Fuente: Pirineos en guerra
"Lo cierto es que allí no había nada por lo que valiera la pena luchar"
Segunda parte de una entrevista inédita a Miquel Bolart mantenida en 2007
Paracaidistas en el aeródromo de Sidi Ifni a la espera de embarcar para efectuar un salto.
-¿Hubo algún enfrentamiento en campo abierto, o la contienda se enquistó en una incómoda guerra de guerrillas?
-En Tagragra hubo enfrentamientos, sí. Cuando nos retiramos, dejamos
atrás una compañía para efectuar la voladura del fuerte; nos encontramos
que habían copado los dos laterales del monte y tuvimos que correr tres
kilómetros y medio bajo fuego enemigo. Nunca había corrido tanto en mi
vida.
-¿Cómo vivió la celada a la sección de Ortiz de Zárate, camino de Telata?
-Cuando llegamos a Ifni todavía no los habían liberado, pero ya sabíamos
que él había muerto. Cuando volvieron a Sidi Ifni estaban destrozados.
Casi ni los reconocía, y habíamos pasado meses juntos.
-Además de la Operación Gento, ¿en qué otras tomó parte?
-Cuando nos replegamos, pasado ya todo el jaleo, a la sección de
transmisiones nos destacaron unos 10 kilómetros al interior. Estuvimos
casi tres semanas. Fue en una de estas digamos misiones, protegiendo un
depósito de agua, cuando vino Carmen Sevilla. La buena moza se portó
como una señora; dijo que al día siguiente visitaría los puestos de
primera línea, así que nos afeitamos -todos con la misma navaja- para
recibirla como merecía. A pelo, sin agua ni nada. La poca agua que había
era para beber. Yo estuve días sin poder reír.
-¿Y cumplió con su palabra?
-¡Qué va! ¡Cómo iba a venir!
-¿Sufrieron algún ataque?
-Un par de noches: respondimos al fuego y eso fue todo. La verdad es que
fregados de verdad, con cientos o miles de tíos liándose a tiros, no
los hubo. Hay que decirlo porque fue así. Era más bien una estrategia de
hostigamiento. Claro que en ocasiones reunían una fuerza considerable,
50, 100 o quizás 150 hombres. En la Operación Gento, camino de Tagragra,
solicitamos apoyo aéreo a eso de las 10 horas para tomar una loma; a
las 13.30 todavía lo esperábamos. Así que el comandante ordenó que
avanzáramos sin esperarlos. Fue entonces cuando llegaron, soltaron
cuatro bombas y no nos mataron porque Dios no lo quiso.
-¿Tomaban prisioneros?
-Se hacían prisioneros, sí. Enseguida se hacía cargo de ellos la
Policía. Y no querría parecer racista, pero el moro no es lo que parece:
cogíamos a uno y lo primero que te soltaba era un "Arriba Franco", o un
"Viva España", "Paisa, te quiero mucho"... Pero mejor no darles la
espalda porque te arriesgabas a que te clavaran la gumia hasta el
hígado. Y no estoy generalizando: hablo de lo que vi. El moro es un tipo
especial. Y los del Rif, todavía más. ¡Peor que los gallegos! En fin,
que nadie se equivoque: sabían perfectamente lo que hacían, nos dieron
lo que quisieron y más, nos hicieron correr, nos mataron a gente... Al
moro le das un fusil y parece que sabe disparar casi por instinto.
-Cuando regresaron a la Península, ¿la gente estaba informada de lo
que había ocurrido en Ifni? ¿O fue realmente una guerra silenciada?
-Pensaban que habíamos ido a pegar cuatro tiros y poco más. Ni se
imaginaban que había habido muertos. Y una guerra, menos todavía. Al
principio se habló de una revuelta, pero se fue silenciando
progresivamente.
-Pero hubo cuestaciones populares para enviar lotes de Navidad, por ejemplo.
-Codorniu nos envió 12.000 botellas de champán. Pero ni vimos ni bebimos
ni una. Alguien se forró con ellas, porque se quedaron en las Canarias.
Hay que decir también que el transporte desde las Canarias era
problemático, se hacía en barco y para desembarcar había que esperar el
momento, más bien el día adecuado para los carabos.
-¿Qué aviones utilizaban los paracaidistas?
