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Fuente: Revista General de Marina, marzo de 2008.
El envío de los primeros refuerzos
Antes de la independencia de Marruecos las fuerzas del Ejército en el
AOE eran cuatro tabores (batallones) de tiradores de Ifni. Tres en este
territorio y otro en el extenso Sáhara recorrido por los Grupos Nómadas
de Policía Indígena, compuestos, principalmente, por saharauis.
A la Comandancia General de la Base Naval de Canarias estaban asignados el minador Neptuno, las corbetas Descubierta y Atrevida, las barcazas de desembarco K-1 y K-2 y los remolcadores de altura RA-1 y RA-2. Estas dos barcazas fueron adquiridas en 1948; eran de la clase LCT (4), de origen británico, y fueron destacadas a Canarias para atender las necesidades logísticas del AOE.
Con posterioridad, ante el aumento de las necesidades como
consecuencia de la situación, se agregaron a la Comandancia General de
la Base Naval de Canarias los minadores Eolo, Marte y Júpiter por su capacidad para el transporte de tropas y material. En noviembre de 1957 la Atrevida fue relevada por el cañonero Vasco Núñez de Balboa. Era comandante general de la Base Naval de Canarias el vicealmirante Pascual Cervera y Cervera.
Con motivo de un incidente en Tantán en marzo de 1956, Cervera dispuso la salida de la corbeta Descubierta con
una sección de Infantería de Marina de la Agrupación de Canarias a
bordo. La corbeta se mantuvo cruzando frente a la costa con la sección
lista para desembarcar si así lo requería el gobernador general del AOE.
Calmados los ánimos de los nativos, la Descubiertaregresó a Las
Palmas el 3 de abril. El 9 de dicho mes volvió a salir con otra sección
con destino a Ifni. Desembarcada la sección de Infantería de Marina a
solicitud del gobernador, que era el general Pardo de Santayana, desfiló
por la ciudad de Sidi Ifni para levantar la moral de la población
española y mostrar a los «Baamaranis» (moros de Ifni) que España
disponía de barcos y hombres para salvaguardar su soberanía en el
territorio. También se enviaron allí una sección y una compañía de
Infantería del Ejército desde Canarias.
Como las guarniciones francesas en puestos limítrofes con nuestro
Sáhara estaban siendo hostilizadas por las bandas infiltradas y se temía
que pudieran atacar Port Etienne partiendo de La Güera, se envió allí
otra sección de Infantería de Marina en los viejos Junkers 52 del
Ejército del Aire. Dicha sección llegó a La Güera el 30 de abril. Más
tarde fue reforzada por una compañía de fusiles y otra de ametralladoras
que fueron transportadas por mar en la corbeta Atrevida. Cesada
la alarma dicha fuerza regresó a Las Palmas. En el AOE sólo quedó una
Sección de Infantería de Marina en La Güera y otra en Ifni con la misión
de defender la cabeza de playa de Sidi Ifni.
En la mar, las corbetas y el minador Neptuno establecieron una
estrecha vigilancia a lo largo de todo el litoral para impedir
desembarcos clandestinos de hombres y contrabando de armas que
reforzaran a las bandas infiltradas por tierra. Pero a la vista del
cariz que iba tomando la situación se decidió aumentar la guarnición del
AOE con fuerzas del Ejército.
Las primeras unidades enviadas fueron la 1.ª Bandera Paracaidista y la
recién creada 13.ª Bandera de la Legión. La 1.ª Bandera Paracaidista
fue transportada a bordo del Almirante Cervera de Cádiz a Puerto del Rosario (Fuerteventura), donde llegó el 7 de mayo de 1956.
Desde Fuerteventura, la Aerotransportada podía acudir con rapidez a donde hiciera falta. La 13.ª
Bandera fue transportada en el crucero Miguel de Cervantes y el transporte Almirante Lobo y
enviada directamente al Aaiún. En junio, la 1.ª Bandera Paracaidista
fue en puente aéreo trasladada de Puerto del Rosario a Sidi Ifni.
Al tiempo que se llevaba a cabo el envío de estos refuerzos, las
fuerzas indígenas de Tiradores de Ifni fueron en gran parte
«europeizadas» con soldados de reemplazo.
