Fuente: El Viajero
La vieja ciudad africana atrae a los amantes del surf y de la calma.
El turismo vuelve poco a poco a la antigua capital de la provincia
española de Ifni, marroquí desde 1969. Casas de alquiler y los hoteles
Bellevue y Suerte Loca son opciones recomendables.
Al sur del río Sus, que los clásicos africanistas consideraban el límite
del mundo civilizado, se halla la antigua provincia española de Ifni.
En los años sesenta del siglo pasado, su capital, Sidi Ifni, era conocida como "la ciudad de las
flores". Pero tras su devolución a Marruecos, en 1969, se empobreció y
entró en un largo sueño, del que ahora comienza a despertar.
Los
cada vez más numerosos viajeros que recorren en coche los 150 kilómetros
que separan la turística Agadir de la olvidada Sidi Ifni deben ir con
cuidado para no atropellar las tortugas que cruzan la carretera. Los
quelonios, del tamaño de dos puños y de color beis, son una de las
muchas sorpresas que les esperan.
La ciudad se halla rodeada de espesos bosques de arganes repletos de
ardillas, montes de tierra roja cubiertos de chumberas verde esmeralda,
cactus en cuyas diminutas flores liban las abejas que luego elaboran una
sabrosa miel y altas palmeras cuajadas de dátiles. Zorros, conejos,
mariposas, saltamontes, mantis religiosas, bichos palo, cigarras,
grillos y también -¡ojo!- víboras y alacranes habitan este paraíso
luminoso y voraz, cuyas temperaturas oscilan entre los 10 y los 35
grados centígrados.
En ese escenario libró España su última guerra
colonial. Entre 1957 y 1958, guerrilleros independentistas marroquíes
expulsaron a los españoles de los pueblos del interior y les obligaron a
refugiarse tras las posiciones defensivas de la capital. A manos de
Marruecos pasaron Telata de Isbuia, Sidi Borya, Tiliuin..., que hoy son
excursiones obligadas para el viajero. Curisamente, fue tras esa derrota
cuando comenzaron los once años dorados de Sidi Ifni.
Autocaravanas
Asomada
sobre una playa que la bajamar transforma en un kilométrico paseo, la
vieja ciudad contempla a los nuevos visitantes. Las olas encrespadas que
antes espantaban a los bañistas atraen ahora a los amantes del surf
-allí se han celebrado los últimos campeonatos de Marruecos- y de los
deportes de riesgo. En los cámpings situados al borde del mar, los
vehículos todoterreno de los jóvenes deportistas se alinean junto a las
autocaravanas de centenares de turistas franceses, británicos, alemanes y
españoles que huyen de la masificación de los grandes centros de ocio.
En
Lagzira, a 10 kilómetros de la ciudad, los embates del mar han horadado
los montes que descienden hasta el agua, formando enormes galerías que
comunican unas playas con otras. Las paredes exteriores de esas grutas
de tierra roja y piedras apelmazadas forman fantásticos arcos que se
adentran en el mar como las patas de un dinosaurio. Firmemente asentadas
en el fondo, al atardecer parecen contrafuertes que sostuvieran el
continente africano.
El paisaje experimenta cambios sorprendentes.
A 300 metros de la orilla, las olas se estrellan violentamente contra
un gran arrecife. Pero tan pronto baja la marea, los terroríficos
farallones se transforman en un lugar amable al que los turistas pueden
acercarse a pie. Cada día, entre las siete y las diez de la mañana, los
pescadores que habitan en las cuevas de los acantilados acuden allí para
vender sus capturas: congrios, meros, lubinas, centollos, mejillones y
caracolas tan grandes como balones de rugby...
Sidi Ifni es
todavía un paraíso al margen de las multitudinarias rutas turísticas
debido a su escasa infraestructura hotelera. No obstante, esta ventaja
es, al mismo tiempo, el principal problema de los visitantes. En la
ciudad hay dos pequeños hoteles: el Bellevue, cuya soberbia vista sobre
el mar contrasta con su deficiente servicio, y el Suerte Loca, fundado
en los años treinta del siglo pasado y que ofrece un emplazamiento a pie
de playa. Ambos son baratos: menos de 20 euros la habitación doble. En
la playa de Lagzira hay tres establecimientos más: el Lagzira, el
Miramar y el Sable d'Or, que rondan los seis euros. A ellos hay que
añadir unos pocos bloques de apartamentos en alquiler.
Para salvar
ese obstáculo, los turistas que se enamoran del lugar recurren cada vez
más a la compra o al alquiler de antiguas casas coloniales, muchas de
las cuales amenazan ruina. Una vez restauradas, esas viviendas están
contribuyendo a resucitar el viejo perfil del centro de la ciudad.
No
ocurre lo mismo en el antiguo barrio militar de Colominas, levantado en
los años sesenta sobre un monte, a poco más de un kilómetro del centro
de la ciudad. Sus calles paralelas de resplandecientes casas blancas de
una planta, salpicadas de jardines que jugaban con los rayos del sol,
son ahora un recuerdo. Los vecinos han levantado nuevos pisos sobre
ellas y han tapiado e incorporado los jardines a las viviendas. Eso ha
convertido travesías antaño luminosas en oscuros callejones.
El
rejuvenecimiento de Sidi Ifni es especialmente visible en el entorno de
la antigua plaza de España, que en los años de la colonia fue el corazón
de la ciudad. Allí los militares celebraban vistosas fiestas y paradas.
Su lugar lo ocupan hoy jóvenes ataviados con ropas deportivas que se
acercan a contemplar el océano desde la Barandilla o mujeres envueltas
en túnicas que cuchichean a la sombra de los viejos árboles. Aunque el
francés ha barrido al español como segunda lengua entre las nuevas
generaciones, muchos mayores aún lo hablan con fluidez.
La plaza
ha cambiado su nombre por el de Hassan II. Por lo demás, todo sigue
aparentemente igual que hace 36 años, salvo algunos matices. La misión
católica es ahora la sede de los tribunales, el palacio del Gobierno se
ha convertido en residencia para huéspedes ilustres y el monumento del
centro de la plaza ajardinada ha sido ligeramente modificado: la cabeza
del general Osvaldo Capaz, quien tomó posesión de la ciudad en 1934, ha
desaparecido, aunque queda el monolito sobre el que se apoyaba. En la
lápida que recordaba a los caídos, los nombres de los soldados españoles
que perdieron la vida luchando contra los guerrilleros marroquíes han
sido sustituidos por los nombres de los guerrilleros marroquíes que
perdieron la vida luchando contra los soldados españoles. Así es la
historia.
GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos:
Prefijo telefónico: 00 212
Moneda: dirham (Dh). Un euro equivale a unos 10 dirhams.
Población de Sidi Ifni: unos 20.000 habitantes.
Dormir:
Hotel Bellevue (48 87 50 72 o 48 87 52 42).
Plaza de Hassan II, 9.
Habitación doble, 18 euros; desayuno, 2.-
Hotel Suerte Loca
(48 87 53 50).
Plaza Mulay Yousef, 7.
Doble con baño y vistas al mar, 17
euros; desayuno, 2.-
Información:
Oficina de turismo de Marruecos en
España (915 41 29 95; www.turismomarruecos.com)
Oficina de turismo de Agadir (00 212 48 84 63 77).
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