-Nos lanzaban desde los Junker: un buen aparato, muy difícil de
derribar... aunque hubo un accidente, sí. Pero yo he volado en un
Junkers una patrulla de exhibición desde Alcalá hasta Alcantarilla con
solo dos motores, el del morro y el del ala izquierda. Estuvimos
enganchados casi 20 minutos por si había que saltar, pero resistió. Era
muy buen planeador, y muy fiable. Podía transportar hasta a doce
paracaidistas, que teníamos que saltar por una puerta de 1,40 metros de
alto. Había que agacharse e ir con cuidado de no dar en el dintel con el
paracaídas. Si todo iba bien, en ocho segundo habíamos saltado los
doce.
-¿Hasta cuándo estuvo destinado en Ifni?
-En mayo de 1958 toda la Segunda Bandera regresamos a la Península para
el desfile de la Victoria. Casi salimos en hombros, y bueno, eso ya fue
algo. Creo que hacia 1959 volvieron a Ifni, donde se había quedado
estacionada la Primera. Pero yo me licencié antes, en septiembre de
1958, al cumplirse los tres años. Podría haberme reenganchado pero hice
cábalas y vi que como mucho podría ascender hasta comandante. No me
interesaba. No me quejo: como caballero legionario paracaidista
cobrábamos 575 pesetas al mes, una pequeña fortuna para la época, sobre
todo si lo comparas con la peseta diaria que le pagaban al soldado de
reemplazo.
-Volvamos a la guerra: desde su punto de vista, ¿era correcta, la
estrategia de liberar los puestos del interior, replegarse en la capital
y abandonar el resto del territorio? ¿Era la única opción viable?
-Hay que decir que las unidades profesionales, marina, aviación,
paracaidistas e incluso Tiradores, podrían haber mantenido la colonia.
En cambio, hubo compañías de morteros que desembarcaron en Ifni sin
haber disparado jamás, que sacaban la pistola de la funda por primera
vez. La estrategia del repliegue me imagino que fue para evitar un
enfrentamiento a gran escala con Mohamed V, sospecho que hubo algo así
como un acuerdo para que la cosa no pasara a mayores. Por otra parte, y
con la mano en el corazón, en Ifni no había nada por lo que valiera la
pena luchar.
-Así que, en el fondo, replegarse era algo sensato.
-Quizás no era la postura más honrosa, pero sí, era la más sensata,
porque nos estaban dando por todos los lados. Por otra parte, lo que se
cedió tampoco era gran cosa: 50 años después, en algunos de los puestos
que volamos cuando nos retiramos todavía no se ha movido una piedra. Todo
continúa igual.
-¿Echaron de menos el apoyo de carros de combate, helicópteros, artillería pesada...?
-Un carro hubiera sido de gran ayuda, pero hay que tener en cuenta la
época: en 1957 el ejército español quizás disponía de dos docenas de
tanques. Era un ejército muy peculiar, diseñado exclusivamente para la
represión interna más que para defender el país de un enemigo exterior.
Los pocos Sherman que teníamos en la Península habían llegado tras el
acuerdo con Eisenhower... En fin, no olvidemos que era una época de
miseria absoluta. Pero lo que te puedo asegurar es que si algo funcionó
de maravilla fue la Armada. Las veces que le dimos al Canarias las coordenadas de bombardeo lo clavó: no se desviaron ni un metro.
-Pues corre el rumor de que en Sidi Ifni cayó algún obús por error...
-Que yo sepa, jamás. Hubo casos de fuego amigo, pero por parte de la aviación, no de la Armada. Las transmisiones del Canarias y el Méndez Núñez las llevaban sargentos con tres millones de años de servicio a sus espaldas. Aquella gente no se equivocaba.
-También se ha dicho que los obuses caían en el lugar indicado pero no explotaban porque eran defectuosos...
-Las seis andanadas que dispararaon por encima de nuestras posiciones
estallaron. Y tanto: ¡en mi vida lo he pasado tan mal! Pero sí que había
armamento en mal estado: las granadas, por ejemplo, pero más que por
defectusoas, porque tenían un sistema endiablado, con una cinta que
venía enrollada y que en teoría saltaba cuando lanzabas la granada; luego
resultaba que raras veces lo conseguías y tenías que ir a recuperar la
granada... La P2 era más fibale; la pistola Star, una maravilla, y el
subfusil... Bueno, con el primer cargador, funcionaba bien, pero cuando
se calentaba era muy probable que se encasquillara.
-¿Cómo se ganó la vida cuando dejó el ejército?
-Primero como dibujante y guionista, para Selecciones Ilustradas de
Toutain; pero duró poco y pronto me pase al sector comercial -soy perito
mercantil- hasta la jubilación.
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