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El regreso
50 años después las calles ostentan nombres españoles
Una calle "Sevilla" como en tantas ciudades españolas
Va pasando el tiempo y queda poco (o mucho, tal vez)
por ver de esta población cuyo nombre aprendí desde niño. “Patrullo”
por sus calles como hace casi cincuenta años debió hacerlo mi padre,
aunque él iba armado con un fusil y llevaba en los bolsillos cuatro
bombas de mano. Quiero imaginarme como debían ser aquellas horas
nocturnas, silenciosas y húmedas, en las que los policías españoles,
encuadrados en la que fue Policía Indígena, europeizada a partir de la
independencia de Marruecos, en 1.956, discurrían por las callejuelas
del pueblo antiguo, que supongo tan intransitables como ahora,
desprovistas de alumbrado público. A pesar de estar pisando el mismo
suelo, me parece que todo es tan distinto que me resulta imposible
enmarcarme en los recuerdos paternos. No tengo dudas de que este no es
su Sidi Ifni, pese a que muchas de esas calles todavía ostentan los
rótulos de antaño.
Interior del hotel “Suerte Loca”
Algo especial tiene este rincón africano que, cuando
estoy preparando el equipaje y la moto, me llama a repetir el viaje en
otra ocasión, de forma más sosegada, tras sedimentar todo lo visto,
oído y olido (el olfato es importante en estas latitudes). Ahmed ha
sido un anfitrión cercano, cordial, casi familiar, que cuando una noche
no ha podido darme alojamiento en su hotel (por reservas anteriores) y
me ha enviado a otro de inferior calidad (el hotel des Ait Baamarane)
me ha acompañado y tutelado, aunque una vez dentro, sin ningún europeo
y con la TV musulmana, a todo volumen, he tenido algo de
intranquilidad.
Rampa de subida a la ciudad desde la playa
En el puerto de Tánger, preparado para el embarque
Transbordador con destino a Algeciras
El camino de regreso hasta Alicante, por la misma
ruta que el de ida, lo conozco a la perfección. Tengo casi doscientos
kilómetros hasta Agadir, que ahora voy a rebasar sin pararme, excepto
para reponer gasolina y tal vez algo de agua y comida, ya que quiero
hacer una sola jornada hasta Tánger, y tal vez reparar alguna tuerca de
los accesorios que se han aflojado debido al infame firme de las
calzadas, que ahora se incrementará.
Amanece luminoso el día siete de Agosto cuando cargado el equipaje arranco la motocicleta.
Y desde esta forma, tras una breve parada en
Algeciras para despedirme de la familia Maruenda, que con tanto cariño
me ha tratado, doy por finalizada esta breve narración de un viaje
maravilloso, que escribo a poco de llegar a Alicante, desde donde me
embarco con mi pareja en otro viaje totalmente distinto por lo
diferente. Una semana repartida entre Finlandia y Estonia.
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