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El héroe entre las llamas Imprimir E-Mail
Noticias - Noticias de interés
Escrito por Ana Lucas   
domingo, 04 de junio de 2017

Fuente: La Opinión de Murcia

Ángel Canales, afincado en Murcia, es una institución entre los paracaidistas desde que, allá por 1957, salvase a cinco de sus compañeros después de que se estrellase su avión en Sidi Ifni

Don Ángel (d), con Luis Sánchez-Tembleque, coronel de la BRIPAC.
Don Ángel (d), con Luis Sánchez-Tembleque, coronel de la BRIPAC.

Casi nueve décadas a sus espaldas contemplan a Ángel Canales López, un héroe veterano muy querido en el acuartelamiento de Javalí Nuevo. Manchego de nacimiento, lleva afincado en la Región desde que le destinaron a la citada base murciana y fue condecorado con la Medalla Militar Individual. Pasó allá por 1957, en Sidi Ifni. Él entonces era cabo primero.

El avión en el que viajaba junto a sus compañeros, un Jukers del que planeaban dar un salto, se estrelló. Ángel Canales puso en riesgo su vida para rescatar a los supervivientes: auxilió a cinco y ayudó a recuperar los cuerpos de ocho más. Por su valor, recibió la primera Medalla Militar individual concedida a un paracaidista.

«Esas cosas no son heroicidades. En la vida se te presentan unas situaciones que la escuela no puede resolver, te dan satisfacción de poder haber cumplido con el rango máximo que pude pero nada más y no es una obligación y no sabes porque era imprevista la situación y no pudimos cumplir la misión», explicaba el veterano don Ángel en un trabajo realizado por jóvenes para la BRIPAC.

LAS FRASES
  • «Yo conseguí salir con la ropa ardiendo, me lo quite todo y me quedé en camiseta. Traté de ayudar, pero menos de lo que yo desearía poder haber ayudado»
  • «Le digo a mi mujer: ´No me quemes, no me incineres, porque yo lo pasé mal cuando me quemé y no quiero volver a vivir esa experiencia´.»
  • «Nosotros estábamos bastante mal y caí desvanecido. Nos cogieron y nos llevaron al hospital, pero yo quería ayudar hasta el último momento»

En su acción en 1957 le movieron, explicó, «esos valores que hoy en día, por desgracia, a pesar de que vosotros os esforzáis y todo eso, se están perdiendo, como el respeto y la responsabilidad».

El 8 de mayo de aquel año, un avión Junker-52 que transportaba una patrulla de salto, de la II Bandera, despegó a las nueve y cuarto de la mañana. Partía con 19 paracaidistas, pertenecientes a la 9ª compañía. Nada más despegar se produjo un fallo en el motor izquierdo: el piloto realizó una maniobra para regresar al campo, pero el avión se estrelló contra el suelo. Los paracaidistas no pudieron saltar del avión, porque no tenía altura. Impactó contra el suelo y todo el avión estalló en llamas.

El cabo primero Canales López empezó a sacar a sus compañeros. Fallecieron un total de 13 hombres, mientras que los que se salvaron sufrieron grandes quemaduras en su cuerpo. Fueron las primeras bajas en África, y también las primeras condecoraciones. Al cabo primero Canales le concedieron la Medalla Militar individual por su heroicidad. Estuvo 103 días en el hospital. Se pensó que iba a quedarse ciego, y que, probablemente, moriría? pero no ocurrió así: salvó su vida.

Sobre el accidente, rememora que « nosotros íbamos a hacer un salto y, lógicamente, íbamos con armamento, con munición, con granadas de mano y todo eso. Cogemos los paracaídas, despega el avión y, cuando empieza a despegar, empieza a remontar y todo el mundo, como hacíamos entonces, se santigua».

«En ese momento vino el teniente Cañadas, que era el jefe de patrulla, y en ese momento vimos que hacía algo raro el avión. Las últimas palabras del teniente fueron ´¿qué pasa?´ Y yo, al ver que nos estrellábamos, comprimí todo el aire del cuerpo, aguanté toda la presión y en ese momento el avión quedó incrustado en la montaña en la parte de los motores en la parte de arriba y empezó a arder», recuerda.

Don Ángel Canales explica que «los depósitos de gasolina se reventaron y el combustible se empezó a verter hacia abajo y empezó a arder el avión».

«Podía haberse salvado más gente, pero ocurrió la circunstancia de que la gente se quedó en su sitio y el avión tenía el pasillo muy estrecho con dos filas de asientos. Con los paracaídas y el equipo, ibas con las rodillas juntas y no podías saltar, y en ese momento que nos chocamos los paracaídas se abrieron y los cordones salieron», manifiesta el héroe, que entonces tenía 25 años.

Resalta que «aquello era un infierno, porque no podía salir nadie. Desde que ocurre hasta que reaccionas ya estaban envueltos en llamas , envueltos en cordones, y era imposible salir». «Yo conseguí salir con la ropa ardiendo, me lo quite todo y me quedé en camiseta», cuenta el hombre, tirando de su buena memoria.

«Traté de ayudar, pero menos de lo que yo desearía poder haber ayudado», hace hincapié, a lo que añade que «no se olvida nunca, son huellas que quedan».

No se arrepiente de nada. Tan sólo lamenta no haber ayudado más. «Cogí la iniciativa de ayudar y entonces sí que me ayudaron otros dos o tres, pero estaban también mal. Luego llegaron las ayudas de la base. Nosotros estábamos bastante mal y caí desvanecido. Nos cogieron y nos llevaron al hospital, pero yo quería ayudar hasta el último momento», dice.

«Le digo a mi mujer: ´No me quemes, no me incineres, porque yo lo pasé mal cuando me quemé y no quiero volver a vivir esa experiencia´. Esto es un poco de forma graciosa pero así es», confiesa.

Las secuelas del accidente fueron duras. Don Ángel perdió la visión durante una semana. De la estancia en el hospital recuerda que «yo, por desgracia, no conocí a mi madre, porque murió cuando yo tenía 3 añitos. Y allí, en Ifni, conocí a mi segunda madre, porque una monjita de allí se tiró casi un mes cuidándome».

Fue condecorado por su acción dos años después, en el 59. Entonces le pilló en Las Palmas. «Fue un acto castrense muy emotivo y relevante», comenta. Años después, siguieron los homenajes. «En el año 2003, el rey nos hizo caballeros de la Real Orden Militar de San Fernando. Estuvimos en El Escorial con el rey y la reina», indica.

Ángel Canales López cree que, hoy en día, «a la juventud le falta un poco que se le inculquen esos valores del sentido de la responsabilidad, del sentido del deber, del compañerismo, de la entrega, del sacrificio, de superarse en los momentos difíciles. Eso es importantísimo».

«Hoy en día, la juventud que tenemos está más preparada que antes, pero no deberían haber quitado el servicio militar», tiene claro el hombre. En su opinión, es preciso que los jóvenes de hoy en día «por lo menos hiciesen el servicio miliar un par de meses, cuatro meses».

Y es que, hace hincapié, «hay valores en el Ejército que no están hoy en la sociedad civil. Prima más hoy el botellón que el sentido de la responsabilidad». «Hoy en día tenemos a unos jóvenes de pedir y no dar y tenemos que hacer una sociedad que dé lo que tiene y que pida lo menos posible. Y eso es así», subraya el héroe, que «de Ifni podría estar hablando una vida entera».

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