Fuente: AVILE
Desembarco de Sidi Ifni.
Estaba amaneciendo un nuevo día cuando un amigo mío se asomó a la
barandilla de "El Virgen de África". De repente, al darse la vuelta,
gritó todo asustado ¡Les he visto, les he visto! ¿Y qué creen ustedes
que había visto mi amigo Félix para asustarse tanto? Lo que había visto
eran cuatro moros con la barba blanca que estaban esperando abajo en una
barca grande para que cuando llegásemos a dicha barca, nos ayudasen a
bajar la carga que llevábamos y después instalarnos en el anfibio que
nos sacaría hasta la playa que estaba a un kilometro de distancia. Estos
moros eran muy diestros en la mar. Lo primero que nos preguntaban era
si teníamos FLUS o tabaco, que algún compañero, sacaba el paquete y les
daba para que fumasen, guardándose el sobrante en el bolsillo de una
guerrera militar que llevaban puesta, porque allí los amaneceres eran
muy fríos. La verdad es que la bajada del barco era peligrosísima.
Debíamos bajar por unas escaleras de dos cuerdas y un palo redondo como
banzo que se ponía muy resbaloso al pisar por ellas. Estos moros nos
recibían llamándonos reclutas y otras cosas peores.
Con el
mosquetón al hombro, el saco de petate en una mano y en la otra la
maleta, después de tres meses y medio de mili formándonos en Tenerife,
unos en la instrucción, otros haciendo el curso de conductores, otros
haciendo el curso de cabos, otros haciendo el pan nuestro de cada día, y
todo esto para que al llegar a Sidi-Ifni unos mal educados moros nos
llamasen "reclutas". Una vez pasados de la barca al anfibio ya fue otra
cosa porque el conductor era un joven de la quinta anterior a la nuestra
y muy educado que nos decía que lo íbamos a pasar muy bien (que otra
cosa nos podía decir) ya que la guerra ya había terminado. Entonces las
siete olas brincaban sobre nosotros. ¡Oh playa de las siete olas,
cuántas cosas no habréis visto, cuántas blasfemias tan grades no habrá
perdonado Cristo!
Una vez llegados a la playa nos estaba
esperando el cabo primero Benítez. Éste era un cabo reenganchado de dos
quintas antes que estaba en Melilla y cuando comenzó la guerra le
llevaron a Ifni. Este cabo nos trataba peor que si fuésemos reclutas.
Empezó la marcha hasta el cuartel,
el mosquetón al hombro, en la mano derecha la maleta y en la izquierda
el saco de petate. Cuando subíamos al cuartel cargados como burros
empezamos a oír unas voces de niños moros que estaban subidos en la
ventana de su casa y nos recibían cantando a coro. "¡Hijos de puta,
hijos de puta, hijos de puta!" Detrás de los niños estaban los padres
escondidos. Al oír esto nosotros nos asustamos, pero el cabo primero nos
decía, "seguid adelante no les hagáis caso". Se nos cayó el alma encima
al tener este recibimiento.
Al llegar al cuartel de Intendencia,
nos recibió otro cabo primero llamado Bienvenido, tan mal educado como
el que nos traía desde la playa tratándonos de reclutas, cuando en
realidad ya éramos unos soldados muy bien formados por los mandos de
Tenerife de los que nos acordamos toda la mili por lo buenos que eran
con nosotros.
Tras alojarnos en una compañía muy buena con techo
de bóveda y las paredes de hormigón, buenas duchas y buenos retretes,
nos mandan formar con la marmita en la mano en filas de a tres para
darnos la comida y empezamos a comer sentados en el suelo, a la sombra
de unos almacenes grandes que allí había.
A las cuatro de la
tarde los dos cabos primeros que había, un sargento y un teniente nos
mandaron formar para repartirnos los destinos. 17 cabos, 12 conductores,
40 entre asistentes y machacantes, personal de oficinas 30, tres turnos
de panadería de a 12 cada turno.
Y cuando llegaba el turno de la
brigada de trabajo quedaba uno ya que éramos 136 teniendo que echar
mano de los panaderos que estaban libres.
A mí me tocó el camión
de la compañía. Con el camión, todos los días teníamos que subir dos
viajes de tierra para que el ADOBERO Buigues amasara el barro con la
paja con los pies y así poder cortar lo adobes. Nos pusimos todos manos a
la obra, para que el día 15 de octubre estuviera terminado el comedor y
celebrar la fiesta de Santa Teresa patrona de Intendencia. Se inauguró
ese día el comedor estrenando platos de Duralex y pudimos comer
cómodamente sentados, en esas nuevas instalaciones. Después nombraron
jefe del comedor a Pablo de la Fuente Acevedo, natural de Aranjuez
(Madrid), que quería ser torero y se tuvo que conformar con lavar los
platos de todos y tener el comedor bien limpio. Así es que solo
estuvimos cuatro meses comiendo en el suelo.
Pasamos un año de
muchos trabajos, pasando de todo en la compañía a causa de un valenciano
que estaba un poco chinado como ya he explicado en otros escritos que
ya he publicado antes. Este fulano nos hacia la vida imposible a todos.
Tiró a un pozo negro doce cerrojos de mosquetón, haciendo que los doce
propietarios de los mosquetones no se pudiesen licenciar cuando
nosotros. Menos mal que quince días antes de la licencia echó una carta
en el buzón de correos y allí decía el lugar donde estaban los
mosquetones. Los había arrojado a un pozo negro donde desaguaban los
retretes. Entonces mandaron ir a una cuba que tenía una bomba para
cargar la suciedad, y cuando faltaba medio metro de porquería se tiraron
tres de los afectados con el peligro de haber quedado allí muertos
(porque no había oxigeno) y revolviendo la masa que allí había,
encontraron los doce cerrojos. Ese día se hizo una fiesta en el cuartel.
Sabiendo todos quién era el culpable, no le delato nadie.
El autor del relato en una imagen actual
Así
pasamos el año y siete días que estuvimos en Ifni. El 26 de junio llego
el barco de mercancías (El Escolano) y con las mismas peripecias que el
día que llegamos nos dispusimos a embarcar, desde los anfibios hasta las
escaleras de soga. Esta vez lo hacíamos con más ganas porque nos íbamos
a nuestras casas licenciados.
La cartilla militar nos la mandaron a casa un mes después, con un ascenso a todos en la categoría que tuviéramos entonces.
NO TENGO GANAS DE VOLVER A SIDI-IFNI.
Saludos
para todos los que estuvieron en Ifni y en el Sahara durante los años
que duro la contienda, de este soldado de Intendencia.
Feliz año 2014
Antonio Tomás Bermejo Rodríguez
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