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Epílogo
De aquí en adelante todo lo recuerdo muy borroso, escenas sueltas sin ninguna cronología. Ahora siento en el alma no haber escrito aunque sólo hubiera sido un sucinto diario.
Con mi “amigo”, el transistor.
No recuerdo ni las veces que bajé al pueblo. Cuando era cabo de cantina sólo hablaba con mis suministradores, de todas formas aproveché para comprarme un transistor National, un encendedor Romson y una pluma estilográfica de oro Shaffer. El transistor y el encendedor aún los conservo, la pluma me la robaron de mi macuto y a pesar de que se formó a la tropa mientras se buscaba en todas las pertenecías de los soldados, no hubo manera de encontrarla. ¡Ah!, también compré tabaco para mi padre y amigos, pero siempre procurando que fueran marcas no vistas en la península, compré Abdula egipcio, Blak russian y algunos más. Esto fue lo único que me traje de allí.
Recuerdo bastante bien mis contactos contigo, especialmente el momento en que me ofreciste conseguirme el carnet de conducir.
Anécdota: En cierta ocasión me paró un guardia de tráfico por exceso de velocidad yendo hacia Valencia, me pidió el carnet, y al verlo –era el primitivo que me mandaro– resulta que también él había hecho la mili en Tiradores de Ifni, conversamos un rato y no me multó.
Sólo una vez fui al cine allí, la película que vi fue “El séptimo sello”, un film infumable de Ingam Berman.
Como se desprende de lo escrito se ve que mi mili fue totalmente un desastre, no recuerdo un solo momento de sentirme feliz. Debido a la compañía en que serví y a los cargos que ocupé no me fue posible hacer amistades verdaderas, todas fueron esporádicas que, como es lógico, no influyeron en hacérmela más llevadera sino todo lo contrario.
Un fuerte abrazo de tu amigo y compañero de “mili”.
Gabriel
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