Fuente: Diario de Avisos
El arma de caballería tiene un lugar de honor en brillantes hechos de
armas, así como en héroes; por citar uno de los más relevantes, el
regimiento Alcántara, de guarnición en Melilla, y nada
menos que un prestigioso diario nacional así lo citaba: “…La conducta de
este regimiento fue gloriosa, cumpliendo el más alto deber de la
caballería española, como fue el de sacrificarse para salvar los otros
institutos del ejército y el honor de las armas”. (ABC, 26 de diciembre
1922).
Parten los grupos expedicionarios
Con la partida para aquella campaña de Ifni/Sáhara estos grupos iban a
cumplir las misiones de siempre de la caballería, como son explorar,
cubrir o proporcionar seguridad, explotar el éxito, perseguir o proteger
la retirada, y combatir hasta conseguir la victoria o morir en el
sagrado cumplimiento del deber.
Corría el verano de 1957 cuando se constituían, con personal de los regimientos Santiago I y Pavía 4,
dos grupos expedicionarios cuya organización se componía de un
escuadrón de plana mayor y otro mecanizado sobre jeeps, y uno más
blindado que se pensaba dotar con autoametralladoras el primero y el
segundo con carros ligeros. Según el escrito número 1.739 de la división
de caballería, el coronel-jefe de regimiento Dragones de Santiago
número 1 comunica que el 19 de diciembre de 1957 marcharon por
ferrocarril con destino a Cádiz. Las Palmas Sáhara, el teniente coronel
Lion Valderrabano, junto con una cabo 1º y 42 soldados.
Días más tarde, el general-jefe de la Brigada de Caballería en
escrito número 36/R de 13 de enero de 1958 comunica que con dicha fecha
había partido con destino AO (África Occidental Española) el grupo de de
escuadrones del regimiento Santiago 1 y cuyo grupo lo componían un
comandante, 10 oficiales, 15 suboficiales y 205 soldados. El material
que portaban eran nueve jeeps, cuatro semiorugas, 10 AAC
(autoametralladoras), un remolque y a su vez, con este armamento, 182
mosquetones y machetes, 117 pistolas, 58 subfusiles, 9 FA, tres
lanzagranadas, cuatro CSR (cañones sin retrocesos) de 75 mm, 9.220
cartuchos de 9 mm (pistolas o subfusil), 20.160 de 7, 92 mm, 25 de 7,62
mm, y 12.000 de 12,70 mm, ambos para autoametralladoras.
Todo este material del grupo expedicionario de caballería era
embarcado en los buques de la compañía Transmediterránea Plus Ultra y el
Isla de Tenerife, y sería el 17 de enero de 1958 cuando los ninetes de
la caballería española pisaban las arenas del Sáhara.
El día 28 de enero de 1958, según narra en su libro mi buen amigo
(fallecido) el general de caballería, Rafael Casa de la Vega: “…El
coronel Mulero Clemente, subgobernador del Sáhara en el
acuartelamiento donde se encontraba el grupo de caballería les dirige
esta arenga. Esta es una guerra muy distinta a la guerra mundial y a
nuestra guerra, aquí tenemos un enemigo duro, y que conoce bien su
terreno y sabe combatir fatigas y privaciones, pero estoy seguro de que
vuestro gran espíritu militar sabrá sopreponerse a todo y venceremos,
la patria es necesaria, y aquí y ahora sois el principal eslabón de la
cadena de los que la sirven. ¡Señores, viva España!”.
Material francés y americano
En diciembre de 1957, el Gobierno español realizaba gestiones para
adquirir nueve vehículos de reconocimiento M-8 y otros más M-20 de
procedencia americana, otros eran autometralladoras construidas en la
factoría Ford de Estados Unidos entre julio de 1943 y abril de 1945.
Este tipo de material había sido utilizado durante la Segunda Guerra
Mundial tanto por Inglaterra como por los Estados Unidos y también por
la URSS. El grupo expedicionario Pavía se formó en Aranjuez con un
escuadrón blindado compuesto por 10 carros (M-24) del propio regimiento y
el 4 del Santiago y tres restantes de otras unidades a finales del
regimiento 19 a caballo desembarcaba en Playa de Aaiún y el grupo Pavía
lo haría en Villa Bens cinco días después.
Aquel gran soldado que fue capitán general de Canarias, José Héctor
Vázquez, una vez que tomó posesión como gobernador del Sáhara comprobó
que la única manera de vencer al enemigo era, primero, con material de
gran movilidad, como en este caso era la caballería, y sobre todo, con
la colaboración con los franceses y la cooperación con la aviación.
Este general impactó órdenes concisas y concretas, que fueron en
principio un reconocimiento de La Saguia y Daora con el objetivo de
alcanzar Edchera y destruir fuerzas enemigas donde se encontrasen.
Según un documento de la Academia de Caballería, este narra que la
sección mecanizada del grupo Santiago lanzó una andanada de fuego sobre
el enemigo con las autoametralladoras (M-8), que ante el intenso fuego a
través del rocoso terreno imposibilitó su persecución. (El grupo Santiago tuvo tres muertos y ocho heridos, y al enemigo se le
hicieron 15 bajas que abandonaron en el campo, siendo enterrados por las
fuerzas españolas).
En otra acción, el grupo Pavía, junto con la II Bandera de la Legión
con los carros (M-24) batieron con su fuego la zona de Tafudart, el
enemigo, al ver que iba a ser aniquilado, optó por huir en desbandada
hacia Marruecos.
Este es el espíritu de la caballería española: “…Combatir por España en
beneficio del conjunto del ejército sin desfallecer jamás, ni volver la
cara al enemigo”.
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