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23 de noviembre de 1957. Primer ataque
Mientras que la inteligencia francesa días antes avisa de un ataque inminente a Ifni, la inteligencia española ni esta ni se la espera. Es gracias a un "chivatazo" de un moro afín al capitán Rosaleny, capitán de Tiradores de Ifni, que se da la voz de alarma.
Francisco Rosaleny de teniente.
Precipitadamente, mediante una generala silenciosa, la guarnición al completo formamos en la explanada interior del Grupo de Tiradores de Ifni, eran las 2:00 h de la madrugada. Pensé que debía tratarse de un simulacro por ver cómo reaccionaba la tropa, pero escuché que el comandante le dijo a mi capitán "tiro tío", y el capitán decirnos "al que fume le corto los huevos", algo gordo estaba ocurriendo. Salimos del cuartel en estricto silencio. Mi compañía, la 23 al mando del capitán Rosaleny, nos dirigimos a la zona del polvorín y una parte de la compañía subimos al Bulalaam (monte paralelo a la costa que domina la ciudad de Sidi Ifni).
El Ejercito de Liberación tenía fijado un día D, el 23 de noviembre, y una hora H, las 6:30 h, hora en que la "guagua" desde el pueblo distribuía a los oficiales a sus puestos, a los que tenían que matar, e inmediatamente después entrar en los acuartelamientos y pasar a cuchillo a toda la "soldadesca", que estaríamos durmiendo. Hubiera sido una verdadera masacre. Nunca lo he entendido ni lo entenderé, como ni siquiera los oficiales de alto grado, sabiendo algo, no estaban preparados. Esa madrugada del 23 de noviembre, unos oficiales estaban en la cantina celebrando la despedida de soltero de un compañero. Es imposible que tamaña chapuza de logística militar no tenga un responsable. Lo cierto es que gracias al moro, que con una astucia militar singular, una vez ocupado el territorio de Ifni nos lanzó algún que otro mortero con disparos de fusilería esporádicos, como diciendo "estamos aquí y esto es nuestro, si lo queréis venid", así aquel día no fue lo que uno esperaba de luchas encarnizadas. Había, no obstante, que estar de guardia permanente en la montaña, a "pelo", sin alambradas, sin campos de minas y haciendo guardia nocturna en solitario a 50 m de la primera línea establecida, con el moro a pocos metros. En estos casos el miedo es superior al miedo, "durmiendo" dos horas y dos horas guardia. Así estuvimos intercambiándonos algún que otro mortero y algún disparo cuyas balas "llegaban muertas".
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