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Mis relaciones con Marruecos: Ifni Imprimir E-Mail
Artículos digitales
Escrito por Alejandro J. Domingo Gutiérrez   
sábado, 08 de febrero de 2014
Índice del Artículo
Mis relaciones con Marruecos: Ifni
Accidentado bautismo aéreo
Cómo era Sidi Ifni
El porqué estaba yo allí
Lo que vi camino de la 'Huerta Madame'
Cómo era la 'Huerta Madame' y la vida que se hacía en ella
De como se deterioró mi convivencia con los compañeros
De como pude morir o quedar malherido
Mis diversiones en Sidi Ifni
Extraña epidemia de fimosis en el destacamento
De cómo por unas horas me convierto en el Jefe del Tabor
De la guerra de Gila a la diarrea del enemigo
29 de Febrero. Agadir ¿Pesadilla o Realidad?
De como pudimos volvernos locos
¿Es la langosta un manjar delicioso?
Cirujano a la fuerza
¡¡Esto se acaba, ya no hay quien lo pare!!

Cirujano a la fuerza 

Después de unos meses en Huerta Madame hubo relevo en las posiciones y el Tabor bajó hasta Id Nacus para descansar. Este campamento estaba ya más cerca de la capital y la vida en él era ya más soportable, aunque seguían las guardias, y la instrucción de la tropa aumen¬taba para mantener la actividad . Para mí fue un buen cambio, pues dejé de compartir habitación con los jugadores y me busqué una chabola en la periferia del campamento donde podía estar yo solo.

La chabola, de paredes de tierra y paja y cubierta de cañizo, era parecida a la que vemos en los suburbios de las grandes ciudades, habitadas por inmigrantes sin techo o mendigos, pues constaba de una sola habitación, sin huecos al exterior, excepto la de entrada y como puerta tenía una lona vieja. El mobiliario consistía únicamente en un camastro donde dormir, unos cajones de madera apilados para poner mis pertenencias y una silla y mesa plegable, de tijera, donde poder tranquilamente estudiar, pero para mí era como vivir en el Palace después de lo pasado en el alojamiento compartido de la Huerta. Este sentimiento de felicidad al estar solo refleje tal vez mi forma de ser de preferir la soledad muchas veces a convivencias que no me aportan nada positivo. 

Pero no pasaron muchos días sin que el Comandante Urreta me llamase para comunicarme que bajara a Sidi Ifni pues de la oficina de mando de la zona me tenían que informar de algo. La información consistía en que el cirujano del hospital cívico militar de la capital se había ido de permiso un mes a la Península y se había quedado como único cirujano, el que tenía como ayudante, que era un soldado veterano que en la vida civil ya había intervenido en operaciones quirúrgicas pero siempre de ayudante en las importantes. A este soldado yo le había conocido en una visita que realicé al hospital para ver a algún soldado del Tabor hospitalizado, y comentamos mi estancia como interno en la Clínica Quirúrgica de la Facultad de San Carlos, y que estaba en esos días preparando un programa para presentarme a unas oposiciones para traumatólogo de la Seguridad Social. El había tomado nota de la conversación y cuando vio que se quedaba solo, de único cirujano del territorio, pidió al mando que me mandasen a mí al hospital para actuar de ayudante en las intervenciones que tuviese que realizar de urgencia, ya que las ordinarias las dejaban aplazadas hasta la vuelta del cirujano titular.

Con la distancia de muchos años hoy podemos afirmar que la situación sanitaria en el territorio de Ifni no podía ser más dramática y peligrosa para aquel paciente civil o militar que precisase de una intervención quirúrgica de urgencia. Una población de miles de personas, sometidas al riesgo de una situación conflictiva, con grandes dificultades para la evacuación de pacientes a hospitales de referencia, si necesitaba una operación urgente estaba en manos de un joven cirujano no muy experto y con un ayudante, el que esto escribe, con poca experiencia en pisar quirófanos. 

Menos mal que la suerte estaba de nuestra parte, y Dios protege la inocencia, pues en aquel mes solo tuvimos que operar un par de apendicitis aguda, abrir un abdomen para resolver un vólvulo que no precisaba de mucha técnica, evacuar algunos abscesos superficiales e inmovilizar alguna fractura, esperando que el cirujano titular lo resolviese mejor a su vuelta. Se imaginan si esta situación hubiera ocurrido ahora. Cartas al periódico y al Defensor del Pueblo, preguntas en el Parlamento de la oposición, demandas en el juzgado y petición de dimisión de los responsables de la desasistencia, serian solo algunas de las respuestas a lo que ocurrió, y lo que es peor, pudo ocurrir en Ifni.


 
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