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Verano de 2008: viaje en moto hasta Sidi Ifni Imprimir E-Mail
Colaboraciones - Manuel Jorques Ortiz
viernes, 20 de marzo de 2009
Índice del Artículo
Verano de 2008: viaje en moto hasta Sidi Ifni
Tanger
Agadir
En camino hacia Ifni
¡Una suerte loca!
El puzzle de los recuerdos
De paseo
Mis impresiones
El regreso

Tanger

Rumbo a Tánger en el barco de bandera marroquí
Rumbo a Tánger en el barco de bandera marroquí

Pese a que me acosté tarde, había que madrugar. El puerto de Algeciras, en esas fechas, está atestado de vehículos que desde la Península se dirigen a Marruecos, y hay muchas diligencias que efectuar (aduanas, pasaportes, etc.), por lo que no se puede ser perezoso. Ducha rápida, recogida del parco equipaje, llenado del depósito de gasolina y con paciencia, en la cola de vehículos, finalmente pude embarcar en un barco de buenas dimensiones, a cuya bodega se accedía directamente desde el puerto. Dejar la moto en un rincón, vigilando que no te falte nada cuando dabas un pequeño paseo por cubierta, curioseando y sacando fotografías, me ocupó el largo tiempo desde el embarque hasta que el buque soltó amarras y salimos a las aguas del Estrecho. Son muy pocas millas las que separan una costa de la otra, pero el “encontronazo” de las aguas del Mediterráneo con las del Atlántico, en aquel punto, en el que según las antiguas leyendas estuvieron enclavadas las “Columnas de Hércules”, tiene su punto de emoción. Además, aunque la distancia es escasa, era consciente de que el choque de culturas que iba a encontrarme iba a serme difícil de asimilar.  

El puerto de Tánger
El puerto de Tánger
Al atracar en el puerto de esa cosmopolita e internacional ciudad de Tánger, se produjo una auténtica estampida de vehículos. Los musulmanes procedentes de diversos países de Europa que, con sus familias, iban a pasar las vacaciones veraniegas a sus pueblos de origen, formaban una aborregada caravana, con pérdida de los hábitos que, sin duda, respetan en los lugares donde trabajan y viven el resto del año. Las bocinas de los coches, los chillidos de la gente, la falta de respeto a semáforos y señales te indican que debes adaptarte a ese tipo de comportamiento para no ser un “extraño”, además de extranjero.

No es sencillo, entre aquel conglomerado de gente, tras los trámites aduaneros, encontrar la salida de la ciudad para tomar la carretera que hacia el sur bordea el litoral atlántico, y tengo que poner de relieve que las personas sencillas con las que me paré para hablar y solicitar orientación, todas me trataron con simpatía y cordialidad, ayudándome a solucionar los pequeños problemas que a un viajero novato, como era yo, se le plantean en esos primeros kilómetros por tierra desconocida.

Realizada una última comprobación del funcionamiento y equipo de la motocicleta, enfilo una concurrida pista, de buen trazado y firme aceptable, por la que se puede circular a una velocidad media alta considerable, pero que vas aminorando o, incluso, parando, para empaparte del paisaje y disfrutar tan dilatadas llanuras.



 
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