Fuente: El Correo Digital
Desde 1945 hasta 1953, los europeos vivieron a la sombra del oprobio de
la Segunda Guerra Mundial y bajo el temor de una tercera, ya que la
creciente red de alianzas, organismos y acuerdos internacionales
ofrecía pocas garantías de armonía internacional.
En la España franquista, mientras tanto, se estaba consolidando
un nacionalismo español en el que la historia, el peso de la
Guerra Civil y el propio franquismo ocupaban un lugar de honor.
Nacionalismo que se manifestó en mayor medida en la
política exterior del régimen y especialmente en los
restos del imperio colonial español, que tan importantes fueron
en el imaginario de Franco. Recordemos esta política como uno de
los principales instrumentos que permitieron al franquismo presentar
una imagen de fortaleza en el interior del país y que su
manipulación sirvió para que el aparato
político-administrativo de la dictadura engañara sin
reparo a la opinión pública. Pues bien, uno de los
episodios más relevantes que avalan esta afirmación fue
la denominada 'guerra olvidada' de Ifni, cuyos primeros escarceos
bélicos se iniciaron hace medio siglo, el 23 de noviembre de
1957 a las 5.40 horas de la mañana, y que los medios de
comunicación franquistas hicieron invisible para la
población.
La defensa española de los últimos pedazos de su imperio
colonial se insertaba en el proceso de descolonización que
recorrió el mundo en la segunda década del Siglo XX y que
tuvo como punto de inflexión la Conferencia de Bandung de 1955 y
la oposición al imperialismo europeo de las dos grandes
potencias del momento, EE UU y la URSS. La desaparición del
colonialismo a escala mundial se reflejó con rapidez en
África y Asia, continentes cuyo despertar caracterizó en
gran medida el devenir histórico del Siglo XX y el de las
relaciones internacionales de nuestra época. La presencia
española en Ifni data de la época de los Reyes
Católicos, cuando Diego García de Herrera fundó el
establecimiento de Santa Cruz de Mar Pequeña (1476) para que
sirviera de base al tráfico de esclavos para las plantaciones de
caña de azúcar de Canarias. Los españoles fueron
expulsados por los bereberes de la zona en 1524, hasta que el
territorio y su principal ciudad, Sidi Ifni, fueran cedidos a
España por Marruecos el 26 de abril de 1860, mediante un Tratado
de Paz y Amistad firmado en Tetuán. Nació así un
protectorado que se extendió desde Cabo Blanco hasta Cabo
Bojador y que, tiempo después, se dividió en dos
distritos administrativos independientes, Río de Oro (sur) y
Saguía el-Hamra (norte), que desaparecieron cuando ambos se
unieron al crear la provincia del Sáhara español en 1958
(Sáhara español y Cabo Juby, con capital en la actual
Tarfaya marroquí).
La independencia de Marruecos en 1956 dio paso a continuas
reclamaciones territoriales basadas en los vínculos
históricos y geográficos de dichos territorios con el
país alauí. La primera de ellas se produjo en agosto de
1957 aduciendo que el tratado franco-español de 1912
había sido derogado. Poco después, en noviembre, se
iniciaron las hostilidades por los territorios de Ifni y Sáhara
Occidental. La 'guerra olvidada', última contienda bélica
española, fue el nombre que recibió en España el
conjunto de enfrentamientos e incursiones de los nacionalistas del
Istiqlal, apoyados por el rey de Marruecos, integrantes del
Ejército de Liberación Marroquí en los territorios
administrados por España en el norte de África entre
octubre de 1957 y abril de 1958 y que culminaron con el abortado asedio
de Sidi Ifni. En febrero-marzo de 1958, este ejército fue
expulsado de Ifni y dispersado mediante una ofensiva conjunta
franco-española. Aunque la guerra no fue nunca formalmente
declarada ni finalizada, España y Marruecos firmaron el 1 de
abril de 1958 los acuerdos de Angra de Cintra, por los que se
cedía Cabo Juby (con capital en Villa Bens, actual Tarfaya) a
Marruecos en junio de 1958, excluyéndose Sidi Ifni y el
Sáhara español. La propaganda española
presentó a la desinformada opinión pública la
guerra hispano-marroquí como un ataque soviético y una
confabulación del comunismo internacional, con el objeto de no
enfrentarse frontalmente con los marroquíes.
