturiano, paracaidista, porque en la instrucción era muy duro y todos le odiábamos por ello, pero nos sirvió de mucho en el combate y en todas las penalidades que íbamos a tener que soportar. Sin embargo de otro instructor llamado Félix, individuo de baja estatura física y moral, no aprendió otra cosas que a recibir golpes: Les hacía agacharse para poder pegarles mejor”. 

En el Campamento de reclutas.
En el Campamento de reclutas.

Continua con su relato del tiempo pasado en el Campamento ubicado dentro del cuartel de los Paracaidistas y con instructores de dicho Cuerpo, con espíritu legionario, a ellos que no eran profesionales, ni tan siquiera voluntarios como les dijeron al encuadrarlos en el Grupo de Policía Indígena: “Nos formaron para la guerra y no para la paz de las guarniciones peninsulares porque en Ifni, sin que trascendiera a la opinión pública española, ya hacía un tiempo en que el conflicto bélico se veía venir. Supimos que existían actos de terrorismo, asesinatos, deserciones de nativos y tantas y tantas cosas de las que éramos ignorantes. Sin esa dura instrucción al estilo legionario no hubiéramos podido resistir lo que se nos avecinaba”. “De los horrores que nos iba a tocar vivir ya tuvimos una buena muestra cuando, estando todavía en el Campamento, un avión cargado de paracaidistas, soldados con los que seguramente nos habríamos cruzado en la cantina, se estrelló poco después de despegar en misión de entrenamiento, muriendo quemados casi todos ellos”.

Alfonso sigue contando que el primer día que llegaron ametrallaron todo el campamento. “El campamento se componía de tiendas de campaña en las que entraban seis personas. Al oír el ataque, los que llegábamos nuevos nos metimos debajo del poyete de piedra de la tienda de campaña, pasando mucho miedo y sin saber lo que nos iba a deparar más adelante nuestro supuesto voluntariado. En este campamento, conocí a un cabo furriel de Estella y al enterarse de que yo era también navarro y que vivía cerca de dónde él vivía, me alimentaba muy bien dándome bocadillos”. 

Estuvieron en el campamento durante un par de meses y después de ese tiempo, una vez jurada bandera, los noventa que llegaron a Sidi-Ifni como policías fueron separados. “A unos cuantos nos destinaron a Tagragra. A nosotros, los policías de Ifni, nos tocaba coger a los moros para hacerlos presos y llevarles a Canarias. Lo malo de todo esto” cuenta Alfonso con una mueca, “es que dichos moros, después de alrededor tres meses, volvían de nuevo mucho más gordos de lo que habían ido. Digo esto porque conocía a algunos y nos venían a saludar y dar la mano tras su vuelta”. 

La misión de estos policías era coger a los moros de la cabila a media noche (se puede definir como una casa en la cual hay un gran grupo de gente dónde la mayor parte de ellos tienen un descendiente común). “Algunos nos abrían la puerta pero otros no, con lo cual teníamos que saltar la tapia y entrábamos a cogerlos. Algunas veces pasábamos miedo por los pequeños tiroteos que se producían. Los atentados empezaron a partir del mes de Mayo de 1957. Los que estábamos en los puestos interiores éramos acosados continuamente.” “Recuerdo un día en que nos llevaron a un cruce de caminos para intentar interceptar a un grupo de paracaidistas que habían desertado. No pasaron por allí y volvieron a su cuartel sin saber muy bien donde habían estado ni cuál era su misión concreta ya que los desertores iban armados”. 



 
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