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El cabo 1º de Tiradores, remitente de la misiva.
Amigo Manolo:
Ante todo ruego disculpes la enorme tardanza en ponerme en contacto contigo, pero unos pocos problemillas y un mucho de abulia me lo han impedido.
Bueno, ya con el chip colocado y en marcha, voy a pasar a contarte mi “mili”, no sin antes advertirte que debido a los años pasados y a mi desastrosa memoria esto se ha convertido en una especie de piel de dálmata. Hay detalles y anécdotas que recuerdo con cierta facilidad, pero van acompañados de lagunas imposibles de revivir.
De inicio quiero dejar patente que una serie de circunstancias influyeron en que a lo largo de mi estancia allí apenas hiciera amistades sólidas. Primero que mi compañía servía a todo el Tabor de ametralladoras, morteros y cañones sin retroceso (yo era cabo de una de estas armas) debido a lo cual un mes me destinaban a una posición y al mes siguiente a otra. Difícilmente se pueden consolidar amistades en tan corto periodo de tiempo y en segundo lugar también influyó negativamente mi ascenso en enero a cabo primero de complemento, los primeros chusqueros, sin ser descorteses, siempre me vieron como a un extraño y la tropa como alguien superior al que hay que obedecer pero no confraternizar.
Pues bien, así pasó el tiempo, sin amigos ni enemigos. De todas formas hice una buena amistad con el chófer del Comandante, que incluso vino a verme a Utiel un fin de semana. Mis buenas amistades las hice más durante el periodo de recluta que de veterano.
Al esforzar la memoria e intentar remontarme a aquellos lejanos días las primeras imágenes que recuerdo son las de, ya anochecido, ir en la caja de un desvencijado camión del Ejército camino de la estación mientras en la lejanía se oían las tracas y músicas de las fiestas falleras que se celebraban por aquellos días. Sentí una amargura y tristeza imposible de describir y que aunque viva mil años jamás olvidaré. Toda la ciudad de Valencia en fiestas y yo, como ganado, trasladado no sabía bien a donde. Un millón de sentimientos a cual más deprimente llenaban mi cabeza. Acababa de despedirme de mi prometida y de mis padres, y en un abrir y cerrar de ojos me veía en aquella situación tan desagradable y difícil de asimilar.
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