Durante los años siguientes, la presión internacional
y las resoluciones de la ONU en pro de la descolonización
favorecieron las negociaciones con Marruecos que dieron lugar, a
comienzos de 1969, al acuerdo de devolución del territorio al
reino alauí. La bandera española se arrió de Sidi
Ifni el 4 de enero de 1969, y el 31 de julio la ciudad fue entregada a
Marruecos. El control español sobre el Sáhara Occidental
se mantuvo hasta que, de acuerdo con el Marruecos organizador de la
Marcha Verde (Hassan II), se firmaron los Acuerdos de Madrid de 1975,
por los que se cedía el territorio a este país y a
Mauritania, obviando la declaración de independencia de los
nacionalistas saharauis (Frente Polisario) y la proclamación de
la nación de la República Árabe Saharaui
Democrática.
¿Hubo realmente una guerra en Ifni? ¿Podemos incluir
en el imaginario histórico español Ifni y el
África Occidental española? Por supuesto que sí,
tal y como manifiestan los nombres y vidas de los cientos de
españoles muertos y heridos en una guerra que no por olvidada
fue menos cruel. El 'incidente', la 'guerrita', los 'enfrentamientos'
fueron ominosamente ocultados por un régimen franquista que no
sólo censuró cualquier noticia sobre la guerra y sobre la
sangre que en ella se vertió, sino que ocultó y no
asumió su responsabilidad sobre el abandono y las
patéticas condiciones en los que un régimen militar y
militarista como el franquista tenía a su vanagloriado
ejército. Aviones obsoletos de los años treinta y de la
Guerra Civil española ('Junkers' alemanes), que pilotaban
aviadores novatos que en más de una ocasión ametrallaron
a sus compañeros, bombas que eran bidones de gasolina con
sistemas artesanales de explosión, fusiles 'Máuser'
deteriorados que sólo funcionaban en ocasiones, radios de carga
a pedales para las comunicaciones, neumáticos de camión
utilizados como recipientes de agua, legionarios calzados con
alpargatas y una manta para moverse por un terreno abrupto de arena y
piedras, raciones alimenticias que se reducían en no pocas
ocasiones a un trozo de pan y a una lata de sardinas, etcétera,
definían al gran ejército franquista. Muchos himnos,
mucha palabrería fascista, mucho imperio, mucha parafernalia,
mucha oratoria, mucho desfile gregario, mucha apariencia, pero si se
rascaba la superficie sólo aparecía miseria y
podredumbre. Mientras morían españoles en la 'guerra
olvidada' de Ifni, Franco exoneraba de culpa y responsabilidad a su
'hermano' el sultán Mohamed V, y ocultaba que las bandas a las
que aludía en su discurso eran parte de un ejército
organizado y pertrechado, el marroquí, muchos de cuyos oficiales
se habían formado en la Academia Militar de Zaragoza y al que
estaba regalando armas y municiones.
Ifni fue sangre, corrupción, hipocresía, innumerables
historias trágicas y tristes y obcecación en mantener lo
que ya ni se debía ni se podía conservar. Sin embargo,
España y sus gobiernos siguen teniendo una obligación
moral y de justicia respecto al Sáhara Occidental y a sus
legítimos representantes que no pasa por abandonarlo en manos
del colonialismo marroquí. La República Árabe
Saharaui y el Frente Polisario (acrónimo del frente Popular de
Liberación de Saguía el-Hamra y Río de Oro) deben
contar con el apoyo de España para elegir su destino.
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