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Las Posiciones defensivas
Botiquín y puesto de mando en el Buyarifen.
Nada más jurar bandera a los cuatro soldados médicos
que habíamos llegado con la quinta nos fueron dando destinos de acorde
con nuestra profesión –aunque sin soltar el fusil-, rotando por las
diversas posiciones defensivas entre las que hay que destacar la del
monte Buyarifen que es en la que pasé más tiempo seguido aunque me ganó
Paco Susarte que me parece tiene el record. Él –en sus memorias- lo
tilda de “remanso de paz”, aunque para mí no lo fue tanto, ya que tuve
que enfrentarme a dos sucesos durante mis estancias en tal puesto.
El dos de Julio de 1.961 subí por primera vez al Buyarifen con el
convoy de abastecimiento y la orden de relevar a Paco Susarte que
llevaba unos días allí. Permanecí hasta el día treinta.
En la “barra” de la cantina del Buyarifen.
La guarnición era la 3ª Compañía del I Tabor en la
que estaba destinado un cabo 1ª, chaval de Jaén, que además de estar
“asirocao” –como denominábamos a los flojos de mollera- era un
empedernido lector de novelas del Oeste. El otro personaje del suceso
fue el soldado que hacía funciones de cantinero, de origen aragonés,
muy simpático y servicial, que hasta nos “fiaba” y no ponía objeciones
a tomar una copa con el soldado de turno. Ambos parecía que se llevaban
bien hasta que un día, el 29 de Julio de 1.961, sobre la hora de la
siesta, sonó un tiro en la zona de la cocina-cantina que estaba entre
los dos subelementos que conformaban la posición, e inmediatamente me
avisaron. Cuando llegué encontré al cantinero tendido, sangrando, con
orificio de entrada en la zona abdominal y salida por zona lumbo-renal
e inconsciente. Le dije al teniente que solicitara un convoy urgente
para evacuarle y yo con los escasos medios que tenía a mano, intente
hacer un taponamiento y reanimarle -¡creo recordar que con Coramina!-
para ver si recuperaba la conciencia y nos daba algún dato. Solo
recuerdo que dijo: “Ha sido Pedro”.
Subió a la posición a recoger el herido una
ambulancia y Paco Susarte como médico. Lo dirigía el mismísimo Coronel
Enríquez, Jefe del Grupo de Tiradores, que con su propensión a utilizar
la fusta que siempre llevaba consigo, comenzó a golpear al autor del
disparo a la vez que le profería insultos y otras expresiones como
“desgraciado, vas a ser la ruina de mi Carrera”.
Poco se tardó en evacuar al herido retornando el
convoy a nuestro acuartelamiento. Susarte ya tiene explicado que el
pobre cantinero murió en el camino por lo que directamente lo llevaron
al depósito de cadáveres.
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