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Recuerdos y vivencias de un Policía de Ifni Imprimir E-Mail
Manuel Jorques Ortiz
Escrito por Manuel Jorques Ortiz   
martes, 24 de diciembre de 2013
Índice del Artículo
Recuerdos y vivencias de un Policía de Ifni
Destino: Ifni
En el campamento de reclutas
En la Compañía Local de la Policía
¡Servicios especiales! ¡Al aeropuerto!
¡Hola Aeropuerto, buenas noches!
Los buenos servicios siempre se premian
Algún mal trago
El trabajo bien hecho
¡ADIOS SIDI IFNI! ¡Inch Alah!

En la Compañía Local de la Policía

Tras la Jura de Bandera en el Cuartel de Tiradores y destino de los reclutas a las diversas compañías de la Policía, a Eduardo lo destinaron a la Compañía Local en espera que el que ocupaba el destino del "aeropuerto" fuese licenciado (faltaba un mes y medio). Este era de Pineda de Mar y es el que está a la derecha suya en la foto del bar. Se llamaba Deglascá; también, en esa foto está Adrià Gual, el barman, y el de uniforme, el cabo 1º de la Policía Fermi Borras, con el cual –dice– continúa estando en contacto. Por cierto, añade, Adrià Gual, era nieto del escritor de teatro del mismo nombre cuya compañía dirigía Ricard Salvat, mientras estaban en el Campamento; fue la compañía que estrenó por primera vez teatro en catalán en Madrid, en el teatro María Guerrero. A él le supo mal no poder estar allí, ya que también era actor de la compañía; más tarde, ya en el Romea de Barcelona, le presentó a Ricard Salvat y en el café del Teatro, en las Ramblas, a María Aurelia Capmany, que desde luego era todo un carácter. Falleció a los cinco años de haber terminado la mili.

De “cliente” en un bar del pueblo
De “cliente” en un bar del pueblo

Estando ya instalados en la Compañía Local, recuerda Eduardo, que llevaban los rombos en el uniforme de color azul marino oscuro; decían que era para que todo el mundo supiera que para dar "leña" no se lo pensaban dos veces. Personalmente solo vio una actuación violenta en ocasión de salir de pareja con un gallego veterano, cuando en un local situado frente a la Mezquita había un policía nativo que estaba "trompa" y al llamarle la atención el moro lo agredió cogiéndolo por las trinchas; el compañero, ni corto ni perezoso, sacó su defensa y al primer golpe se le cayeron al nativo un par de dientes y no pasó nada más. Desde luego, reflexiona Eduardo, ese gallego era muy convincente; era el jefe de pareja y tenía que hacerlo pues le habían intentado agredir.

De estos servicios como policía recuerda que una noche en la calle de la Mezquita, al fondo del todo, los bares tenían que cerrar a las 11 de la noche, pero allí había un portal de madera en cuyo interior sabían que era un bar y como ya pasaba de la una de la madrugada su compañero, el gallego, miró por el ojo de la cerradura, desenfundó la pistola y le dijo ¡desenfunda y cúbreme! Montaron las armas y de dos patada en la puerta (como en las películas) se abrió y dentro estaban los "clientes"... Un teniente de la Legión, un cabo indígena de la Policía, otro policía indígena y el que regentaba el bar, que cree era también era otro policía nativo. Todos quedaron sorprendidos y el Teniente que les decía ¡chavales, que os la jugáis! y lo repetía, pero ellos replicaban que a horas prohibidas estaban bebiendo y fumando hierba, así que "el gallego" (¡menudo era!) les dijo: ¡eso se lo cuentan al Oficial de Guardia! Así que cerraron el local y, uno detrás del otro, hasta el Retén de la Local a esperar al Oficial de turno. No sabe como acabó, pero no escuchó ningún comentario al respecto en los días siguientes.

El policía Eduardo Tauler en el cuartel de la Local El policía Eduardo Tauler en el cuartel de la Local
El policía Eduardo Tauler en el cuartel de la Local

Comentarios no los oyeron, pero en los día sucesivos media compañía, que no estaba de servicio, fueron llamados para hacer una zanja en la calle a pico y pala, justo entre la compañía y las oficinas de enfrente. Aquello para Eduardo (el pico y la pala) eran armas nuevas, y a las dos horas tenía las manos con llagas reventadas, por lo qué empezó a coger el pico con parsimonia, levantándolo y dejándolo caer por su peso ¡qué alivio! Fantástico sí eso hubiera podido seguir a tal ritmo toda la jornada, pero al rato vio, desde el interior de la zanja, agachado, unas botas, otras botas, unos zapatos negros y brillantes y escuchó una voz que decía; ¡A este gracioso lo tenéis a pico y pala una semana! De momento no pensó que fuera para él y compadeció al pobre que le había caído el arresto, pero al levantar la cabeza y comprobar que todos le estaban mirando, se apercibió que allí enfrente estaban el capitán Cuevas, el Sargento 1º y otro Sargento. Los miró sorprendido enseñándoles las manos y el capitán le preguntó que cual era su profesión (con tanta soldadesca era imposible que se acordara del "incidente" del Casino de Oficiales) y al contestarle que era director de hotel y que estaba en la compañía esperando el destino del "aeropuerto", inmediatamente les dijo a los sargentos que me relevasen de mis funciones. Como ya verás más adelante –añade– los cinco muchachos del Capitán éramos de Servicios Especiales e intocables, 4 catalanes y un valenciano.

El cuartel “Local” de la Policía de Ifni
El cuartel “Local” de la Policía de Ifni

Ahora –me dice– le viene a la memoria que el bar que sale en la foto (Los Piratas) lo decoraron ellos, haciendo "Collage", con los catalanes de moda, Adrià, Matéu, Deglascá, Fermí y él, y que el propietario del bar quedó tan contento que muchas veces les invitaba, ya que estaba cerca de la compañía y le hacían "ambiente"; en el "collage" habían periódicos, platos y pedales de bicicleta, todo pegado con yeso y con las manos; o sea una obra maestra.

Escarbando en los recuerdos de aquellos tiempos dice Eduardo que continúa teniendo presente un día en que se hallaba de retén en la compañía y llamaron por teléfono diciendo que un nativo se estaba ahogando y que había sido presa de las olas en su resaca. Al momento salieron con el jeep el cabo 1ª, el chofer y cuatro números, bajando por "Marina" y al llegar vieron el cuerpo en la playa y la mar embravecida, teniendo que esperar a que la ola se retirase para entrar con el jeep a toda "pastilla", saltando dos de los policías, agarrando el cuerpo y casi tirándolo dentro y subiendo al unísono, sin pensarlo, vio que estaba vivo y sin decir nada ni pensarlo empezó a practicarle la respiración artificial boca a boca y masaje cardíaco hasta que en el jeep llegaron al Hospital; allí mismo lo pusieron sobre el banco de la entrada. El Capitán Médico le dijo que prosiguiera con las maniobras, que lo hacía bien. El joven nativo sacó hasta su primera papilla. Le había salvado la vida. Hoy, añade Eduardo, ¡volvería a hacerlo!


 
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