Como ya hemos indicado, el enclave de Ifni se abastecía por vía
marítima mediante el desembarco en la playa de Sidi Ifni de las cargas
transportadas en barco. El barqueo lo realizaba la Unidad de Mar del
AOE, formada por nativos que llevaban a cabo estas penosísimas faenas
con «carabos» (embarcaciones a remo moras). Sólo se disponía de un
«único» vehículo anfibio. La resistencia pasiva de los indígenas al
desembarco de tropas y material obligó a crear la Brigada de Marinería
de Ifni, que se componía de 100 marineros y un contramaestre al mando
del teniente de Infantería de Marina Pastor. Esta brigada llegó a Ifni
el 13 de junio de 1956.
Los días que el estado de la mar permitía el barqueo estos marineros
trabajaban en prolongadas jornadas, sorteando, de ida, al barco
fondeado, las «siete» olas, y regresando con sus embarcaciones cargadas a
la playa. De forma similar, las barcazas K remolcadas por los
remolcadores RA empezaron a efectuar ininterrumpidos viajes a las playas
del Sáhara, donde aquéllas podían varar y desembarcar vehículos y carga
general.
Pero a principios de 1957, cuando las bandas armadas fueron
incrementando aún más sus efectivos, se hizo evidente que con los
refuerzos enviados no se podían defender los puestos aislados del
interior si eran atacados por ellas, y mucho menos pretender su
expulsión. La máxima «habilidad y tacto diplomático» recomendado por
Madrid al general gobernador se había traducido en un hacer la vista
gorda, que había acarreado la pérdida del prestigio de España entre la
población saharaui y su desafección a nuestra causa.
Francia mantenía en las fronteras del AOE varias posiciones con
importante guarnición: Tinduf en Argelia, Fort Trinquet, Fort Gouraud,
Benamera y Port Etienne en Mauritania. En total, unos 4.600 hombres bien
armados y motorizados con unos 700 vehículos y cerca de un centenar de
aviones.
Estas guarniciones eran las hostigadas con escaso éxito por las bandas armadas partiendo de territorio español.
La transigencia con las bandas mientras no nos atacaran tenía,
forzosamente, que tener un límite. En enero de 1957 las bandas atacaron a
un destacamento francés que marchaba por su zona y cerca de la nuestra
de Port Etienne a Atar. El resultado de la acción fue desfavorable a las
bandas, que se vieron obligadas a regresar con sus bajas a territorio
español. Fue necesario enviar en el Eolo desde El Aaiún a
Villacisneros una compañía de la Legión, que recibió orden de desarmar a
una partida de unos cien hombres en Auserd. Exigida su rendición, el
jefe de la partida impuso como condición que sus hombres fueran
evacuados a Marruecos. Por orden superior se accedió a ello. En el mayor
secreto los prisioneros fueron escoltados por legionarios y su jefe
evacuado en avión.
En la frontera del territorio de Ifni cundió la alarma por pequeños
pero constantes incidentes ocurridos en los puestos limítrofes. La
propaganda del Istiqlal estaba calando hondo entre los habitantes del
territorio.
Ese mismo mes de enero se decidió relevar la 1.ª Bandera Paracaidista,
que como hemos dicho se encontraba en Ifni, por la 2.ª que estaba en su
acuartelamiento de Alcalá de Henares. Esta intrascendente operación
demostró palmariamente la limitación que representaba la inexistencia de
un muelle en Sidi Ifni, así como la carencia de medios de desembarco
adecuados.
El 24 de enero de 1957 la 2.ª Bandera Paracaidista embarcó en Cádiz en el minador Neptuno y en el transporte Tarifa.
El 26 ambos buques fondearon frente a Sidi Ifni. Por el estado de la
mar el barqueo no se pudo iniciar hasta el día 30. Fueron desembarcados
solamente 153 hombres de la 2.ª Bandera.
Subieron a bordo de los citados buques 76 de la 1.ª. De nuevo el mal
tiempo obligó a suspender la operación. Los barcos tuvieron que levar y
dirigirse a Las Palmas. En puente aéreo Gando-Ifni se tuvo que llevar a
cabo el relevo.
En él se habían invertido nada menos que diecinueve días. En febrero
las bandas armadas establecidas en el Sáhara español tuvieron un duro
encuentro con las fuerzas francesas a las que ocasionaron muchas bajas
al sur de Tifariti.
La postura de España era delicada. Si actuábamos duramente contra las
bandas podíamos terminar enfrentándonos con Marruecos promoviendo una
indeseada escalada. Si las dejábamos actuar libremente nos enemistábamos
con Francia. Por otra parte, una excesiva condescendencia entrañaba una
dejación de soberanía.
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