Ifni, Navidad de 1957... malos recuerdos
Soy un veterano Tirador de Ifni y recuerdo el día que aparecieron en la montaña, en aquella primera línea que se había establecido, eran chavales como nosotros, reclutas llegados de la península a reforzarnos, nosotros ya curtidos en fuego enemigo, llenos de miseria, sucios. El aspecto no debía ser muy alentador y así se reflejaba en los rostros de aquellos al vernos.
Era Navidad, los moros esos días nos dejaron tranquilos, seguramente por respeto a la religión.
Venían a reforzarnos y lo hicieron, reclutas de reemplazo prácticamente de sus casas a primera línea (un crimen de estado). Ocuparon el flanco derecho, un montículo enfrente del cual
había otro y en lo alto (como siempre) algún que otro moro que por su situación estratégica era difícil el tomar la cota. Dos días después de la llegada de aquellos reclutas, yo estaba de guardia en un montículo de donde se divisaba toda la vaguada y vi, recién llegados, como aquellos chavales sin ninguna experiencia subían la ladera con fuego enemigo, vi como caían muertos o heridos hasta conseguir la cota. ¡Lo que nos costó cada cota!
Ha pasado mucho tiempo y ha quedado en el olvido el
regimiento al que pertenecían, pero han quedado en mi mente aquellos
chavales como yo, llegados a primera línea vestidos casi de "domingo" y
que también como yo, unos días después con la rapidez que da la guerra,
por la supervivencia habrán aprendido a sobrevivir, matando para no
serlo uno mismo, habrán aprendido a casi no comer, ni beber,
a poco dormir, en el suelo teniendo como almohada la mochila con ocho
bombas de mano (las reglamentarias) y a convivir amigablemente con los
piojos y las pulgas.
La Guerra de Ifni fue la
mayor "chapuza" del Régimen… Son solo recuerdos.
Recuerdos
Era sobre la primera semana de diciembre de 1957.
Estábamos en la montaña desde el primer día del conflicto, ya se había
establecido una primera línea "provisional" y aunque todo era muy duro,
parecía que había una cierta relajación en lo de combatir. Seguían esas
guardias de dos horas, (dormir 2 horas, guardia 2 horas)
que cuando te tocaba sustituir a los centinelas avanzados a 50 m.
fuera de primera línea, se tenía que hacer con cierta cautela, porque el
agotamiento hacia que alguno, aun con el miedo ante aquella peligrosa
soledad, se quedase dormido con el dedo en el gatillo y cuado llegabas
sigiloso al relevo, en su despertar sobresaltado, disparaba un tiro que
tenias que evitar.
Éramos pocos para cubrir mucha
línea. Por ese tiempo, vino una bandera de la Legión que vimos con
alegría desde la montaña como entraban, con ese marcial paso de
legionario, hasta el acuartelamiento de Tiradores. El hecho nos subió
la moral. Posteriormente nos dimos cuenta que la mayoría eran
reclutas. (Seguramente por la urgencia de mandar tropa de refuerzo).
Era…sobre la primera semana de diciembre. Se nos acerco
el sargento (la 23 compañía del IV Tabor de Tiradores, el sargento
creo recodar que se llamaba Otero) pidiendo voluntarios para bajar al
pueblo y aunque uno sabia aquello de "voluntario ni a una paella" el
salir, aunque fuese un rato de aquella horrorosa posición, me hizo dar
el paso al frente. Sin saberlo, se estaba organizando la operación Netol
para liberar el puesto avanzado de T´Zelata. Nos bajaron en un camión
hasta las caballerizas, allí nos asignaron un mulo a cada uno cargado
con armamento pesado al que había de subir al puesto de mando en la
montaña.
Yo sabía que existían los mulos, pero nunca había visto uno de cerca, menos aun hacerme cargo de él y conducirlo hasta el puesto de mando. Mejor me hubiera quedado pues aquello para mí fue muy "jodido".
Se habló que algunos se dieron un tiro en un dedo del pie para salir de allí (por el número, hizo sospechar al mando militar que investigaron) y que al tal sargento Otero, lo mato un centinela al no dar el santo y seña.
Salimos al día siguiente muy de mañana, nos dieron la guarnición completa, una cantimplora de agua, una lata de sardinas, otra de carne, unos botines de tela con suela de esparto, la guarnición completa eran 20 o 25 Kg a la espalda y adelante. Nos dijeron que íbamos a liberar a nuestros compañeros sitiados. Se formo una columna de rescate importante, no recuerdo cuántos y quienes, pero si que venía el comandante cura de Tiradores y cuando nos disparaban los moros y la columna se resguardaba, él quedaba alguna vez de pie gritando "¡Cerdos!...¡Cabrones!"
La resistencia del cuerpo humano es, en muchos casos, desconocida y también los cambios de mentalidad ante el llamado espíritu de supervivencia, donde uno mata hasta con rabia y un cierto contento de no haber sido él.
Los 20 kg cargados a la espalda se convirtieron a la primera hora de marcha en una carga insoportable, pero ocurría que cuando sonaban los "pacos" (se decía así por el sonido del disparo, "PAM" cuando te disparaban y "CUM" cuando pasaba por encima de la cabeza. Las balas peores eran las rebotadas que sonaban como "abejorros" y hacían mucho destrozo) desaparecía el cansancio y con gran agilidad se buscaba uno un sitio para atrincherarse hasta que se limpiaba la zona por la compañía de vanguardia o retaguardia.
Recuerdo algo que, dentro de mi propia batalla por eliminar de mi mente aquel pasado por higiene mental, no conseguí borrarlo. Es algo que, aun hoy, conservo aquella visión.
Fue en camino a T´Zelata, una sección de mi compañía tenía que eliminar un emboscado, que en una cueva ya había herido mortalmente a uno de los nuestros y tenía a toda la columna parada. Un pelotón (en el que iba yo) consiguió acercarse por un lateral y tiramos al interior de aquella cueva bombas de mano (calculamos 9 bombas de mano). Cuando entramos la visión fue dantesca, pero lo que mas perdura en mi mente, es que había un macuto con un pan salpicado de sangre, nos lo repartimos entre los tres que entramos y lo comimos sin limpiar y con avaricia, para que no nos vieran los demás. No recuerdo bien si esto ocurrió al ir o al volver, pero sí que llevábamos casi dos días sin comer, que estábamos hambrientos, agotados, embrutecidos.
Nunca he encontrado la respuesta, otra, de que el individuo debe sufrir en ciertos momentos y en situaciones determinadas una cierta metamorfosis, contribuyendo a ello, supongo, elementos como la adrenalina y las hemorfinas del propio organismo, ya que uno tiempo después no se reconoce.
Adolfo Cano Ruiz
Tiradores de Ifni, IV Tabor, 23 CIA.
1957-1958.
|